Cosme Marina: "Los festivales de verano se enfrentan a retos importantísimos"
Tras una larga etapa dedicada a la actividad musical ovetense, Cosme Marina llega ahora al Festival de Santander, tomando allí el relevo de Valentina Granados en la dirección artística en una de las citas estivales con más historia en nuestro país. Para conocer más de cerca sus planes y el legado que ha encontrado a su llegada, nos concede la primera entrevista para un medio de alcance nacional.
¿Cómo se produce su llegada al Festival de Santander? ¿Ha sido por designación directa o por concurso público?
De acuerdo con los estatutos del festival, la designación del director artístico tiene lugar por parte del patronato la tras la propuesta de candidatos que se lleva a cabo desde la presidencia del mismo. Mi nombre estaba entre los que se propusieron y finalmente me escogieron por votación. En este caso no hubo concurso público sino una decisión colegiada, ya que esa la forma de elección que contempla el propio festival.
Ya que sale esta cuestión a colación, le pregunto: ¿qué es preferible en estos casos, la designación directa o el concurso público? ¿Qué opinión le merecen los concursos públicos para direcciones artísticas en nuestro país?
El problema, según mi experiencia en España, es que en muy pocas ocasiones estos procesos son verdaderos concursos y rara vez son realmente públicos. En casi todos los casos hay un candidato prefijado por la institución de turno y se tiende a fingir un procedimiento público para dar la apariencia de una designación más justa, cuando en realidad no es así. Esto supone jugar con el tiempo y el trabajo de quienes se presentan y no deja de ser un fraude de ley en toda regla.
A la hora de la verdad, es mucho mejor apostar por una persona, con un perfil que encaja con lo que busca la institución que corresponda y con un compromiso concreto por un periodo de tiempo determinado. Desde luego, es una opción igualmente legítima que un concurso público; e incluso diría que es una opción más legítima en la práctica cuando el concurso público no es tal en realidad.
Sobre todo porque con la designación directa hay un ente político que se responsabiliza de un nombramiento, para bien o para mal.
En efecto, es una fórmula de responsabilidad compartida. Aquí en Santander se terminaba un ciclo, con Valentina Granados, y el festival decide apostar por una línea determinada. A mí me llaman después de haber tomado la decisión y antes de hacerla pública. Fue todo ejemplar en los procedimientos, siguiendo los estatutos del festival. Creo que es de agradecer que las cosas se hagan como legalmente está prescrito que se hagan. Todo sería mucho más fácil si siempre se hiciera así; nos ahorraríamos muchos esperpentos.
El Festival de Santander es una cita ilustre y señera en la programación estival de nuestro país. Es por tanto un festival con un legado importantísimo pero no es menos cierto que el panorama de los festivales de verano está cambiando mucho, en términos generales, dentro y fuera de España: por el perfil de los públicos, por la dinámica de las giras de las orquestas, etc. ¿Qué se ha encontrado a su llegada en Santander y qué pretende aportar?
Yo conocía mucho el festival porque llevaba treinta años viniendo a Santander en mi faceta de crítico, en mi vertiente más periodística. Al llegar me he encontrado un festival económicamente saneado, con unas cuentas en impecable estado, lo cual es digno de elogio y es importantísimo para poder trabajar bien. Por otro lado, es un festival con una proa artística muy clara, tras el paso por aquí de Jaime Martín y Valentina Granados. Y ahora, una vez superada la pandemia y todos los procesos extraordinarios que hemos vivido en estos años, creo que se enfrenta a un momento de transición y cambio, como el que enfrentan en realidad todos los festivales europeos. En este momento los festivales de verano se enfrentan a retos importantísimos.
Como usted mismo decía, el público está cambiando, de manera paulatina pero inexorable. Ya no se anticipan las compras como antes y determinadas formas de abono tienden a estar obsoletas. Es forzoso ya pensar de manera más flexible en la fidelización de nuestros públicos. Y como también usted mencionaba, las giras de las orquestas están cambiando: no podemos ya pretender que una formación venga a dar un único concierto en un festival, es insostenible desde el punto de vista económico y también desde la óptica de la sostenibilidad ambiental. Esto determina la necesidad de alianzas fuertes.
En este sentido, Valentina incidió mucho en una alianza con la Quincena Musical como festival hermano en el norte de España, pero también se ha trabajado con el festival Ravel de San Juan de Luz, también con Peralada, etc. Esto es algo fundamental y en lo que vamos a trabajar durante los próximos años, por ejemplo colaborando con Edimburgo o con los Proms, festivales con los que tiene sentido colaborar en giras que en su viaje hacia la Europa continental pasen por el norte de España. Esto es algo en lo que estamos trabajando ya, en coordinación nuevamente con la Quincena. Tenemos que lograr reeditar en verano la misma red tupida de colaboraciones que sostiene ya la programación de nuestras entidades durante la temporada invernal. Esto es algo que redunda en una reducción de costes importantísima.
Todo esto, sin perder de vista la presencia de las formaciones locales, los artistas españoles, a los que tenemos que apoyar y a los que necesitamos para dar forma a nuestra programación de una manera fundamental.
Mencionaba ahora la relación con la Quincena Musical, que es ciertamente un festival hermano en el norte de España con el que la sinergia es lógica y natural, pero no deja de sorprender que una parte importante de las respectivas programaciones se repita o coincida. No pasa todos los años, pero sí quizá se observó más en las ediciones inmediatamente posteriores a la pandemia, en las que se desdibujaba un tanto la personalidad propia de cada festival.
Sí, efectivamente la salida de la pandemia obligó a sumar esfuerzos, en una economía de medios total. Para aminorar riesgos, se compartieron muchos proyectos. Eran además años de una sangría tremenda de espectadores, por los aforos limitados. Y colaborando de esta manera se ajustaron mucho los costes; y es que más allá de los cachés artísticos, que todo el mundo ajustó de manera responsable, luego hay unos gastos mínimos de viajes, hoteles, dietas, etc. que no te puedes saltar. En giras grandes, el caché termina siendo lo de menos, el gasto más fuerte es la infraestructura.
Dicho todo esto, es importante y clave compartir siempre y cuando no se pierda la personalidad de cada entidad. Esto se puede lograr a través de otras líneas de programación, más propias. Y además hay formaciones, conjuntos en gira, que se prestan a ejecutar programas distintos en cada festival, como pasa este año con el Bach Collegium Japan.
El capítulo de los costes de infraestructura, que ahora mencionaba, empieza a ser un problema si no me equivoco. Los precios de hoteles y aviones se han disparado y todavía más en lugares especialmente turísticos en fechas estivales, como Santander o San Sebastián.
Sin duda, este capítulo empieza a ser muy preocupante. Los festivales de verano estamos enfrentando un problema grave con los costes de los hoteles. Estamos llegando a un punto en el que no es que nos cuesten muy caras las habitaciones, es que ni siquiera tenemos acceso a ellas porque la industria hotelera prefiere comercializarlas de otra manera. Es un quebranto económico verdaderamente preocupante; ese capítulo del gasto se ha incrementado en un 50% como mínimo.
Por otro lado, esto es también un problema para nuestro público, para los propios espectadores. Tenemos público local, por descontado, pero también público que acude desde fuera, sea desde otras localidades de España o incluso desde Inglaterra, donde tenemos una magnífica comunicación a través del ferry. Pero si los hoteles son excesivamente caros, ese público vendrá menos o dejará de venir al festival. El melómano habitual hace años que dejó de ser un ricachón, es un ciudadano medio como lo somos todos. Y la solución a este asunto me temo que no es fácil porque los hoteles son empresas privadas y ponen sus precios según la oferta y la demanda.
Siguiendo con la cuestión económica, ¿cuál es la realidad presupuestaria del festival? Creo que cuentan con 2,3 millones de euros, de los cuales 1,3 procede instituciones públicas y 640.000 de la venta de localidades.
Sí, además este año el Gobierno de Cantabria ha ampliado en 100.000 euros su contribución, una subida significativa que nos ha permitido afrontar algún proyecto más en la programación. Además es importante que todo el patrocinio privado se mantiene, es un puntal importante contar con ese respaldo de la sociedad civil de Cantabria. La taquilla es otro capítulo sustancial, no hay que olvidar que los espectadores son un ente clave para sostener el presupuesto.
Un aspecto importante y a poner en valor en la programación del festival creo que es su propuesta más allá de Santander, algo que contribuye a enriquecer la propuesta a lo largo del territorio.
Sin duda. Marcos Históricos es una fórmula de trabajo muy valiosa ya que une música con patrimonio y es algo que no ha dejado de crecer desde que se puso en marcha. Mi intención es que siga creciendo. Aquí en Cantabria el patrimonio es extraordinario: iglesias, palacios e incluso cuevas, que es otro ámbito patrimonial que exploraremos en los próximos años. Como usted decía, el impacto territorial del festival más allá de la propia Santander es clave para que se tenga la sensación de que la programación es cosa de todos, un evento compartido por toda Cantabria. Marcos Históricos siempre ronda la ocupación del 100% por lo que la aceptación de la propuesta es total; y son propuestas de pago casi en su totalidad. Es una línea de trabajo acertadísima.
En su caso particular, la idea supongo que es compaginar su posición en Santander con sus tareas en Oviedo, que no son pocas, sobre todo con el Festival de Teatro Lírico y la programación del Auditorio Príncipe Felipe.
Sí, pero hasta cierto punto. Hasta junio estoy terminando mis obligaciones programando todo lo que estaba ya en marcha en Oviedo pero luego progresivamente iré dejando alguna de las cosas de las que me ocupo allí. Una vez pase el festival de este año en Santander me sentaré a analizarlo y decidiré con qué cosas sigo y con cuáles no. Compartir los esfuerzos siempre es complicado y a mí no me gusta hacer las cosas a medias. Si estoy en Santander es para implicarme al cien por cien.
Finalmente, ¿qué comentaría o destacaría de la programación de este año en Santander?
Destacar, honestamente, no destacaría nada porque cada espectador hace su propia elección y siempre es injusto destacar unas citas en detrimento de otras. Sí me gustaría insistir en que este es un festival a cuatro manos. Valentina tenía tejido ya el soporte fuerte del festival y desde enero nos pusimos mano a mano los dos a incorporar y cambiar algunas cosas. Hemos trabajado estrechamente hasta el 30 de abril y ha sido una verdadera bendición hacer una transición así, tan ordenada y cordial. Este es un festival muy debatido y comentado por los dos, muy compartido. Ha sido muy enriquecedor para los dos, creo; nos conocíamos de la profesión, lógicamente, pero no teníamos una relación tan estrecha hasta ahora. En el festival me he encontrado también con un pequeño gran equipo, con una dedicación total a su trabajo.
En Santander, por cierto, cada vez hay más actividad durante el año, tanto de lírica como de sinfónico.
Sí, esto es algo muy bueno. Creo que se está desarrollando de manera lenta pero ordenada. Y esto es fantástico porque el invierno redunda en el verano y viceversa. No es bueno que un festival sea una burbuja aislada en verano. Por eso hay que celebrar que en los últimos años se vaya articulando ya una mínima temporada lírica, con visos de crecer por la propia demanda del público. Y cada vez más formaciones sinfónicas consideran Santander para sus giras por España. Esto es bueno para todos. Hubo un circuito del norte que se fue perdiendo y que ahora se está revitalizando.
Fotos: Pedro Puente / FIS