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Emiliano Suárez: "Garaje Lola ha cerrado muchas bocas y a mí me ha puesto en el lugar que me corresponde"

El enfant terrible de los Suárez para algunos, un melómano de toda la vida para otros, lo cierto es que Emiliano Suárez se ha hecho un nombre propio en la realidad lírica actual en nuestro país. Con dos proyectos como Opera Garage y Espacio Garage Lola ha conseguido dar rienda suelta a su vis más creativa, rodeándose de artistas de contrastada valía. Conversamos con él aquí para conocer más de cerca los orígenes de su pasión por la lírica y sus próximos proyectos, que incluyen la dirección de escena en algunas de las principales temporadas líricas de nuestro país.

¿En qué momento surge la idea de una dedicación seria y profesional al mundo de la lírica, al mundo de la escena? Usted ha sido un gran aficionado a la ópera desde niño, estudió canto, e incluso trabajó un tiempo en la Lyric Opera de Chiago si no recuerdo mal.

Desde muy joven tuve la inquietud de desarrollar una faceta profesional en torno a la ópera. Siento una pasión desmedida desde niño y siempre pensé en ser algo más que un aficionado.

¿Cómo se siente la ópera desde la percepción de un niño, lo recuerda?

Para mí la ópera era un estímulo tan grande que a veces ir al teatro me suponía un enorme sufrimiento. Era tan intenso que mis emociones se alteraban, el corazón latía a gran velocidad y las manos se enfriaban.

Desde pequeño padezco trastorno de ansiedad y déficit de atención. Me costaba mucho esfuerzo estudiar, concentrarme y padecía severas hipocondrías. Algunas cosas, como la ópera, me sugestionaban en exceso. La ópera me apasionaba pero me intranquilizaba y era un incómodo maratón de emociones y sensaciones que me costó mucho superar.

Da la impresión de haber tenido una relación de amor-odio con la ópera.

Yo he tenido una lucha personal grande, intensa y de largo recorrido conmigo mismo, no solo con la ópera. Una bella historia de superación, muy dura en algunos momentos y que pienso escribir cuando tenga tiempo e inspiración.

Hasta los treinta y cuatro años no tuve un diagnóstico concreto de todo lo que me estaba sucediendo. Fue la primera vez que acudí al psiquiatra. Nunca me olvidaré de la entrañable relación que mantuve con el Dr. Carlos Carbonell. Un hombre extraordinario que me puso en el camino de mi recuperación. 

Usted ha sido y es una persona pública, conocida, ¿cómo ha compaginado esa tremenda visibilidad pública con esta pasión por la ópera?

Mi vida profesional ha sido importante, aunque parezca increíble soy un hombre hecho a sí mismo, autodidacta y curioso. He trabajado en agencia de publicidad y en la ópera de Chicago. He sido monitor de esquí y promotor deportivo. He tenido un restaurante y diseñado estrategias de comunicación para marcas muy importantes. Siempre desde la intuición creativa y la astucia de la correcta apreciación. Nunca desde el conocimiento aplicado.

En la empresa familiar fui Director de Marketing durante quince años. En mis inicios, tenía un piano de pared en mi despacho y al mediodía estudiaba música. Allí tuve grandes aciertos, muchas ideas que se convirtieron en hitos para la compañía. Mi creatividad era casi enfermiza y cuando estaba en forma era imparable. El problema era mi intermitencia. Llevaba un estilo de vida desordenado y esto me alteraba por completo mis emociones. Así era imposible tener el equilibrio necesario para digerir tanta responsabilidad. 

Y llegó un momento que tuve que parar, hacer una profunda reflexión personal y asumir que todo me estaba pasando por encima y me estaba arrollando como un tsunami. Tuve que frenar en seco y emprender una lucha personal maravillosa. Gracias a la terapia aprendí a perdonarme por mis errores y a vivir a gusto en mi piel. Hoy en día soy el que soy como consecuencia de mi compromiso con mi salud mental. Por eso fui capaz de dejar todo y empezar una nueva etapa profesional. Fue una decisión valiente.

¿En qué sentido?

En ese momento, cuando paré y analicé los verdaderos motivos de mis inquietudes, me volví a encontrar con una vieja pregunta sin resolver: ¿qué puedo aportar a la ópera, cómo podría hacer algo interesante? Fue precisamente cuando estaba planificando mi salida de la empresa familiar, cuando me lo planteé en serio afrontar nuevos retos artísticos en solitario. Tenía experiencia profesional y calma espiritual. Pero por mi edad y mi situación personal, no tenía mucho margen de error. Tenia que acertar con algo, rápido, no había tiempo ni pulmón para fallos.

Buscaba dar con algo que al mismo tiempo me permitiera llenar un hueco existencial, una inquietud tan poderosa que fuera una nueva profesión por explorar. La agencia creativa empezó a andar con fuerza, hicimos proyectos importantes, eventos de mucho nivel, con marcas relevantes que confiaban en mis ideas. Con mi socio Federico conseguí dar el paso y empezar a rentabilizar y ordenar mi trabajo. Pero eso no era suficiente, y empecé a abrir puertas artísticas con gran estimulo. Había llegado mi momento.

¿Y la ópera, cómo encaja a todo esto?

Uno de mis sueños profesionales era hacer fotografía. Y a partir de la fotografía y mi primera exposición en Bilbao, surgió la ópera. Después de haber estado detrás de la cámara con maestros como Eugenio Recuenco, Scott Schumann o Mario Testino, busqué mi manera de mostrar mi pensamiento estético desde la fotografía urbana. Un director de arte con una cámara en la mano. 

La idea era fotografiar desde la sobriedad creativa, ciudades que habían marcado mi vida desde mi juventud, aquellas en las que tenía recuerdos especiales: malos y buenos, sucios y trasparentes. Primero llegó Nueva York, después La Habana, más adelante Chicago y Berlín. 

Empecé a exponer mis Texturas en Bilbao y fue allí donde entré en contacto con Macarena Bergareche, a quien le encargué buscarme una localización para la muestra, un lugar que tenía que ser un garaje. La exposición fue un éxito, pero durante esos días de trabajo tuve la idea de utilizar ese mismo garaje viejo y de enorme carácter para poner en escena La bohème. La escenografía la teníamos, ahora faltaba dar forma al resto.

¿Y ahí surge Ópera Garage, el proyecto que lo cambia todo?

Eso es. Después de Bilbao llevé Texturas a Madrid y a Barcelona. Texturas empezó a sonar y se asoció rápido a mi faceta alternativa como artista. La performance era muy potente visualmente, creo que, en realidad, lo de menos era la buena o mala calidad de mis fotos. Empezaron a salir reportajes y artículos que hablaban por fin de mi trabajo. Mi herido ego sintió una caricia y me puse inmediatamente manos a la obra con La bohème. En tres meses, Maca y yo creamos ÓperaGarage y estrenamos Bohème en el Garaje San Mames de Bilbao con un éxito absolutamente inesperado. Fue un éxito muy sonado. Y eso, efectivamente, lo cambio todo para siempre.

¿Y cuál era la idea, exactamente?

La idea era visualizar donde se desarrollaría hoy en día un libreto como el de La bohème. Dónde situar a esos mismos personajes pero en el contexto de una bohemia revisada en el siglo XXI. La respuesta vino rápido: busquemos espacios alternativos, lugares industriales colonizados por artistas emergentes y de recursos limitados. Contemos historias reales en donde cualquiera pueda sentirse identificado, emocionemos desde una dramaturgia contemporánea. Busquemos espacios como Brooklyn en Bilbao.

Y en ese garaje de Bilbao donde hacíamos la exposición de Texturas, se nos encendió la bombilla. Había que hacer ahí La bohème. Las entradas se vendieron en 48 horas, entró patrocinio privado y las críticas fueron extraordinarias. Con dos días y medio de ensayos, los artistas nos ayudaron a crear algo mágico.

Recuerdo que aquello fue muy sonado, sí.

Aquello tuvo mucho éxito y también mucho mérito, y por supuesto infinitas imperfecciones. Yo no tenía ni la menor idea de dirigir, pero lo que valía era la idea, el concepto, el formato: profesionales haciendo ópera dentro de un garaje. Y esa misma noche, después del estreno, le dije a Macarena que teníamos que seguir con la idea y en tiempo récord teníamos armada una gira. Y así nace y continua triunfando OperaGarge. La ópera vista desde una nueva perspectiva, en un formato esquemático y original al alcance de todos los bolsillos.

EmilianoSuarez azul

Entiendo que a nivel artístico y profesional se le abrió un camino nuevo.

Sin duda. Junto con la fotografía, que es algo mucho más de autor y más lento de desarrollar, OperaGarage era una puerta creativa inmediata y rentable. Había que hincarle el diente con ambición y sin complejos. Hemos dado a conocer la ópera a nuevos públicos y hemos roto algunos tabúes y clichés que arrastra el género. Eso es exactamente lo que queríamos hacer.

Un poco más adelante recibí la llamada de Ayanta Barilli para ofrecerme una sección de ópera dentro de su programa A Media Luz y no lo dude ni un minuto. Junto con mi amigo y admirado artista Pancho Corujo llevamos casi cinco temporadas de radio: “Mucho más que ópera” es nuestro rincón para la reflexión en torno a la ópera. Otro sueño hecho realidad. 

¿Surge entonces la colaboración con ABAO?

Sí, se dio la coincidencia de que nosotros íbamos a hacer esta Bohème precisamente cuando ellos iban a estrenar la suya en apenas unas semanas. Y quisimos sumar esfuerzos. Ellos son una temporada de ópera consolidada, con prestigio y recorrido. Nos pareció oportuno hablar con ellos e intentar sumar desde la más absoluta humildad. Hablamos con Juan Carlos Matellanes y María Luisa Molina y estuvieron encantados con la idea. Nos dejaron presentar nuestra Bohème en su sede. Nos dieron su sello, su garantía de calidad, y también su ayuda con algunas cosas imprescindibles para nuestra inexperiencia. ABAO se portó extraordinariamente bien con nosotros, nos dijo que sí a todo y el proyecto fue un éxito, para todas las partes.

¿Y de ahí la idea de repetir la colaboración con el siguiente título, Lucia di Lammermoor?

Nos había ido bien con La bohème, hablamos de nuevo con ABAO, nos dijeron que abrían la siguiente temporada con Lucia y nos lanzamos a hacerla en nuestro formato. Bohème estaba en plena gira pero comenzamos a planificar Lucia. Trabajé mucho en la dramaturgia, con una propuesta escénica muy distinta de la que hicimos para La bohème. Y volvimos a tener éxito. En Bilbao hicimos Lucia con Ruth Iniesta, Shalva Mukeria y Manuel Lanza. Esa noche nunca la olvidaré porque fue una función maravillosa.

¿Y después?

Para el tercer año queríamos volver a plantear la misma fórmula pero ellos abrían temporada con La italiana en Argel y no nos encajó. Decidimos entonces hacer Rigoletto. Necesitábamos una ópera de repertorio, comercial y reconocible. Rigoletto es la producción mas sencilla pero más impactante de las tres. Javier Franco y su Joker nos están dando muchas satisfacciones. 

Pero lo dicho, ABAO se portó siempre muy bien. Nos ayudo a dibujar un modelo de colaboración institucional que nos sirvió de base para posteriores proyectos en Burgos, Santander, Pamplona, Valencia, San Sebastián, Lanzarote o Barcelona.

El Liceu y Valentí Oviedo también se volcaron con nosotros. En Barcelona estuvimos como en casa. La única entidad que nos ha dado la espalda ha sido el Real de Marañón. Pero en realidad me encanta estar enfrentado al poderoso, me da morbo resultarles tan molesto.

En 2024 haremos Tosca, nuevamente intentaremos arrancar en Bilbao. El piloto de nuestra Tosca lo hice en Garaje Lola en septiembre y acabará funcionando.

Pues hablemos de Garage Lola, ¿cómo surge la idea de ese espacio creativo?

La idea surge en confinamiento. Y el pequeño “bussines plan” se hizo en dos semanas. El enfant terrible de los Suárez, el niño pijo que va de arista, tenia que ordenar sus proyectos y mostrarlos con fuerza desde un contenedor con alma y carácter. Solamente así podían tomarme en serio los escépticos. Garaje Lola ha cerrado muchas bocas y a mí me ha puesto en el lugar que me corresponde.

Lo mío siempre tuvo que ver con la cultura, con un estilo de vida, una actitud y una forma de sentir la creatividad y el arte. Alfonso Cortina, me dijo: “eres genial pero la gente no sabe lo que haces, enséñalo de una vez, no pierdas el tiempo con otras cosas”.

Y de ahí surgió la idea de tener un espacio creativo propio, donde contar quién soy y qué hago. Y así apareció Garage Lola. En lugar de tener una oficina en el barrio de Salamanca, me propuse tener un espacio propio, polivalente, donde exponer mi trabajo y montar espectáculos. Un espacio diferencial donde poder trabajar con mi equipo y acoger eventos singulares. Apostamos por el barrio de Tetuán, una zona que se ha revalorizado mucho en términos culturales. Su concejala Paula Gómez Angulo está haciendo una labor interactiva extraordinaria, real y fuera de lo común. Nos está ayudando de verdad, con hechos y no con palabras.

¿De dónde surge el nombre y cuál es la idea?

Hace tiempo, Carola y yo perdimos una bebe de siete meses que se llamaba Lola. Lola es también el nombre de mi madre. Es un doble homenaje.

La idea de tener un espacio creativo propio tiene que ver también con la poca imaginación con la que convivimos en nuestro día a día. Las agencias de comunicación y creación de contenidos son una mezcla de modernidad impostada y mediocridad creativa. Un aburrimiento desde el punto de vista artístico.

Hemos hecho espectáculos de todo tipo y condición, de perfiles muy diversos y hemos conseguido el sello de reconocimiento del Circuito cultural Off en Madrid. Todos los espectáculos que hemos hecho allí están pensados para poderse sacar fuera. Por eso considero Garaje Lola un generador de contenidos de vanguardia.

Mi intención en todo caso es que Garaje Lola cierre su ciclo una vez que expire el contrato de alquiler que tengo con su propietario. Quedan todavía cinco años. El proyecto no se puede eternizar, hay que elevarlo y después cerrarlo para siempre. Siempre tuve claro que Garaje Lola iba a tener un principio y un final sino corre el riego de caer en la mediocridad de la rutina. 

¿Cuándo y cómo se inauguró el espacio?

Inauguramos Garaje Lola en septiembre de 2020. Para la puesta de largo llamé a mi compadre, a mi amigo del alma, José Mercè. Tenía que ser el y solo él podía hacerme ese inmenso regalo. Hizo un recital de flamenco puro, fue un evento emocionante. Había mucho miedo y muchas restricciones. Fue muy complicado sacarlo adelante. La realidad en la calle, con la pandemia a pleno rendimiento era todavía muy dura. Lloramos con mascarillas. 

Quise también darle forma a las propuestas con la continuidad que da una temporada. Tenemos un aforo de algo más de 80 personas, ese es otro de nuestros atractivos. Una programación estable en una nave de Tetuán tiene su encanto. 

Me he curtido llevando la dirección artística de un espacio propio y colaborando con artistas a los que tengo especial aprecio y admiración, de los que he aprendido mucho y a los que considero buenos amigos. He trabajado con Jose Mercè, Marina Carmona, Nicola Beller Carbone, Rubén Amoretti, Esther Roma, Gregory Kunde, Pancho Corujo, Ruth Terán, Javier Galan, Isabel Cámara, Juan Francisco Parra, Domingo “El Colorao”, Gerónimo Rauch, Julio Awad, Ainhoa Arteta, Ramón Vargas, Stefano Palatchi, Borja Mariño, Jorge Blas, Ruth Iniesta, Javier Carmena, Celso Albelo, Otello Visconti, Silvia Vázquez, Anabel Maurin, Mabel del Pozo, Manuel Burgueras, Alberto Frías, Eva Marco, Carola Baleztena, Raquel Lojendio, Mariola Cantarero, Aquiles Machado, Adriana Garcia Abril, Carmen Solís, Juanma Navas, Nancy Fabiola Herrera, Sandra Ferrandez, Andeka Gorrochategui, Miquel Estelrich, Vasko Vassilev, Cristina Faus, Marta Poveda, Rubén Sanchez Vieco, Jose Vicente Perez, Jose Adrián Niz, Ciro Corujo, Miquel Ortega, Diana Navarro, Pasión Vega, Maite Alberola, Miguel Caravaca, Pilar Constancio, Shalva Mukeria, Irina Avramenko, Manuel Mas, Jose Ramón Martin Diaz, Lucia Millán, Jesús Bienvenido, Jesús Lavilla, Manuel Cerpa, Marta Sanchez, Gerardo Bullón, Enrique Viana, Ramon Grau y Cristina Presmanes. Si me he dejado a alguien pido disculpas por adelantado. 

Creo que también Garage Lola ha dedicado espacio al arte contemporáneo.

Sí, desde el principio Garage Lola dedica su tiempo y espacio al arte contemporáneo. Me interesa mucho apoyar de manera desinteresada a artistas que me llaman la atención. Somos una sala de exposiciones que no cobramos alquiler ni nos llevamos comisión por sus ventas. Ese es mi honesto compromiso con el arte de hoy que tanto me inspira. Es una idea puramente romántica y consecuente con el espíritu del espacio. Lo mas bonito de Garaje Lola es que todo el mundo sabe que estoy allí y suya es la decisión de venir o no. Es un lugar de esencia bohemia, un punto de encuentro divertido.

Emiliano Suarez blanco negro 

Dicen las malas lenguas que va usted a dirigir escena la próxima temporada en varios teatros de ópera.

Es cierto, uno de los proyectos esta en marcha y otros dos pendientes de confirmar. Voy a dirigir escena se pongan como se pongan… y mi agente, Vicente Alhambra, cree en mí. 

Finalmente, por tener un recuerdo para él en esta líneas, creo que Alfonso Cortina ha sido alguien importante para usted.

Sí, Alfonso Cortina fue la persona que me abrió los ojos en cuestiones fundamentales como restarle importancia a salir de la empresa familiar. Siempre me animó a buscar mi propio camino. Una vez me dijo: “Un artista no puede estar dentro de una empresa como la tuya”. Con Alfonso me veía a menudo para almorzar (así le gustaba decirlo). Cada vez reservaba y pagaba uno de los dos, era parte de la liturgia en donde nos gustaba disfrutar de la buena mesa. Aquellos años de  charlas y cortas sobremesas fueron un auténtico regalo, un privilegio. 

Le debo mucho a Alfonso Cortina, le debo mucho de lo que soy y de lo que hago hoy en día. Me trataba de dar buenos consejos como no ser impulsivo, ordenar ideas y priorizar, esperar para manejar los tiempos con más astucia… y tantas otras cosas.

Alfonso, dentro de su sobriedad y señorío se posiciono a mi favor cuando me enfrenté al Real de Marañón. Algún día contaré toda la verdad y nada mas que la verdad y contaré lo que opinaba Alfonso de todo esto. Si te soy sincero, nos reímos mucho, muchísimo de toda esta pandilla y de mis salidas de pata de banco. Le divertían mucho mis disparates.

Foto: © Raquel Loredo