Elīna Garanča: “No sabría vivir sin la zarzuela”
La primera vez que entrevisté a Elīna Garanča (Riga, 1976) fue hace ya cinco años, en Viena. Hablamos entonces de sus planes por venir y prácticamente todo lo que me anunció en su día se ha ido cumpliendo con precisión hasta la fecha. Tras la pasada temporada, en la que debutó Eboli y Dalila, la mezzosoprano letona aborda ahora una imponente agenda que incluye la apertura de temporada en el Met con Samson y Dalila, junto a Roberto Alagna y su debut con la Didon de Les Troyens, en París. Conversamos con ella acerca de la evolución de su voz, la ampliación de su repertorio y su fascinación por la zarzuela y por España, donde reside durante parte del año.
Por fin cantó en el Teatro de la Zarzuela. Lo anhleba usted y lo anhleabamos muchos, el público enloqueció esa noche.
Fue algo maravilloso. Me siento muy orgullosa de lo que hicimos. En realidad, lo hemos comentado alguna vez con mi marido Karel Mark Chichon, siempre me ha parecido una temeridad venir aquí a cantar zarzuela. Pero me hacía mucha ilusión. Es un repertorio que amo y que he llevado conmigo por todo el mundo.
¿De dónde viene en su caso esa pasión por la zarzuela? Lo cierto es que no parece haber una conexión muy obvia entre Letonia y el género lírico español.
Desde pequeña la música española estuvo presente en mi casa. Mi madre, que sería después mi maestra, cantaba a menudo piezas de Obradors, Falla, Guridi, Granados… Más tarde, estudiando el repertorio de ópera descubrí la figura de Teresa Berganza, quien siempre me ha fascinado y con ella me acerqué aún más al mundo de la zarzuela, del que me enamoré profundamente ya entonces. A partir de ese momento sentí un enorme curiosidad y seguí escuchando a otras grandes intérpretes como Victoria de los Ángeles o Pilar Lorengar. También la figura de Plácido Domingo fue importante, pues ha sido un gran embajador internacional para este género. Y así hasta hoy, que no sabría vivir sin la zarzuela (risas).
En relación con todo esto, usted ha sido una gran intérprete del papel de Carmen, muy vinculado con Andalucía y con el estereotipo de la mujer española.
Yo nunca he creído en los tópicos del temperamento geográfico: esa idea de que la gente del norte somos fríos y las personas del sur son más calientes. Cada uno tiene su fuego dentro y aunque a primera vista no lo parezca, yo creo que los letones se parecen mucho a un bailador flamenco: tienen la espalda recta, no gesticulan demasiado, pero de vez en cuando todo su fuego explota. Con un papel como Carmen me gusta romper los clichés. A menudo los roles para mezzo-soprano implican temperamentos de mujeres fuertes y poderosas. Me gusta transmitir que Carmen es algo más que una mujer fuerte; también es vulnerable, bromista... hay mil colores en este personaje.
Su pasada actuación en el Teatro de la Zarzuela fue su primera tentativa con un repertorio de zarzuela más amplia, más allá de las romanzas populares que ha venido ofreciendo a menudo en sus conciertos. ¿Qué miedos, dificultades o compromisos le salen al paso cuando se enfrenta a la zarzuela?
Miedos ninguno, porque tengo claro que ofrezco mi versión de este género maravilloso, nada más y nada menos. No intento imitar a nadie. No puedo, no quiero y sería absurdo. La zarzuela tiene una gran tradición, tiene sus intérpretes… yo me limito a cantarla como la siento, muy dentro de mí. Por supuesto, mi mirada sobre la zarzuela es distinta, es la mirada curiosa de alguien que descubre el género desde fuera, que no lo ha vivido como algo propio. Y creo que pasa como con la opereta en Alemania: no son géneros superficiales, por muy populares que sean. Para hacerlos bien hay que conocer su música a fondo y controlar muchos detalles técnicos.
¿Y para cuándo una zarzuela completa con Elīna Garanča en escena?
(Risas) Uy, no sé… Me gustaría mucho. También es algo que depende del Teatro de la Zarzuela. Todavía no hemos hablado de ello. Yo querría tener un mayor conocimiento del español, para poder improvisar si me olvido del texto (risas). Pero sí… va siendo hora de hacer una zarzuela completa…
Detrás de su fascinación por la zarzuela entiendo que hay también una fascinación por España como país y como cultura.
Sí, por supuesto. En comparación con Letonia creo que hay allí un temperamento más introvertido y quizá más racional. Aquí en España en cambio la gente es mucho más familiar y encuentra la felicidad incluso en lo más pequeño. En general hay un ritmo de vida más relajado y un temperamento más vivo y despierto que me fascina. No sabría decir muy bien por qué pero en España me siento como en casa…
Ya en 2013, cuando hablamos por primera vez, me contó sus planes con respecto a su repertorio. Y prácticamente todo se ha ido cumpliendo al milímetro: se han ido quedando atrás el belcanto y Mozart junto con algún papel puntual como el Octavian de Rosenkavalier; ha debutado Santuzza de Cavallera rusticana, Eboli de Don Carlos y la Dalila de Saint-Saëns. Ya entonces me dijo también que quería cerrar esa evolución del repertorio con Amneris de ida y Kundry de Parsifal, ¿sigue con ello en mente?
Sí, las tengo las dos apuntadas en mi calendario. Llegarán en 2021 y en 2022. De hecho ya estoy estudiando la Amneris, poco a poco; la debutaré en Gran Canaria y la haré más tarde en París y en Viena. Mi repertorio ha ido creciendo conforme mi voz se ha ensanchado. Ahora quiero disfrutar de todos estos papeles nuevos durante un tiempo. Por eso no pienso aún en más debuts después de Amneris y Kundry. Después de Verdi, verismo y Wagner... ¿Dónde más puedo ir? (risas) Es una situación rara, sabe: Amneris es uno de los papeles por los que yo decidí emprender la carrera profesional como cantante. Es un papel que yo soñé con cantar algún día y me encuentro ahora con que ese sueño se va a hacer realidad muy pronto. Es como si con ello hubiese llegado ya a la cumbre que me marqué siendo joven y me desasosiega un poco pensar en lo que vendrá después. Pero por mi experiencia es bueno disfrutar de un papel durante años: las primeras veces se canta más con el corazón y las siguientes ya más con la cabeza (risas).
"Cantaré Amneris y Kundry en un par de años”
También tiene ahora de nuevo en agenda la Didon de Les Troyens de Berlioz, un papel que no pudo debutar en su día.
Sí, tuve que cancelarla por mi embarazó y la recupero ahora en París, este próximo invierno.
Y con respecto a Wagner, ¿no ha pensado en ningún otro papel más allá de Kundry? ¿Quizá la Venus de Tannhäuser?
Me gustaría, sí. Pero al final son los teatros los que hacen las ofertas. No siempre es fácil convencerles para un debut que pueda parecerles menos obvio. Casi todos los programadores me conocen por mi repertorio de belcanto, Mozart, Strauss y Carmen. Y creo que aún les cuesta verme en otros papeles. Me ha pasado con Santuzza, que ya he cantado en dos ocasiones. Ahora me la están pidiendo en todas partes, pero en un primer momento nadie parecía tenerlo claro. Por ejemplo he tardado casi dos años en encontrar el teatro y el director adecuados para debutar Kundry. Para mí es un repertorio delicado y nuevo, donde necesito una batuta que me ayude y me cuide con un debut como ese.
¿Puede ser que esté hablando de Thielemann y Dresde?
Puede ser sí, pero también puede ser Petrenko... Ya veremos… (risas). También tengo que ver como responde mi voz a una agenda llena de compromisos con mis nuevos roles.
¿Con quién trabaja ahora?
He tenido cuatro profesores: mi madre primero, después una maestra de Rumanía, más tarde una de Amsterdam y ahora tengo un maestro americano que vive en Berlín. Cada uno de ellos me ha enseñado lo que mi voz necesitaba en cada etapa, conforme mi repertorio y mi voz han ido evolucionando. Este es un proceso que nunca termina. Claramente conozco mi voz mucho mejor que hace cinco o seis años, pero al abordar ahora un nuevo repertorio, seguro que observo cambios y tendré que hacer ajustes para proteger la voz de la mayor carga emocional que implica este repertorio.
Mi sensación, al hilo de esto, es que su voz no ha cambiado tanto de cara al oyente como usted pueda sentir o experimentar cuando la usa. En su caso hay cambios, pero el centro de la voz y su mecánica siguen siendo plenamente reconocibles.
Sí, totalmente. Es así. En realidad mi voz se ha alargado o más bien ensanchado. No he tenido un cambio tan drástico como por ejemplo Anna Netrebko, que ha pasado del belcanto al verismo. Pero seguramente algo semejante sucederá con mi voz de aquí a cinco o seis años, que es la diferencia de edad que tengo con Anna. Hay algo muy importante que estoy viendo ya con Santuzza y Eboli y es que se pueden emplear elementos belcantistas para cantarlas, aunque haya una cierta tradición que va por otro lado. Mi voz nunca va tener una sonoridad dramática o próxima a los colores de una contralto. Pero me interesa lograr un encaje entre esos recursos belcantistas y otras opciones de expresividad, como emplear más el registro de pecho, abrir puntualmente la voz, dar un poco más de rotundidad, etc. Yo siempre digo que una Eboli necesita llegar bien a un Do agudo para tener un Si bemol con tranquilidad. Y eso es algo que quiero mantener; no quiero que mis notas agudas suenen como lo último que tengo en mi voz. Hay dos referencias del pasado que valoro mucho: Irina Arkhipova y Christa Ludwig. Y ambas, con un repertorio amplísimo y dramático, mantuvieron hasta el final de su carrera un instrumento lírico. Yo nunca voy a sonar como Obratzsova, tampoco lo pretendo ni tengo los medios para ello.
"No quiero perder mis raíces belcantistas"
¿Cuántos años atesora de carrera profesional?
El próximo año serán ya veinte... (suspira).
¿Y cuál es el balance?
A veces me meto en Youtube, busco videos de mis comienzos y no me parece que sea yo (risas). De verdad, hay veces que encuentro grabaciones de cosas que ya ni recordaba haber cantado. Bromas aparte, gracias a dios nunca he tenido un momento de caída o de crisis. Mi evolución ha sido muy regular; siempre hay cosas que salen mejor que otras, pero dentro de un equilibrio. Siempre he tenido consciencia de que tenía que ir poco a poco, cuidando mi voz y en general mi vida, mi persona. Tengo ya mucha experiencia conmigo y si pienso que puedo cantar aún otros quince o veinte años, la verdad es que puedo completar una carrera importante. Será casi un milagro para mí, la verdad es que nunca habría pensado en llevar ya dos décadas cantando con tantos planes por delante. Lo cierto es que empecé muy joven, con apenas veintidós años, primero en Meiningen y después en Frankfurt. En aquellos años aprendí mucho de mis errores y de mis carencias.
Volviendo a su repertorio, en alguna ocasión ha dejado entrever que no le importaría atreverse también con la Azucena de Il trovatore.
Si la canto cuando tenga cincuenta y cinco años puede tener sentido (risas). La verdad es que cada voz es un mundo y en mi caso he tenido la suerte, al menos yo lo vivo así, de poder ir abriendo mi repertorio poco a poco. Hay colegas que tiene su voz plena ya con treinta y pocos años y lo difícil en esos casos es mantener la forma y la tensión durante dos décadas con un repertorio que es el que es, sin poder ir demasiado adelante o atrás. Si una tiene la fortuna de ser un fenómeno vocal como era Cossotto, capaz de cantar Azucena con apenas treinta años, adelante. Pero ese no es mi caso; no digo que sea mejor o peor, pero no es mi camino.
Y en repertorio alemán… ¿nada más allá de Wagner? ¿Quizá Strauss?
Sí, es posible, más adelante. Pero tengo la impresión de que tanto Wagner como Strauss no dejan a veces mostrar toda la voz, la linea melódica en un sentido grande y amplio, con esas frases largas tan propias del belcanto y el repertorio que estoy haciendo ahora. Creo que es una evolución lógica que llega con el tiempo, como demuestran las carreras de otras colegas. Agnes Baltsa llegó a este repertorio después de mucho tiempo, tras cantar todo lo que yo estoy haciendo ahora.
En 2013 me dijo que soñaba con cantar algún día una Mariscala de Rosenkavalier.
(Pensativa) No sé… (risas).
Cambiemos de tornas. De un tiempo a esta parte parece obvio que el movimiento “me too" ha tenido un impacto importante en el mundo de la música clásica y la ópera. Como profesional de la lírica y como mujer, ¿cuál es su punto de vista y su experiencia al respecto?
Es difícil hablar de esto cuando nunca has sufrido o vivido una experiencia así. Gracias a dios o gracias a mi personalidad, ha sido así. Siempre he sentido respeto y aceptación por parte de otros colegas y profesionales. Nunca he sufrido ninguna situación incómoda. Sí he escuchado a algún comentario más inoportuno que otro, pero nada más que eso. Lo que temo ahora es que de alguna manera nos excedamos tanto en las precauciones que convirtamos nuestro ambiente de trabajo en algo artificial y aburrido. Somos personas, trabajamos con pasión, necesitamos el contacto físico porque hacemos teatro. Sé que suena incómodo esto que digo, pero es una reflexión que tenemos que hacernos, entre todos. Las cosas son claras: si alguien me toca el culo se llevará un bofetón. Pero eso es algo muy distinto de pedir permiso a un colega para rodearle con los brazos ensayando un duo de amor.
Lo lamento mucho por las mujeres que han pasado por este infierno, pero tenemos que encontrar un punto de sentido común que haga posible nuestro trabajo en condiciones normales. En esta profesión, entre hombres y mujeres, hay diferencias salariales pero nada que ver con lo que puede suceder entre una mujer y un hombre en un puesto de dirección en una empresa. Cada cantante se cotiza a su manera pero el caché máximo es igual para todos, sea tenor, soprano o mezzo.
Dalila es un papel importante para usted este año. Tras debutarla en Viena, ahora abre la temporada del Met con una nueva producción. ¿Por qué ha esperado tanto para cantarla? ¿Qué tiene de emblemático este papel, habiendo abordado ya otros roles importantes del repertorio francés como Charlotte o Carmen?
La habría podido cantar antes. Es algo que comprendí finalmente al estudiarla. Pero hay un cierto tópico que hace pasar la seducción de Dalila por la necesidad de una voz más ampulosa y llena. Pero no… es música francesa, muy romántica y muy lírica. Para mí el reto mayor era mostrar lo que supone querer a alguien a quien en realidad no puedes querer, pero no a causa del destino como con Don José y Carmen. No era pues un reto vocal sino dramático. Es un papel de psicología compleja: religión, poder, posición social, amor, erotismo… todo ello combinado. Creo que la habría podido cantar antes pero en realidad solo ahora la comprendo bien.
Creo que tiene entre manos un proyecto discográfico que le ilusiona.
Estoy preparando un disco vinculado con el sur, con referencias españolas, italianas y francesas. En 2019 haré una gira por Sudamérica; estuve en México hace unos meses y me fascinó su ambiente y su cultura, sus gentes. También quiero incluir algo de esto en el disco. También estamos planificando una grabación de lied, seguramente con piezas de Schumann, Brahms y Rachmaninov. Y todo esto mientras preparo la Didon de Les Troyens, que es extensa; y después Amneris… en 2020. También tengo mi festival en Austria, que me lleva tiempo preparar. Y soy madre de dos niñas. No me aburro (risas).