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Clara Marrero: “La música clásica sigue metida en un baúl que huele a naftalina”

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Conversamos con Clara Marrero, la gerente de la Orquesta de la Radio de Berlín. De orígenes canarios, llegó a la capital alemana en 2012, después de su paso por Dresde y tras recibir la llamada de Daniel Barenboim para trabajar con él en la Staatskapelle. Actualmente, se ha volcado en desarrollar el perfil social de la formación berlinesa, que cuenta con Vladimir Jurowski como batuta titular al frente. 

¿Cómo y cuándo llegó a la Orquesta de la Radio de Berlín? Lo cierto es que usted tenía ya una anterior trayectoria en la ciudad, con Daniel Barenboim en la Staatskapelle y antes había estado también en Dresde, con la Staatskapelle, en la época de Fabio Luisi primero y con Christian Thielemann después. 

Yo era estudiante de violín en Las Palmas de Gran Canaria y tenía pensado continuar en Burgos con una alumna de Ruggiero Ricci, Isabel Vilá. Pero cambié de opinión y me tomé un año sabático en Viena, con la idea de aprender alemán y pensar bien lo qué quería hacer con mi vida profesional. Allí me matriculé en la universidad y estudié musicología, combinada con sociología y etnología. Terminados mis estudios me fui a Londres para mejorar mi inglés, donde tuve la suerte de poder trabajar en la National Gallery. Un año más tarde me fui a Múnich donde estudié Gerencia cultural. Al finalizar hice algunas práctias en la Bayerischer Rundfunk y en el festival de jóvenes artistas en Bayreuth. Ese mismo año, en septiembre, empecé a trabajar con la Sinfónica de Múnich, donde estuve casi cuatro años. Por aquel tiempo me llamaron de Dresde para sumarme al equipo de la Staatskpelle y me hice cargo de la parte técnica de gerencia de conciertos y giras. Llegué a Dresde en 2005, Fabio Luisi tomó las riendas en 2007, en 2010 tiró la toalla y en 2012 se hizo oficial la llegada de Thielemann, que ya llevaba por allí dos años.

¿Y entonces llegó la oportunidad de trabajar con Daniel Barenboim? 

Sí, estando en Dresde, acababa de aterrizar de vuelta de una tournee con Herbert Blomstedt, me llegó un mensaje de Daniel Barenboim por SMS, imagínese la impresión. Me propuso trabajar con él y con la Staatskapelle Berlín. El ha sido sin duda el artista que más me ha influido junto con Sir Colin Davis, con quien trabajé en Dresde. En Berlín con Barenboim aprendí muchísimo, fue una verdadera universidad para mí, pero pasados 5 años, coincidiendo con la llegada de un nuevo intendente, decidí terminar allí mi tiempo. 

La decisión de dejarlo venía también por mi intención de dedicarme a la música desde un perfil más social. En aquel tiempo contactaron conmigo varias orquestas, una de ellas fue la de la Radio de Berlín (o RSB), en verano de 2019. De las siete orquestas que hay en Berlín la orquesta de la Radio era, a pesar de ser una gran orquesta, la que tenía un perfil más bajo y por eso mismo me pareció la más interesante, la que suponía un verdadero reto. Yo conocía a Vladimir Jurowski desde 2005 y su presencia fue también un gran aliciente; Jurowski para mi representa el ideal de lo que un director debería ser y tener en pleno siglo XXI: repertorio muy amplio y diverso, sin miedo a lo nuevo, joven, muy buen comunicador y gran director 

Empecé a trabajar con la orquesta en diciembre de 2019, con la idea de posicionar la formación en la sociedad de Berlín. Tenemos un gran director, tenemos una gran orquesta con un repertorio muy amplio y teníamos, tenemos, el reto de encontrar nuestro público. La sociedad berlinesa es sumamente diversa y para llegar a ella hay que intentar hablar su propio y diverso “lenguaje” e ir así más allá de la fórmula habitual del concierto de música clásica.

La realidad sinfónica de Berlín es ciertamente particular, con grandes entidades como la Staatsoper, los Berliner, la Deutsche Oper, el Konzerthaus, la Komische Oper… ¿cómo se consigue singularizar una propuesta sinfónica, con semejante oferta alrededor? 

Cuando llegué a Berlín para trabajar con la Staatskapelle, en 2012, quise conocer de cerca todas las orquestas y fui a muchísimos conciertos, quise empaparme de la realidad local. Yo venía de la situación en Dresde, con dos orquestas muy diferenciadas: la Filarmónica de Dresde, una orquesta municipal con un público más local y del Este, y la Staatskapelle Dresde, con 475 años de historia y un perfil más internacional y quizá mas elitista. Era un esquema claro. 

En Berlín también todas las instituciones tienen su público, todas han conformado un lenguaje y han explicado por qué quieren hacer música y cómo quieren hacerlo. La Orquesta de la Radio de Berlín tenía un perfil muy particular y algo débil, marcado por sus orígenes en la Alemania Oriental. Durante muchos años la entidad no ha tenido una estrategia definida y la actitud ha sido algo conformista. Cuando yo llegué identifiqué esto como una de las necesidades y oportunidades más claras de la formación: había que crear un perfil y lograr un arraigo entre el público de Berlín. 

¿Y cómo sentó eso en el seno de la orquesta? Imagino que sería difícil proponer un nuevo rumbo. 

No ha sido fácil, pero es normal. Los músicos lógicamente quieren tocar las grandes obras, en las grandes salas y con las grandes batutas. Estas son las metas con las que normalmente se trabaja en su formación. Por ello es por lo que seguramente no se paran a pensar en detalles como, por ejemplo la ciudad en la que trabajan. En el caso de Berlin, un lugar con una gran diversidad cultural, con personas de todas las edades y de muy diversos gustos. En eso precisamente estamos trabajando, para intentar que esta orquesta sea una comunidad donde un determinado perfil de público se reconozca.

Durante décadas, siglos, hemos ofrecido una determinada idea de la música clásica, como un canon. Pero a día de hoy, en pleno siglo XXI, y más aún después de la pandemia del coronavirus, hemos perdido público, y a su vez nos hemos dado cuenta de que el camino que antes se seguía para llegar a escuchar una obra de Mahler, por ejemplo, se ha ido diluyendo. Nuestra sociedad ha cambiado. Si como orquesta de música clásica queremos seguir siendo interesantes, atractivos, “cool” tenemos que formar parte de esta sociedad, tenemos tambien que mirarnos y encontrarnos en ella.

Todos estamos buscando nuevos huecos y nuevos “lenguajes”. En Berlín hay una gran curiosidad por la música, también la música clásica; y precisamente por ello puedes atraer a gentes de perfiles muy diversos si haces el esfuerzo de hablar su “lenguaje”. La clave está en hacer cosas distintas, crear formatos para que, por ejemplo Mahler sea también aceptado por personas a las que les gusta ir a Berghain.

¿Por ejemplo? ¿Cuáles son esas “cosas distintas” que menciona?

Aquí tenemos por ejemplo el proyecto Konzert für Alle, ‘Concierto para todos’, es un proyecto que se desarrolló para que personas con discapacidad o disfunción cognitiva (autismo, Alzeihmer, demencia, sindrome de Down, etc.), o disfunción auditiva puedan asistir a conciertos, tener una experiencia equiparable a la de un espectador al uso. Hemos tenido la suerte de poder dar este paso gracias a una financiación de 300.000 euros por parte del Ministerio de Cultura alemán a la cual accedimos a través de ganar un concurso. 

Nuestro objetivo es lograr que personas con estas disfunciones se puedan sentar en un concierto sinfónico como usted y como yo. Ya lo estamos logrando y es una experiencia muy gratificante, muy bonita. Por ejemplo, en uno de nuestros primeros conciertos para personas con difilcutad auditiva la orquesta tocó obras de Mozart y Schumann mientras un actor especializado en trabajar poéticamente con el lenguaje de signos “interpretaba” la obra. Mientras en el público aquellas personas con disfunción auditiva recibían las vibraciones de la música a través de globos los cuales habíamos repartido al comienzo.

Tenemos que pensar que hay personas ahí fuera que a pesar de pagar impuestos como todos, y de esta manera contribuir a la existencia de nuestras orquestas, nunca han sido consideradas como un público potencial en nuestras salas. Este es un gran pero maravilloso reto.

En el caso de las personas con disfuncionalidad cuando vienen por primera vez, llegan con mucha expectación, algo de nerviosismo, incluso incómodos puesto que al fin y al cabo están en un entorno que les resulta ajeno; pero les gusta y cuando vuelven, ya existe una pequeña confianza creada, se les ve más relajados y disfrutan del mismo modo que nos ocurre a nosotros cuando vamos a conciertos. Para los familiares que les acompañan es también un gran paso. Todos queremos ser parte, nadie quiere ser excluido.

La Orquesta de la Radio de Berlín cumple ahora su centenario, ¿diría usted que es una formación con una personalidad particular, con un sonido propio?

Sí, hasta cierto punto sí. Es una orquesta de la DDR y por ello estuvo durante muchisimo tiempo bastante aislada del trasiego de músicos y estilos. Como pasa en Dresde o en Leipzig, mantienen un sonido bastante propio, porque de manera un poco incestuosa, podríamos decir, de maestro a estudiante, han ido trasladando su manera de tocar, esa idea de que “aquí se toca así” tan propia de las formaciones del Este. También eran orquestas educadas en la idea de que nadie debía sobresalir y el resultado es un sonido generalmente redondo, amalgamado, poco ególatra. La Orquesta de la Radio de Berlín aún mantiene ese tipo de sonido y es algo muy valioso.

"LAS ORQUESTAS, EN EL SIGLO XXI, DEBERÍAN REFLEJAR LA DIVERSIDAD DE NUESTRA SOCIEDAD"

Tengo curiosidad por saber cómo se ve desde Berlín la realidad sinfónica española. Y al revés, ¿cree que desde aquí tenemos idealizada la realidad sinfónica centroeuropea?

España en general, en términos culturales, tiene un gran complejo de inferioridad que no ayuda para nada a esa imagen tan contradictoria que aún se tiene de los españoles y que en absoluto se corresponde con la realidad. Es una pena. La cantidad y calidad de músicos que vienen de España y que están trabajando internacionalmente desde hace años es enorme. Creo que en España no somos conscientes de lo capaces que somos y del nivel que tenemos. Nos falta confianza en nosotros mismos. Tenemos que trabajar en ello, creernoslo y saber comunicarlo, sobre todo esto último.

En España, por lo que conozco, creo que la realidad presupuestaria es complicada y la financiación es a menudo a corto plazo, lo que dificulta mucho planificar a varios años vista con certezas y de forma visionaria. Eso en Alemania está garantizado, hay mucha más regularidad y seguridad presupuestaria. Pero  eso tiene su lado malo también, porque al darse por sentada la inversión, se invita a veces a una especie de conformismo creativo.

En Alemania hay unas ciento veinte orquestas mayoritariamente financiadas con dinero público. Sabemos que esto es un lujo. Ahora, el mayor garante para la existencia de una orquesta es el público, sin público no hay futuro. Por este motivo de un tiempo a esta parte tengo la impresión de que la música se ha convertido aquí en algo cada vez más comercial y menos creativo, con mucho miedo a tomar riesgos, lo que es una lástima.

Esto es importante comentarlo, sí, ¿por qué hay tanto miedo a salirse los cauces clásicos y conservadores a la hora de programar? ¿Por qué hay temporadas que parecen sacadas de los años cuarenta, de hace casi un siglo?

Después de la pandemia tenemos la oportunidad de conectar con nuevos públicos a traves de obras desconocidas y muy interesantes de la literatura musical; ya no se da tanto ese perfil convencional de público que venía buscando a Brahms o a Beethoven y que se sentía defraudado si no escuchaba su obra en cada concierto. A día de hoy creo que podemos correr ciertos riesgos siempre y cuando trabajemos regularmente para saber comunicar y acercar el contenido de la programación. No obstante pienso que muchos promotores no trabajan tanto en desarrollar una nueva formula para crear público, no invierten en nuevos formatos para acercar nuevos públicos. Son tiempos de mucho cambio y prefieren no correr riesgos optando al final por programar esas obras tan conocidas. No obstante, en nuestra reciente gira por España con Ibermúsica hemos llevado un repertorio relativamente poco convencional, con obras de Suk, Prokofiev y Rajmáninov. Tener a un director titular como Vladimir Jurowski al que se le conoce por este repertorio nos pone a todos el camino un poquito más facil. 

Esto es terrible, es como si nos estuviéramos disparando en el pie precisamente cuando más tenemos que aguzar la mirada para llegar a nuevos públicos. 

La música clásica sigue metida en un baúl que huele a naftalina. Los que nos dedicamos a este mundo, de manera profesional, sabemos lo mucho que la música - al fin y al cabo el arte en general - nos enriquece , como personas, como comunidad. Pero tenemos que trabajar para adaptar nuestro lenguaje al comunicar con esta sociedad tan diversa y de esta manera hacer más atractivo este mundo que nosotros tenemos la suerte de disfrutar; hay que atreverse y empezar por el propio público para crear una reacción en cadena. A mi este proceso me parece fascinate.

Como mujer y como profesional en este sector, me temo que tengo que hacerle una pregunta que seguramente no le haría si usted fuera un hombre. Y me da rabia, porque no es justo, pero creo que también es una ocasión de poner en valor la valía de las mujeres en este sector, que es mucha. Le pregunto, pues, ¿cómo ve la situación de las mujeres en los puestos de gerencia, en la música clásica? Hace treinta o cuarenta años, un perfil como el suyo en una orquesta internacional, era algo casi inédito. Ahí estaba Deborah Borda, que sigue estando al pie del cañón, pero era casi la excepción a la regla. En España cada vez hay más perfiles de mujeres gestoras que se han hecho un hueco: pienso en María Antonia Rodríguez en la ORCAM, Mónica Lorenzo en la OCNE, Alba Rodríguez también en la ORCAM, Sabela García en la Real Filharmonia de Galicia… Poco a poco parece que el techo de cristal en este sector va estando cada vez más lejos.

Es curioso porque yo en mis comienzos, aquí en Alemania, no tuve ningún problema real por ser mujer pero sí los tuve en cambio por ser de fuera, por venir de España en concreto. Seguía muy vigente entonces ese cliché del mediterráneo ocioso y poco trabajador. Ahora bien, aunque no tuviera problemas concretos, sí que es cierto que en muchísimas ocasiones en el pasado tuve que aceptar que determinadas conversaciones eran “conversaciones de hombres”, es decir, abiertamente machistas, en las que yo estaba como un convidado de piedra. 

No obstante siempre he definido bien mis metas sabiendo que los obstáculos forman parte del camino y que estos son valiosos para el aprendizaje. Lo cierto es que no me puedo quejar en absoluto sobre las metas conseguidas en un país que me ha aportado muchas y muy buenas cosas. 

Y respecto al relativo boom de las mujeres directoras en los últimos años, ¿cómo lo valora? Igual que muchos hombres han hecho carrera sin méritos para ello, quizá ahora corramos el riesgo de repetir el mismo error, forzando la presencia de mujeres en determinadas posiciones, antes de tiempo, porque hay cierta ‘moda’ con esta cuestión, es innegable a poco que veamos cómo se comunican algunas noticias y conciertos desde determinadas entidades. 

Sí, es así y es triste. Está de fondo el tema de las cuotas, explícitas o implícitas, que es un asunto muy controvertido con el que no me identifico. Yo me quedo con un hecho importante: el público lo pide, pide ver mujeres en el podio. Al final los espectadores quieren verse y sentirse representados en el escenario. Si introducimos a mujeres en posiciones relevantes en el escenario, abriremos la puerta a otras, de las generaciones posteriores y mandaremos un mensaje de que es posible estar ahí, a diferencia de hace cincuenta años, cuando era una quimera. No me gusta sin embargo que se haga marketing en torno a las titularidades de las mujeres en las orquestas, como si fuese un espectáculo en el que hacer incapie para vender entradas. Igualmente no me parece bien que se fuerce la presencia de obras de compositoras de siglos anteriores al siglo XX en todos los programas de una temporada, como están haciendo algunas orquestas, porque no es representativo tampoco de la realidad histórica que estas mujeres padecieron. Ahora bien, una orquesta puede ser un espejo, me quedo con esta idea: tener hoy en día en el escenario a una mujer y también a alguien trans o alguien queer, como sucedió hace unos años con los músicos negros y asiáticos, es igualmente parte de nuestro rol en las orquestas, tenemos que contribuir a esa visibilidad. Tenemos que reflejar la sociedad en la que vivimos.  

Finalmente, ¿cuáles son sus planes de futuro? ¿Hasta cuándo tiene pensado seguir en la Orquesta de la Radio de Berlín? 

Pues lo cierto es que ya he puesto fecha final a mi presencia aquí y, despues de 32 años volveré a España, con un proyecto en Galicia, que no tiene nada que ver con la música sinfónica sino con la creatividad y del que espero poder hablarle pronto.

Foto: © Robert Niemeyer