"Este ha sido un año cero para los festivales de verano, tenemos que reconstruir al público"
Al frente de la Quincena Musical desde hace ya catorce años, Patrick Alfaya (Madrid, 1971) habla sin pelos en la lengua sobre la situación de los festivales de verano tras la pandemia y comenta sin tapujos la falta de un respaldo más consistente por parte del Ministerio. Con anterioridad a su tiempo en San Sebastián, Alfaya fue gerente de la Sinfónica de Galicia entre 1999 y 2006 y gerente de la OBC entre 2006 y 2009.
En la recta final ya de la presente edición de la Quincena Musical, ¿cuál es el balance en caliente de este año? Es el primer año 'medio normal' tras la pandemia.
Como bien dice, es todavía un año 'medio normal'. Hemos podido hacer varios programas con coro, es verdad, pero sigue habiendo grandes problemas para la movilidad internacional de orquestas y conjuntos de plantillas grandes, especialmente en relación con Reino Unido. Para la gira de Gardiner con sus músicos, sus vuelos se cancelaron con apenas unos días de antelación y hubo que trabajar rápido en una alternativa. Y esto fue posible porque eran un grupo pequeño, de unos treinta. Si esto nos pasa con una de las grandes orquestas, con un centenar de personas en gira, nos hubiéramos visto en un aprieto. Y esto porque el mercado internacional de viajes está muy tensionado, con huelgas de personal, pérdidas de equipaje, cancelaciones... Lo estamos viendo a diario. Hasta cierto punto se ha roto la cadena de suministros, de la que suelen hablar las tecnológicas. Esa rutina de giras internacionales de orquestas se está todavía rehaciendo a marchas forzadas. De hecho, este verano hemos sido los propios festivales, desde luego nosotros lo hemos hecho desde la Quincena, los que hemos promovido algunas giras, como la de la Filarmónica Checa con Semyon Bychkov.
La situación general está todavía en contracción, es cierto.
Y luego está la cuestión del público. A los festivales, y me consta que también a los teatros y auditorios en sus temporadas habituales, nos está costando mucho que el público vuelva a las salas como antes de la pandemia. Hay un cierto perfil de edad que es casi imposible recuperar. Con la pandemia han cambiado muchas cosas. Algunos de nuestros abonados más veteranos, que eran además melómanos viajeros, me consta que han descubierto el streaming como una fórmula muy cómoda para escuchar ópera y conciertos en casa. Esto redunda en que se compran entradas sueltas, pero menos abonos.
La coyuntura económica general tampoco ayuda.
Claro, por más que nosotros mantengamos ajustado el precio de nuestras entradas y abonos, el coste de la vida sí ha subido y mucho en estos últimos dos años y eso repercute en taquilla. El público se ha ido renovando progresivamente, pero no a la misma velocidad que se pierde. Entre la pandemia y la coyuntura general de los últimos meses, ha sido la tormenta perfecta para que tengamos aún esa bajada significativa respecto al público.
Y eso, en cifras, ¿en qué se traduce?
Nosotros tenemos algo menos de 1.200 amigos de la Quincena, cuando llegaron a ser algo más de 1.300 en su día. Ha caído un 17%. En el caso de los abonos teníamos aproximadamente 500 y han caído un 20%. Hay una tendencia preocupante a dejar el abono y comprar entradas sueltas. Hay un bajón, es innegable. Pero también debo decir que antes de empezar el festival ya habíamos recaudado en taquilla el medio millón de euros que habíamos presupuestado para cubrir gastos. El otro día estábamos al 124% de ventas, pero también es verdad que yo había sido muy conservador este año con las previsiones. Este festival llegó a recaudar el 52% de su presupuesto por taquilla en el año 2014, lo que es una auténtica barbaridad. Nosotros consideramos que tenemos que movernos en torno al 40-45% de nuestro presupuesto recaudado por taquilla. Este año no va a ser así, pero igualmente estamos en una situación razonable. El presupuesto de este año es un poco menos de 2 millones de euros. Cuando normalmente nos íbamos a 2,3 millones aproxidamamente. Yo se lo decía a mi equipo estos días: este ha sido el año cero para los festivales de verano, tenemos que reconstruir al público.
En la programación de la Quincena la recuperación de la ópera escenificada es un asunto muy relevante, muy ligado a la historia misma de este festival. Este año, por fin, hemos vuelto a disfrutar de una ópera en las tablas del Kursaal. ¿De qué va a depender la viabilidad de la ópera en futuras ediciones de la Quincena?
Este es un asunto muy complicado, obviamente por cuestiones económicas y de infraestructura. El Kursaal es un magnífico auditorio, por sonoridad y visibilidad, pero no es un teatro de ópera y eso se nota en algunas cosas importantes. El foso está bajo y es pequeño; aquí nunca nos cabrá con holgura la plantilla de un título de Wagner por ejemplo. Y el Kursaal tampoco tiene hombros, son muy bajos y no se pueden meter cargas. Además, los motores del peine no están soterrados y hacen mucho ruido. Una serie de inconvenientes que se suman al coste tremendo que ya sabemos que implica poner en pie una ópera, en una ciudad que tiene en agosto disparados los precios de sus alojamientos, de una manera realmente desquiciante.
¿Y por dónde pasa entonces una posible solución?
Necesitamos un socio para producir ópera en la Quincena. Y créame que yo lo busco con ahínco, pero no es fácil. Para ello hace falta una entidad que tenga un auditorio de características similares, para poder emplear la misma producción sin complicaciones. Tiene que ser una entidad que haga ópera en julio o en agosto, para una itinerancia fácil en poco tiempo, manteniendo equipos de producción y elencos artísticos. Esto funcionaba muy bien con El Escorial, en tiempos de Jorge Culla. Y ahora el Teatro Colón de Buenos Aires ha mostrado también interés en volver a hacer algo juntos, como aquella Italiana in Algeri que hicimos, pero hay un oceano por medio, no es tan fácil.
¿No cree que el Ministerio debería tomar las riendas a la hora de centralizar y posibilitar este tipo de coproducciones? Es realmente insólito que no se intente amortizar mejor el trabajo de unas y otras entidades, algo que sería posible con una mínima coordinación, algo así como una red de festivales de verano.
Absolutamente. Esto se la ha dicho al Ministerio en numerosas ocasiones. Se lo dijimos personalmente Jorge Culla y yo mismo, cuando hicimos las coproducciones con El Escorial. Pero nunca se han dado pasos para ello. Aemás, desde un punto de vista presupuestario, los dos grandes teatros de este país, me refiero al Teatro Real y al Liceu, reciben una gran aportación de dinero público y tienen un deber para con las demás entidades del país. No debería ser tan complicado que el último de sus títulos de la temporada, en julio, siguiese después girando por los festivales de verano de toda España. Es lo que hace Glyndebourne por ejemplo. Y el Ministerio debería tomas las riendas de esto. El Teatro Real recibe mucho, pero mucho más dinero público que todos los festivales y sociedades filarmónicas juntas. Todas las entidades musicales que pagamos entre todos, como el Real, la Orquesta Nacional o la Orquesta de RTVE, tienen que llevar su actividad más allá de la capital.
El mal endémico detrás de todo esto, y al margen de la falta de coordinación desde el Ministerio, que es sangrante, creo que es la tendencia de todos los programadores a sacar pecho de lo suyo en detrimento de lo de los demás. Como si compartir proyectos fuese algo de poco prestigio, empeñados todos en tener a cantantes y orquestas en exclusiva, cuando lo razonable y lo rentable está en coordinarse y compartir recursos.
No puedo estar más de acuerdo. Yo he sido testigo de gestiones en las que un festival ha decidido pagar una fortuna a una determinada orquesta con la condición de que fuese exclusivamente a ese festival y a ningún otro ese verano en España. Es absurdo... Lo mejor que nos puede pasar a todos es que colaboremos, que nos coordinemos. No se trata de hacer todos lo mismo. Pero sí se trata de trazar colaboraciones, a muchos niveles. A mí me interesa que le vaya bien a ABAO, a la Sinfónica de Euskadi... es en beneficio de todos, del tejido musical local, etc. Claro que todos queremos tener un cartel destacado, una programación propia atractiva. Pero no hagamos el tonto...
En este sentido, todavía hay quien critica, y mucho, las coincidencias de programa entre la Quincena y el Festival de Santander, cuando entiendo que se trata siempre de sinergias muy lógicas y productivas para ambos festivales y para los conjuntos y artistas implicados.
Efectivamente. Este año, por ejemplo, colaborar entre ambos festivales nos permite hacer programas con coro que de otro modo serían inviables. A veces nos permite también incluir a solistas locales. Y en cualquier caso, son públicos diferentes, comunidades diferentes, dinámicas diferentes... si podemos sumar en algunos puntos, ¿cómo no vamos a hacerlo? Se traduce en ahorro económico, ni más ni menos. Sólo así podemos mantener los precios de las localidades tal y como están ahora. ¿Cómo vamos a mantener la programación si no colaboramos, con los presupuestos cayendo año tras año? Quincena hace setenta conciertos durante un mes. ¿Cuántos coinciden con Santander? Tan solo unos pocos. Le puedo asegurar que nadie en Donosti me ha reprochado esa colaboración.
FestClásica es lo más parecido a esa red de festivales de la que hablábamos. ¿Cuál ha sido su función hasta la fecha?
FestClásica nos ha servido, hasta la fecha, para ponernos cara y coordinar algunos proyectos, aunque sean pequeñas giras. Pero de ahí a coordinarnos a la hora de plantear una reivindicación común y fuerte al Ministerio, va un trecho, hay reticencias, porque hay quien teme perder el apoyo que recibe del Ministerio, claramente.
Le veo combativo, y lo celebro.
Tendríamos que ser más militantes y combativos con lo nuestro, desde el mundo de la música clásica. Uno mira el mundo del cine y no hay ocasión que pierdan para reivindicar lo suyo, y me parece muy bien que así sea. Aquí todo el mundo parece agachar la cabeza con tal de no perder su pequeña subvención de la institución de turno. Hay que luchar mucho más por lo nuestro si queremos que esto siga en pie en los próximos años. Y esto a muchos niveles y en muchos extremos distintos: el sistema de cotizaciones de los artistas, por ejemplo, es desquiciante en este país. Nosotros, en la Quincena, tenemos que dar de alta a cada músico que contratamos, sean o no sean autónomos. Y esto no es así en todos los festivales... Y esto ha sido así antes y después de que las competencias de trabajo se transfirieran al Gobierno Vasco.
La apuesta por los cantantes locales ha sido una constante en esta edición de la Quincena. Basta con ver los elencos de La tabernera del puerto y La fille du régiment para constatarlo.
Así es. Por un lado ha sido algo pretendido y planeado, pero al mismo tiempo hemos tenido la suerte de que casi todos estaban aquí, disponibles en esas fechas, cosa que otros años, antes de la pandemia, no ha sucedido, porque había más movilidad internacional. Quincena, no obstante, ha sido históricamente el festival que más artistas españoles contrata.
A nivel institucional, ¿siente que la Quincena está bien respaldada a nivel local? ¿Y esto se traduce a nivel presupuestario?
El respaldo y el respeto son absolutos. Nunca he tenido, en catorce años, la más mínima interferencia en mi trabajo. Ni siquiera me ha llamado un político para pedirme entradas, más allá del protocolo correspondiente. Eneko Goya, el actual alcalde, me consta que se compra sus entradas. Y lo mismo hacía Odón Elorza. Hay un respeto que en Madrid no veo, con filas enteras del Auditorio Nacional llenas de gente que va allí por la cara. Aquí me siento respetado y tratado con cercanía. Ahora bien, a nivel presupuestario, las aportaciones han ido descendiendo. Quincena siempre ha hecho buenas taquillas y nunca ha tenido un déficit, ni ahora conmigo ni antes con Echenique, y esto parece que juega en nuestra contra, como si se diese por descontado nuestro buen hacer. Tenemos un presupuesto bastante estable pero era un 20-25% má alto antes de la crisis de 2010 y los años siguientes. El Ministerio ponía aquí en su día 225.000 euros y ahora pone unos 130.000. Nunca ha entendido estos recortes para luego poner en marcha el CNDM en Madrid. Se recortó de los festivales para poner ese presupuesto en juego, lo tengo clarísimo.
Es también el responsable de programar el ciclo Kursal Eszena, que se desarrolla durante todo el año. ¿Goza de buena salud este ciclo?
Ha ido perdiendo público año tras año, las cifras no son buenas. Y es un ciclo vicioso: a menos público, menos presupuesto y menos posibilidades de programar. Ahora mismo se mantienen unos 600 abonados y la media de asistentes es de 1000 personas por concierto. El ballet tiene mucho tirón dentro de esta programación. Este año vendrá también Piotr Beczala, la Gustav Mahler Orchestra con Mistuko Uchida, Antonini con su grupo__, William Christie con un grupo pequeño... Veremos si la gente se anima un poco más con esta programación.