En el décimo aniversario de la muerte de Rafael Frühbeck de Burgos
"Chico, a mi ya no me cabe más música. Tendría que sacar de la cabeza algo para meter otras notas". Así, de manera sencilla y llana me relataba el Maestro después de un ensayo del Réquiem Alemán de Brahms, en Burgos, con la Filarmónica de Dresde, en el lejano ya 29 de agosto de 2004 durante la celebración del ya extinto "Estío Burgalés". Le preguntaba, mientras sujetaba sus materiales, si le quedaba algo por aprender. "Todo. Me queda todavía todo".
Han pasado 20 años desde entonces y aún sigo recordando sin dificultad -seguramente por el impacto de lo aprendido- todo lo que pude absorber de una figura capital en nuestra reciente historia musical. Curiosamente este mes se cumplen también 10 años de su marcha, que sin duda, dejó un vacío reseñable. Porque no somos en este país muy dados a reconocer a aquellos que se lo merecen. Cabe recordar que el Maestro no dirigió ópera alguna en el "nuevo" Teatro Real de Madrid desde su reinauguración en 1997.
Sin embargo, a lo largo de su dilatada carrera, Frühbeck ha sido requerido por, probablemente, las mejores orquestas del mundo. Las críticas y reseñas que aún resuenan de sus conciertos en EEUU en Pittsbutgh, Nueva York, Boston, Cleveland, San Francisco, Los Ángeles, así lo atestiguan desde que en los años 60 fuera invitado por Ormady y su Orquesta de Filadelfia para debutar al otro lado del charco. Desde entonces ha sido idolatrado y querido, como demuestran las lágrimas de los músicos de la Nacional de Washington cuando se tambaleó en el podio durante la su última interpretación de los Pinos de Roma de Respighi. Dirigió como pudo hasta que su cuerpo se desplomó en la conclusión. "La respuesta de la audiencia fue estruendosa. Frühbeck se dio la vuelta y se enfrentó a ellos, dio una sonrisa y luego salió del escenario. Cuando regresó para recoger la ovación, muchos de los músicos, con la mitad o un tercio de su edad, estaban llorando".
Porque para el Maestro, dirigir era vivir. Cada año no acometía menos de 100 conciertos y en muchas ocasiones sumando no menos de 20 representaciones operísticas. En los tiempos donde los móviles no existían, localizarle era tirar del listado de hoteles a los que solía ir a lo largo y ancho del globo terráqueo. En Europa, además de haber sido director principal en Duseldorf, Sinfónica de Viena, Deustche Oper Berlín, RAI Torino, Dresde, Orquesta de la Radio Danesa, Rundfunk-Sinfonieorchester Berlin, era solicitado por la práctica totalidad de ellas, como en Asia y su querida Yomiuri Nippon de Tokyo.
Poder asistir a sus ensayos siempre fue un privilegio. Imposible olvidar sus amplias y eternas camisas de "paramecios", y su puntualidad germana, profesional al máximo, en la búsqueda constante de la eficiencia y claridad en sus designios porque la premura del tiempo para él era del todo relevante. "Chico, no se puede hacer perder el tiempo a la orquesta". En aquel lejano Réquiem de Brahms en Burgos, que pude seguir torpemente con partitura en mano, dirigió no menos de cuarenta minutos de música seguida para detener el ensayo, y comenzar a comentar de memoria todas las posibles mejoras interpretativas que se debían llevar a cabo, casi compás por compás. Así era él. Directo, claro y conciso, con memoria imperturbable. No había, en esa ocasión, tiempo para más, pues era prácticamente prueba acústica y concierto.
En las distancias cortas, en ocasiones se sinceraba: "Cuando te subes al podio, debes tener en cuenta que tienes delante no menos de 100 personas que piensan que lo harían mejor que tú, aunque ninguna se atreva a coger la batuta".
Nos queda del Maestro, además de sus recuerdos, la constancia de su fe en Mahler cuando aquí no se le entendía ni toleraba. Su defensa de la música patria más allá de política alguna. Y sus grabaciones, muchas de ellas ya clásicas, como el Réquiem de Mozart, Elías de Mendelssohn, Carmina Burana de Orff, La consagración de la primavera de Stravinsky, Pinos de Roma de Respighi, los Preludios de Liszt, las Variaciones Sinfónica de Franck, Debussy, Ravel…y sobre todo su Falla tanto en las Noches como en El amor brujo o La vida breve, la ingente cantidad de zarzuelas que nos dejó, así como obras de Turina, Montsalvatge, Suriñach, Palomo, Halffter, ….
Sin embargo, siempre que tenga oportunidad. Bucee sin miedo. Atrévase a descubrir su Pájaro de Fuego y la Renana de Schumann con la Orquesta de Filadelfia, su Concierto de Grieg con Benedetti Michelangeli en Nueva York, la Sinfonía Alpina de Strauss con la Sinfónica de Viena, la "Heroica" de Beethoven con la London Symphony, Paulus de Mendelssohn con Dusseldorf y el concierto con Menuhin, Kammermusik de Hindemith, el Concierto para Orquesta de Bartok con London Symphony, su Carmen de Bizet o Los Maestros cantores de Nuremberg en la Deutsche Oper Berlin.
Diez años ya. Diez sin la batuta larga y tendida, sobria y eficaz de un Maestro que vivió para y por la música. Desde la humildad del continuo aprendizaje y desde el respeto siempre hacia la partitura y el intérprete. Serio pero no distante, atento siempre a las nuevas apariciones. Su entrevista con Hilary Han, que puede verse en youtube demuestra su siempre apoyo y cercanía con los jóvenes talentos, a los que siempre siguió con atención y cariño. Estos se lo devolvían con sincera devoción.
Diez años sin un músico infatigable que, sin duda alguna, es uno de los grandes nombres de nuestra historia musical y que debe ser recordado como tal.