Teresa Catalán: “Los músicos somos parte del tejido cultural y no podemos eludir el compromiso”
La compositora, educadora y divulgadora navarra Teresa Catalán (Pamplona, 1951) se ha consagrado como una de las creadoras e intelectuales de la música más fundamentales del panorama nacional. Firme defensora de la educación como agente del cambio social y del potencial transformador de la reflexión y del arte en aras de la igualdad y la libertad, Catalán ha desarrollado desde los años 70 una actividad poliédrica bajo estas convicciones insobornables, ya sea componiendo música absoluta del más alto nivel -con un repertorio a sus espaldas de más de 80 obras que le ha granjeado, entre otros, el Premio Nacional de Música o el Premio Príncipe de Viana de la Cultura-, ya como docente del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid -institución de la que es Catedrática Emérita-, ya como activista y divulgadora musical -fue co-fundadora del Grupo de Compositores de Pamplona Iruñeako Taldea Musikagilleak y es miembro del Consejo Estatal de las Artes Escénicas y de la Música, y del Consejo Artístico de la Música y del Consejo del Teatro Real-. Estos días es noticia por el estreno absoluto de su última obra orquestal, Azul, encargo de la OCNE que dirigirá Jaime Martín como parte de un programa que se completa con la Quinta de Mahler. Será los días 7, 8 y 9 de junio en el Auditorio Nacional de Música de Madrid.
En 2021 inauguró la temporada de Fundación Baluarte con el concierto para flauta El canto de Atenea bajo la dirección de Alondra de la Parra y con la solista Pilar Constancio y en 2022 la Sinfónica de Euskadi le encargó La victoria vacía. Ahora estrena una nueva obra sinfónica, Azul, por encargo de la OCNE, sobre la volubilidad del tiempo. ¿Cuáles han sido los retos técnicos y estéticos que ha asumido en esta composición?
Azul se concreta como respuesta a preguntas que surgieron en el trabajo anterior. Aprendo con cada obra, que realmente no conozco bien hasta que la termino, y siempre surgen incógnitas que debo resolver en la siguiente, y así en una especie de rueda sin fin que resuelve menos cosas de las que cuestiona. Por supuesto que en música el reto técnico está siempre presente ¡y hay que arriesgar!, claro, es la forma de aprender. En cuanto a la estética, he mantenido en el tiempo un criterio y sobre él trabajo. Es una cuestión de coherencia.
Le quiero preguntar por el azul porque encontramos en su catálogo otra obra “pintada” de este color -Canción azul (2010) para piano- y no puedo dejar de pensar en otros artistas -Man Ray, Picasso o Machado, etc.- que se vieron seducidos por este color...
Añadiría a esa magnífica lista los azules de Yturralde, y a Kandinsky, que en De lo espiritual en el arte, también habla sobre el azul… No sé, supongo que el color forma parte de nuestra respuesta emocional, y no sé cuál es la razón, pero exactamente el azul en cualquiera de sus gamas es el que prefiero, y lo que es más importante, es el color favorito de mi hijo Carlos, dedicatario de la obra. Por otra parte, de la misma manera que no tengo costumbre de firmar notas al programa, tampoco suelo poner títulos que puedan ser representativos, prefiero dar libertad al que escucha y que la música y su polisemia pase a ser dueña del oyente que pone sus conclusiones.
Con más de 80 obras a sus espaldas desde aquel remoto y tentativo Equilibrio, ¿cómo valoraría su trayectoria estética y artística como compositora?
Como también decía mi Maestro, Agustín González Acilu, no me considero más que una trabajadora de la música, con la música y por la música, y no comprendo bien a los que se autodenominan artistas. Un aspecto que me ha ocupado siempre es ir trazando caminos por donde transitar. Y en el caso de la trayectoria estética, en el año 88, ya expuse en un artículo junto con Patxi Larrañaga, una reflexión sobre nuestra función en este momento histórico. Ya decíamos entonces que la férrea imposición de la novedad a toda costa debería ser discutida y confrontada al conservadurismo estéril. Hay que buscar equilibrios para llegar al punto de comunicación desde donde entenderse, incluso en la complejidad que vivimos. Y en eso estamos.
En su discurso de agradecimiento como depositaria del Premio Príncipe Viana de la Cultura, exhortó a un futuro más solidario y consciente. Usted siempre ha destacado y reivindicado la responsabilidad social y educativa de la música y su convicción, muy en línea con el aforismo Nulla aesthetica sine ethica, de que el sentido del arte es compartir el conocimiento y contribuir a la mejora social ¿Cómo encuentra esta convicción acomodo en sus composiciones?
Hago mi trabajo convencida de que tengo una responsabilidad ética con la sociedad, porque le tengo que devolver algo de lo que he recibido y porque no hay que despedirse sin haber contribuido aunque sea un poco a que todo vaya mejor. Eso significa sinceridad, y no hacer lo que conviene sino lo que considero que es preferible; no se puede entender la profesión como una carrera hacia el éxito, hacia la aceptación, buscando el vacío del “like”, sino como una oportunidad para ir adquiriendo conocimiento y transmitirlo. No se trata de triunfar, se trata de ser.
Al hilo de esto, y ampliando el enfoque de la cuestión al panorama general, ¿qué opinión le merece la salud actual de la música de creación en España?
En España ha habido y hay unos compositores excelentes, no creo que nadie lo pueda discutir. Es una pena que no se conozca su obra, que no conozcamos más nuestra música, pero cada vez nos centramos más en un repertorio determinado, muy blindado ante la novedad (digo novedad de cualquier época, programamos poca música española de todos los tiempos).
En varias ocasiones ha hecho notar que la música de creación, a diferencia de la música de consumo, tiene el compromiso de reflejar la complejidad del mundo y que el mejor consejo que puede darle a un compositor o compositora joven, es esforzarse y “hacer las cosas bien”. ¿Qué significa “hacer las cosas bien” en un presente como el nuestro?
Cuando hablo de hacer las cosas bien, me refiero al compromiso. Estamos en un mundo con en el que hay que comprometerse y al que no podemos exigir –ni del que podemos esperar- sólo bienestar y gusto, sino que le debemos dar lo que necesita, que no es exactamente nuestra comodidad. Hay que contribuir a que esté listo y en las mejores condiciones sociales y ambientales para el futuro de nuestros nietos. Los músicos tenemos un papel en todo eso, somos parte del tejido cultural que es imprescindible en el bienestar y el progreso, y no podemos, ni debemos, eludir el compromiso. No es fácil, pero si no lo hacemos se notará.
A propósito de la normalización de la igualdad en la música, usted siempre se ha mostrado muy prudente en su opinión, desconfiando de la famosas cuotas de mercado y confiando en el paso firme de la mujer dentro de un convulso escenario global que nos afecta a todas y a todos por igual. ¿Piensa entonces que el feminismo “productivo” o a largo plazo se hace desde la acción transformadora y responsable del artista, independientemente de su género?
El futuro lo hacemos todos, pero desde la igualdad real, sí. Hay que empezar por la educación, es el único camino. Eso es clave o no la alcanzaremos nunca. Todavía falta para llegar.
Estudió con Fernando Remacha, Ramón Barce y de González Acilu en el Conservatorio Pablo Sarasate de Pamplona y con Donatoni en Siena. A propósito de este último es muy conocida la anécdota de que, al llegar a Italia, este le dijo que usted tenía dos problemas: “ser mujer y española”. Años después se convertiría en la primera mujer en obtener la Cátedra de Composición e Instrumentación en España y en una de las compositoras más celebradas y premiadas de nuestro país. ¿Qué le diría a Donatoni ahora?
Entonces le respondí. Le dije que ninguna de esas dos cosas tiene remedio, y continué en el curso, porque si no lo hubiera hecho, habría vencido esa brutalidad irracional. Lo peor fue que no pude clamar por lo que consideré una vejación. Afortunadamente, hoy algo así sería imposible. Y, por cierto… ya que lo menciona, permítame poner en valor aquél conservatorio de Remacha, porque fue excepcional. Músicos extraordinarios como Luis Morondo, Juan Eraso, Luis Taberna o Pilar Bayona, métodos y sistemas novedosos como los de Orff o Hindemith (auténticas novedades entonces) y tantos logros que hicieron un centro excepcional. En aquellos tiempos ya tuvo visitas de personajes como Stockhausen (creo que fue en el año 61), o incluso antes, en los cincuenta, hubo cursos de música electrónica que impartió Urgoiti, en fin, algo excepcional, sí.
Su carrera profesional se ha apoyado en tres pilares: difusión, docencia y composición. Y ha afirmado en varias ocasiones en que estas tres facetas han coexistido en armonía y sido orgánicamente fecundas, no siendo posible comprenderlas como elementos estancos. En relación con esta cuestión… ¿Cuánto hay de sus alumnos y del público en su obra?
Mis alumnos me han enseñado muchísimo. He aprendido de ellos y con ellos, me han mantenido –y me mantienen- al día, con esa mirada necesaria a un mundo que cambia tanto y tan rápidamente y que sin ellos es más difícil comprender. Me siento muy agradecida. Además, comprobar cómo están haciendo sus carreras musicales es emocionante. Estoy orgullosa porque están en áreas distintas, estéticas personales bien diferentes, criterios dispares, cada uno ha seguido su rumbo, y eso, de verdad que es emocionante. Tuve mucha suerte, he tenido alumnos excepcionales. En cuanto al público, es al que me dirijo…, el público siempre es el cómplice del músico. Sin los tres cómplices en el milagro que es la música… pues no existe. Creador, intérprete y público son los factores de esta ecuación, somos cómplices.
Aunque es de natural optimista, se ha mostrado escéptica en relación a la enseñanza superior de la música por la situación legal y sociopolítica que esta atraviesa actualmente en nuestro país. ¿Cuáles serían los remedios que usted pondría a esta situación endémica?
No es escepticismo. Me siento escandalizada, frustrada, enfadada, porque ningún político, a lo largo de tantos gobiernos de distintos signos, ha comprendido que las enseñanzas artísticas no pueden estar reguladas con leyes de enseñanzas medias. ¿Alguien concibe una universidad con la ordenación legal de un instituto? Pues así llevamos tantos y tantos años… Es tan lamentable… No tenemos investigación… estamos perdiendo el futuro. Pero, ¿por qué no somos capaces de un pacto por la educación?, ¿cuándo vamos a dedicarnos a lo importante?, ¿hemos perdido la conciencia de que eso, exactamente la educación y no otros puntos de actual atención prioritaria, es el futuro?, el futuro real quiero decir, el que generará riqueza, cultura, patrimonio, bienes para todos… es muy frustrante seguir así. Desde hace muchos, muchísimos años he trabajado –como tantos compañeros-, para tratar de que algo cambie, pero no nos han hecho caso nunca.
¿Remedios?, el primero, una estructura universitaria (que no debe significar necesariamente la incorporación directa en la universidad, puede haber campus específicos para las artes), y el segundo, racionalizar el número de conservatorios superiores. Considero que habría que partir de potenciar la red de escuelas elementales porque son un servicio extraordinario a la sociedad; además, los conservatorios profesionales deberían ser enseñanzas integradas para evitar dobles jornadas que hoy convierten a los alumnos en héroes y conducen a la pérdida de mucho talento, y los superiores, centros universitarios con todo lo que esto significa. Hay soluciones, pero no sólo hay que verlas, hay que implantarlas.
En los últimos años ha recibido premios y distinciones tan importantes como el Premio Nacional de Música (2017), Premio Príncipe de Viana de la Cultura (2021), Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2021) y el Premio Eusko Ikaskuntza de Humanidades, Cultura, Artes y Ciencias Sociales (2022). Habiendo comentado en alguna ocasión que usted padece el “síndrome del impostor”… ¿cómo se ha enseñado a gestionar el peso o la responsabilidad de estos méritos institucionales?
Un premio es siempre una responsabilidad, hay que estar a la altura. No es fácil compaginar el agradecimiento infinito por esos reconocimientos, con la sensación de no estar convencida de que realmente los merezco. El “síndrome del impostor” consigue inquietar mucho y algunos momentos no son fáciles, pero tiene la ventaja de que no me deja lugar a la vanidad. Me siento gradecida, pero sigo como siempre, sin más. Cuando pienso en los premios, sólo tengo ganas de trabajar para no defraudar, para corresponder de alguna manera.
No puedo evitar preguntarle, ya que le hago esta entrevista desde su ciudad natal -Pamplona- y recordando aquel piano del Museo de la Universidad de Navarra que la vio nacer como compositora, cómo siente el terruño Teresa Catalán y de qué manera Navarra toma cuerpo en una obra de naturaleza metafísica y ecuménica...
Navarra para mí es raíz, referencia, familia, amigos, expansión del espíritu, paisaje, color, confort, vida… y supongo que todo eso influirá en cómo soy y en cómo me expreso. Mmmmm, no lo dudo. He tenido suerte de amar y encontrar significado en un lugar concreto y a la vez vivir y aprender en el mundo ¿verdad?
Con excepción quizás de la ópera, ha compuesto para todos los géneros de la música -cámara, voz, orquesta- ¿Qué retos compositivos o idearios artísticos desearía afrontar en el futuro?
Seguir adelante desde el punto donde dejé la última obra. Si llega la ópera será porque creo necesario hacerla, ya veremos. De momento tengo en la mano –y es en lo que dejo mi atención plena-, una obra para viola sola, otra para piano, un proyecto en colaboración con otros creadores y la revisión de una obra de orquesta, también tengo que leer mucho para enunciar preguntas, quiero escribir algún artículo que tengo pendiente hace tiempo, y… seguir, seguir buscando y aprendiendo, que es lo importante.