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El otro Falstaff

Daniel Barenboim recupera en Berlín Las alegres comadres de Windsor de Nicolai

Berlín. 11/10/2019. Staatsoper Unter den Linden. Nicolai: Die lustigen Weiber von Windsor. René Pape (Sir John Falstaff). Michael Volle (Herr Fluth). Wilhelm Schwinghammer (Herr Reich). Pavol Breslik (Fenton). Linard Vrielink (Junker Spärlich). David Ostrek (Dr. Cajus). Mandy Fredrich (Frau Fluth). Michaela Schuster (Frau Reich). Anna Prohaska (Jungfer Anna Reich). (Staatskapelle Berlín. Staatsopernchor. David Bösch, dirección de escena. Daniel Barenbom, dirección musical.

No deja de asombrarme la capacidad de Daniel Barenboim para ir más allá de sus propios límites, siempre con mesura pero sin renunciar un ápice a su ambición artística, en este caso apostando por recuperar partituras rara vez escenificadas, como Las alegres comadres de Winsor (Die lustigen Weiber von Windsor), una ópera de Carl Otto Nicolai (1810 - 1849) estrenada precisamente en Berlín en el último año de vida de su autor. Con un libreto en alemán de Salomon Hermann von Mosenthal, la obra hace pie en la comedia homónima de William Shakespeare, la misma que más tarde inspiraría asimismo el Falstaff de Verdi, allí sin embargo con un libreto de Arrigo Boito que incluía también algunas escenas del drama histórico Enrique IV. Sea como fuere, este otro Falstaff de Nicolai apenas se ha podido escuchar en los escenarios en fechas recientes, por lo que hay que significar la apuesta por el mismo que han hecho desde la Staatsoper Unter den Linden de Berlín.

Sustancialmente la acción es la misma que en el Falstaff verdiano, con el que estamos más familiarizados. Y sin embargo el enredo aquí, en la obra de Nicolai, resulta menos genial, menos virtuoso, menos fluido en suma; lo mismo que la música, cuajada de momentos inspirados, pero también lastrada por pasajes un tanto reiterativos y tediosos. En todo caso, pesan más en la balanza las virtudes que los defectos y la obra se defiende con fortuna, sobre todo con unos mimbres comos los aquí reunidos, con Daniel Barenboim al frente del foso y con David Bösch proponiendo una nueva producción para la escena.

El trabajo de este último es muy reconocible, entroncando con la estética de algunos de sus proyectos más aplaudidos, como los Meistersinger de Múnich. Bösch plantea además un sutil guiño a otras puestas en escena de más o menos reciente factura, como el Anillo de Castorf en Bayreuth (clara referencia a su Rheingold, con la escena de la piscina y las ninfas) o el Falstaff que Michael Volle protagonizó aquí en Berlín, hace ya un par de temporadas, con Barenboim en el foso y con el italiano Mario Martone al frente de la dirección de escena. Casi se diría, de hecho, que este trabajo de Bösch es una prolongación de aquel Falstaff de 2018. Aunque el trabajo del director alemán es ocurrente, quizá el tono general de sus ocurrencias entra al final en una inercia demasiado previsible y un tanto superficial. Pero no es menos cierto que la obra misma parece planear en ese registro, sin aspirar a mucho más. La segunda mitad del espectáculo remonta algo más el vuelo, conforme la acción se va resolviendo y se multiplican las humoradas. En resumen, una propuesta suficiente aunque no memorable para esta recuperación de la partitura de Nicolai.

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En el foso, Daniel Barenboim volvió a deslumbrar con un trabajo de fino orfebre, situando la partitura en el mapa, como un eslabón que engarza con lógica aplastante con la herencia del Singspiel y preludiando al mismo tiempo el desarrollo wagneriano del drama, claramente contemporáneo, resaltando igualmente el influjo en compositores posteriores como Humperdinck. A sus órdenes, la Staatskapelle Berlín sonó prodigiosa: elegante, minuciosa y fresca al mismo tiempo. Su ejecución fue sutilísima, asombrosa, digna de inmortalizarse en disco, sin duda alguna. Quizá se echó de menos una mayor conexión con el espíritu de la partitura, definida por Nicolai como una komisch-phantastische Oper. Barenboim optó por el control y la precisión más que por la magia y la fantasía.

El reparto reunido para la ocasión apenas presentaba fisuras. Realmente es un lujo poder contar con una pareja de solistas tan mayúscula como la que integran René Pape y Michael Volle, haciendo aquí las veces de Falstaff y Ford (Herr Fluth, más exactamente). Realmente la parte protagonista de Sir John Falstaff tiene más de recitar cantando que de canto con mayúsculas. El personaje apenas tiene un monólogo como tal, lo que no fue óbice para que René Pape diera rienda suelta a sus dotes escénicas, poniendo a prueba su talento para la comedia, un registro donde rara vez le hemos podido escuchar. Y lo cierto es que el bajo alemán sale más que airoso de la prueba, ayudado por una brillante caracterización que le convierte en un tipo sumamente obeso y descuidado, grotesco desde cualquier punto de vista. A su lado, Michael Volle da la réplica con su habitual grandeza artística, entregado esta vez al retrato de un marido celoso y cómico precisamente en su obsesión. Memorable su dúo con Pape, caracterizado aquí Volle como Bach. Todo un lujo, insisto, contar con ambos solistas como pareja protagonista de este enredo.

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Al lado de los citados solistas, estimable el trabajo de las dos alegres comadres propiamente dichas, la soprano Mandy Fredrich como Frau Fluth y Michaela Schuster com Frau Reich. Ninguna de las dos encandila, pero las dos cumplen con creces con su cometido, tanto vocal como escénico. Más entusiasmo despertó en cambio el trabajo de la pareja de jóvenes enamorados, sobre todo el atinado Fenton de Pavol Breslik, bien secundado por Anna Prohaska en la parte de Anna Reich. Sus papeles incluyen las páginas de mayor lirismo de toda esta partitura y ambos intérpretes supieron estar a la altura de las inspiradas melodías de Nicolai. Muy buena labor del resto de intérpretes, destacando la voz sonora y bien impostada de Wilhelm Schwinghammer, el timbre claro y nítido de Linard Vrielink y el buen desempeño escénico de este último junto a David Ostrek, en toda la escena final, presentada por Bösch como un genuino y divertido desmadre. 

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