La gloria del vagabundo
Madrid. 31/10/2020. Auditorio Nacional. Obras de Ralph Vaughan Williams y Ludwig van Beethoven. Orquesta Nacional de España. Brindley Sherratt, bajo. David Afkhkam, dirección musical.
La Orquesta Nacional de España proseguía el pasado fin de semana con su agenda dedicada a repasar el catálogo sinfónico de Ludwig van Beethoven (1770 - 1827), en el maltrecho 250 aniversario que le ha tocado vivir al genio de Bonn. Bajo la batuta de David Afkham, al frente de la Heroíca, se nos presentó un programa sin solución de continuidad que se abría con una atinada selección de ocho canciones del ciclo Songs of Travel del británico Ralph Vaughan Williams (1872 - 1985), un compositor todavía hoy demasiado orillado en las programaciones de las principales orquestas y auditorios. Buen tino, por tanto, el de la ONE al incluir estas partituras en esta tanda de conciertos.
El bajo inglés Brindley Sherratt posee una voz recia y sonora, quizá un tanto áspera, no demasiado noble, pero de un color idóneo para estas canciones que nos describen el devenir de un alma errante y vagabunda. Su implicación como solista quedó fuera de toda duda, con el valor añadido de verse obligado a cantar con mascarilla, tarea ingrata donde las haya y que no fue óbice para una dicción preclara y nítida. Afkham extrajo aquí un sonido grato y atinado por parte de la ONE, que respondió flexible y cómoda, con una sonoridad redonda y verdaderamente lograda. Unas canciones bellísimas, de escucha sumamente grata, cargadas de nostalgia, a partir de poemas del escocés Robert Louis Stevenson.
En contraste, Afkham lideró una desigual lectura de la Sinfonía no. 3 de Beethoven, alternando instantes realmente blandos y alicaidos (falto precisamente brío al Allegro inicial) con otros de pulso bien medido y apreciable claridad en el equilibrio entre secciones (excelente todo el tramo final, planteado y expuesto con claridad meridiana). Flojearon un tanto las trompas en esta ocasión (no así las firmes trompetas) y la percusión sonó algo más tosca y ruda de lo debido. En cambio, se antojó muy apreciable trabajo de las cuerdas, singularmente los segundos violines y unos esmerados violonchelos.
Por lo general todo funcionó mejor conforme Afkham impulsaba tiempos y dinámicas más urgentes y enérgicas, incluso en el Adagio, que sorprendió por su arriesgado pulso, nada contemplativo. Una versión exploratoria, podría decirse, tanteando Afkham de manera a veces lúcida, a veces caprichosa, muy diversas resoluciones para esta partitura. Hubo destellos, puntuales pero manifiestos, de ese talento con el que el director alemán irrumpió en la Nacional en 2014.