Valenti Oviedo A.Bofill

 

Valentí Oviedo: "El Liceu es un ejemplo de diálogo y cooperación"

En ocasión del estreno de la reciente nueva producción de Turandot, tuvimos la oportunidad de conversar con el Director General del Liceu, Valentí Oviedo, aproximadamente un año y medio después de su llegada al puesto. Oviedo parece decidido a imprimir un sello propio y una nueva velocidad de crucero a la compleja maquinaria del teatro de La Rambla. 

Me comentaba ahora, antes de empezar la entrevista como tal, que trabaja con un horizonte claro, el año 2023, para acometer todos los cambios y modificaciones que son necesarias en el Liceu.

Sí, de una manera aproximada eso es lo que yo planteé en esta casa nada más llegar. Había que cambiar de mentalidad y de ritmo, al menos, hasta 2023. Trabajar con la administración pública imprime unos plazos y unos tiempos que no siempre se acompasan con las necesidades reales del día a día de un teatro. Pero nuestra obligación es marcar nuestro ritmo, exponer nuestro proyecto y confiar en que nos respalden. Nadie va a cuidar del Liceu si nosotros mismos no empezamos a cuidar de él de manera consciente. Las administraciones públicas se suman a un tren en marcha, cuando ven que hay una buena velocidad de crucero. 

Las instituciones, a nivel global, tienen serias preocupaciones que no siempre pasan por la cultura. Estamos en mitad de un largo cambio de ciclo y las turbulencias lo sacuden todo. No es tiempo de estabilidades y hay que asumir que esas son ahora las reglas del juego. No estamos meramente ante un cambio generacional, siquiera tan solo la transición entre dos siglos. Estamos asistiendo a la decadencia de un sistema de vida tal y como lo veníamos conociendo durante todo el siglo XX. Y las instituciones como el Liceu deben tomar conciencia de todo ello y transformarse para poder navegar en ese mar revuelto.

Lleva ya aproximadamente un año y medio desde que llegó al cargo en mayo de 2018. ¿Cómo llegó usted a esta casa y con qué encomienda, con qué proyecto bajo el brazo?

Llegué al Liceu tras un proceso de selección liderado por el Presidente Salvador Alemany, con el que se intenta buscar el inicio de un nuevo ciclo, entendiendo que se cerraba ya una etapa necesaria de sanemiento de la institución, liderada por Roger Guasch. En el año 2008 caen las aportaciones de las instituciones públicas en cifras de más de ocho millones de euros. Y el Liceu entonces era como el Titanic: por mucho que girásemos el timón, era inevitable chocar con el iceberg. Con la entrada de Roger Guasch también se incorporó Christina Scheppelmann con la encomienda de intentar generar una programación de calidad y cercana al público, trabajando con unas cuentas complicadas. Y debo decir que se consiguieron unos resultados muy satisfactorios en cuanto a asistencia e incremento de ingresos por taquilla. Roger Guasch inició una serie de procesos de cambio y transformación en la estructura interna de la casa, que eran muy necesarios y con los que hoy continuamos. En consonancia con todo esto Salvador Alemany ha venido trabajando en la coordinación con las instituciones para revertir esa caída de las aportaciones públicas, recuperando hasta la fecha tres millones de euros en ese capítulo, dentro del presupuesto del Liceu. 

En resumen, venimos de una época compleja, con Roger Guasch y Christina Scheppelmann cogiendo el timón de manera muy consciente, intentando sacar el teatro a flote, con una programación de calidad en tiempos de ajuste económico, lo cual no fue nada fácil. Pero ese periodo necesitaba un cambio de etapa. Las instituciones culturales no están para generar malas noticias sino para generar vitalidad, ilusión, conocimiento, etc. El Liceu tiene además la responsabilidad de contribuir al posicionamiento de Barcelona como capital cultural. En suma, una serie de variables que venían apuntando a la necesidad de un cambio de ciclo, y es ahí donde yo me incorporo tras un proceso de selección, habiendo pasado anteriormente por el Instituto de Cultura de Barcelona y por L´Auditori. 

Entiendo que mi perfil mezcla la gestión económica con la gestión cultural, muy centrado en el desarrollo de audiencias y con la tarea de reposicionar al Liceu con dos ideas muy claras: rigor presupuestario y ambición artística, para intentar pasar de un ciclo vicioso a un ciclo virtuoso. Y eso solo pasa en coyunturas muy concretas y tenemos que ser capaces de aprovechar las oportunidades que ahora mismo hay sobre la mesa. El Liceu tiene que ser una institución estimulante, por supuesto para el público, pero también para los mecenas y para las administraciones públicas. Tenemos que ser capaces de generar un proyecto que sea parte de la apuesta general de la civilización occidental por un modo de vida y una serie de ideales morales y sociales. Ya se que esto suena muy idealista y parece que me haya ido hasta la luna para hablar de algo mucho más concreto. Pero es que se trata precisamente de eso: si el Liceu tiene un sentido, si su futuro pasa por algo, es por retomar y afianzar sus raíces en ese compromiso con un proyecto que nos trasciende.

Al poco de llegar al cargo, por impresiones que me transmitían diversas fuentes de la estructura administrativa del teatro, es que había entrado un tanto como elefante en cacharrería, si me permite la expresión, cambiando en poco tiempo muchos procesos y formas de trabajar.

Bueno, esto fue así y fue consciente, pero siempre y cuando seamos conscientes de que ni yo soy un elefante ni el Liceu es una cacharrería. Y me explico: es el abc del management. Cuando un nuevo gestor entra en una organización, durante los primeros meses tiene que poner sobre la mesa sus cartas de manera clara y decidida para marcar un rumbo. Digo que ni yo era un elefante ni esto una cacharrería, porque yo era muy consciente de donde entraba y de lo que estaba planteando. Yo si llegué aquí con la sexta velocidad en el cambio de marchas, con el acelerador pisando a 120 km/h, a 3.500 revoluciones. La casa debía entender que somos un equipo, que vamos a una y que teníamos que cambiar el ritmo si queríamos llegar a donde nos habíamos propuesto. La crisis arrastrada durante estos últimos años obligaba a acompasar una serie de cambios en un tiempo limitado. A corto plazo el planteamiento es no bajar la velocidad, pero sí las revoluciones, en la medida en que las modificaciones introducidas vayan dando su fruto. 

"La injerencia en competencias ajenas no forma parte de mi forma de trabajar"

También me consta que, a diferencia de otros Directores Generales, usted tiene una opinión artística que manifiesta a menudo. No es algo que valore como mejor o peor, pero sí nos permite abordar una reflexión de fondo, más amplia, sobre la necesidad de coordinar las decisiones artísticas con las gestiones administrativas en n teatro de estas dimensiones.

Existe un modelo preconcebido según el cual hay un gestor que se ocupa de las finanzas y otro responsable artístico que toma las decisiones de programación. Yo no comparto del todo esa idea. A mí me interesan mucho el desarrollo de audiencias y la coherencia interna del proyecto. Del mismo modo que en una empresa cualquiera, no cultural, es necesario conocer muy bien el producto para que llegue bien a la gente, en este caso me interesa sobremanera conocer de primera mano, muy de cerca, la parte artística de nuestra propuesta. Y es ahí donde afortunadamente estamos desarrollando unas magníficas alianzas con nuestro director artístico Victor García de Gomar, buscando desarrollar unas temporadas que tengan coherencia y que nos permitan trasladar un discurso al público. Me obsesionan dos cosas: conectar con el público y tomar las riendas del rumbo de este equipamiento. Si el Liceu quiere gravitar hacia donde está cambiando la sociedad, asumiendo debates como la diversidad de genero, el cambio climático, las migraciones o el transhumanismo, la Dirección General de esta casa no puede estar al margen de las decisiones artísticas, que tienen que contribuir a marcar ese rumbo. En Barcelona todos esos conflictos y todas sus causas se reflejan de una manera u otra. Esta capital siempre ha sido un pilar de innovación, de creación, de contemporaneidad en suma, y una casa como el Liceu no puede perder ese tren y convertirse en un museo anclado en el tiempo. Y es ahí donde tiene sentido que dialoguemos la Dirección General y la Dirección Artística, para terminar logrando la complicidad del público, los patrocinadores y las administraciones públicas y lograr la cuadratura del círculo, que no es otra que salvaguardar las cuentas e incrementar los recursos propios mientras ponemos en valor un discurso cultural. 

Me considero afortunado de poder coincidir con Victor García de Gomar en un noventa y cinco por ciento de sus decisiones artísticas. Tenemos visiones absolutamente alineadas y esto facilita mucho esta coordinación. Y es una línea de entendimiento que se extiende también a Josep Pons y a Salvador Alemany. Hay una total transversalidad ahora mismo en la toma de decisiones en esta casa. Me gustaría, no obstante, poder desmontar un poco este mito de que me inmiscuyo en las decisiones artísticas, sobre todo porque eso sería indicio de que soy un mal gestor. La injerencia en competencias ajenas no forma parte de mi forma de trabajar. Yo tengo muy claro que todo el mundo en esta casa tiene su papel. Somos un equipo y cada uno necesita y debe marcar sus goles. Lo que no quita para que todos tengamos voz y opinión, en el marco de un diálogo constante, propio de un clima de trabajo donde hay entendimiento y complicidad. Y esto se extiende no solo a Dirección General y Dirección Artística, sino también a marketing, comunicación, prensa, etc.  

Hay una idea muy central en su discurso, aludiendo además de una frase que está inscrita en el Salón de los Espejos del Liceu, con el lema "el arte no tiene patria". No se muy bien de qué manera puede el Liceu conciliar eso con la actual situación política y administrativa. 

Esa frase tiene siglo y medio y es hija de su tiempo. Habría que actualizarla para ponerla en valor, en todo su sentido. Me refiero con eso a que el arte es por naturaleza inclusivo. Y así debe serlo también el Liceu en su discurso, por pura coherencia. El arte es más fundamental que nunca para la sociedad europea. Es al fin y al cabo lo que más nos singulariza, lo más propio y lo más ligado a nuestras raíces. El Liceu debe ser un espacio donde se pueda crear en libertad.

La situación política es complicada, pero como el Presidente Salvador Alemany suele indicar, afortunadamente el Liceu es un ejemplo de diálogo y cooperación entre las administraciones públicas. Todas, y digo bien, todas, están alineadas a favor del proyecto, sin la más mínima disputa, tanto en el Patronato como en la Comisión Ejecutiva. El Liceu ha sido, es y espero que siga siendo un lugar de encuentro. Todas las administraciones estuvieron ahí cuando hubo que poner tres millones de euros y todas siguen estando a día de hoy, arrimando el hombro y con plena complicidad con el proyecto del Liceu. Con lo cual, me atrevo a decir que el arte es de nuevo un lugar de encuentro. 

"El Liceu debe ser un espacio donde se pueda crear en libertad"

El plan de futuro del Liceu, a tres o cuatro años vista, ¿qué recorrido económico tiene?

Por un lado tenemos que separar el grano de la paja y poner el acento en lo principal: neuve óperas por tempradas, tres ballets y tres conciertos. Eso tiene que ser exquisito. Y para eso hay que jugar mucho con los factores de oportunidad, esto es, la disponibilidad de agendas, la complicidad con los artistas y los proyectos. Todo eso es fundamental antes siquiera de tocar el apartado presupuestario. Pero luego llegan la cuentas y bajo mi punto de vista, idealmente, el teatro debería apuntar a un presupuesto de unos 52 millones de euros. Si el plan funciona, si generamos la ilusión que esperamos, es posible que los ingresos por venta de entradas y patrocinadores se incrementen. Ahí tenemos recorrido, claramente.

¿No hay una buena media de ocupación ahora mismo en el Liceu? Y ese incremento de ingresos por taquilla, ¿pasa por subir los precios en algún caso?

La media de ocupación tiene un margen de mejora. Tenemos que compatibilizar varios compromisos, ajustando bien el número de funciones y el precio en función de los títulos y repertorios. Hay títulos más rentables y otros más deficitarios; hay que coordinarlos con coherencia, a todos los niveles.

¿Progamar más Toscas para pagar un Zemlinsky, por ejemplo?

En parte es eso, sí. Pero también darnos cuenta de que si progarmamos diez funciones de Madama Butterfy y se llenan, quizá ahí podemos incrementar un poco los precios y ampliar el número de funciones, para hacer así más viable otro título del que tendremos menos representaciones y menor ingreso por taquilla. Siempre que no renunciemos a una política de precios llena de incentivos. No podemos fallar en nada, pero sobre todo no podemos fallar en la calidad de los espectáculos que programemos. Si la calidad es excelente, todo lo demás tendrá sentido. Si podemos lograr la confianza del público es únicamente a través de la calidad de nuestra programación, hagamos una obra de Puccini o una de Zemlinsky. Y esa calidad la lograremos cuestionando una y otra vez lo que hacemos, sin inercias.

Apuntaba 52 millones de euros como horizonte presupuestario para el Liceu. ¿Actualmente en qué cifras se mueve el teatro?

Ahora mismo el 55% de nuestro presupuesto son recursos propios y el 45% depende de las administraciones públicas. Es deseable que la administración pueda dar más apoyo a las instituciones culturales, y también al Liceu, para poder bajar la presión en los precios y para poder apostar por la creación con menos riesgos. En cualquier caso, primero se trata de llegar a 50 millones y más tarde alcanzar los 52. Estamos ahora mismo en 48 millones de euros. Ese salto de 4 millones pasa por elevar el patrocinio desde 7,5 a 10 millones de euros. Y en venta de entradas necesitaríamos llegar a 19 millones de euros, cuando la temporada anterior se cerró con aproximadamente 16,5 millones. Este año nos hemos propuesto acaba con 18 millones de recaución por venta de entradas. Los títulos de esta temporada nos lo permiten: Turandot, Aida, Carmen, Cavalleria y Pagliacci... Tenemos que aprovechar los 2.000 nuevos abonados que tenemos para fidelizarlos. Estamos hablando esta temporada de "la fuerza de la ópera" pero el objetivo último es convencer al público de "la fuerza del Liceu".

Hablaba ahora de 2.000 nuevos abonados.

Bueno, estrictamete se trata de 2.000 abonos más, que son unos 1.200 abonados nuevos. Esto en cifras viene a ser medio millón de euros más de ingresos. La presente temporada es muy popular y también han funcionado muy bien los abonos de tres títulos con un 35% de descuento. Ahora se trata de fidelizar a ese público, para que confíe en venir de la mano del Liceu a ver otros títulos menos conocidos que Carmen, Turandot o Aida

La búsqueda de nuevos públicos está marcando el rumbo de todos los grandes teatros. Y sin embargo hay un grueso de público más ligado todavía a tiempos anteriores, a otro modo de entender la lírica, con otras raíces y otros recuerdos. ¿De qué manera se concilia esa apuesta de futuro sin dejar de la mano a todos esos abonados "de toda la vida", por decirlo de algún modo?

El futuro de un teatro no pasa por poner sobre el escenario nuevas tecnologías y "modernidades" sin razón de ser. En absoluto. Vuelvo al discurso de la excelencia. Podemos hacer una producción en clave realista, de estética tradicional, pero con un discurso contemporáneo en términos dramáticos. Lo que yo quería poner sobre la mesa es la necesidad de trabajar en el público del futuro. Cuando hacemos ahora el Under 35 no es con la idea de tener abonados de 40 años. Estamos trabajando con un público que se abonará cuando tenga 45, 50 o 55. Estamos sembrando para recoger dentro de unos años. Y esto forma parte también del plan estratégico que antes planteaba, mirando como poco a 2023 como horizonte. 

Por terminar, ¿cómo se plantea trabajar en la proyección exterior del teatro?

El Liceu ha tenido siempre una excelente reputación fuera de Barcelona. Tanto Víctor García de Gomar como yo mismo venimos intensificando las relaciones con los principales teatros europeos, para darles a conocer nuestro proyecto, buscar sinergias y estrechar colaboraciones. Pero en cualquier caso, no podemos vender humo. El relato del Liceu que estamos construyendo se materializará en las dos próximas temporadas. Lo cual no quita para que esta Turandot que hemos estrenado, que es un proyecto de Roger Guasch y Christina Scheppelmann, lo hayamos recogido como propio, creyendo en él a pies juntillas. Pero la proyección internacional del teatro vendrá con hechos, no con palabras.