Lo titánico y lo idílico
Pamplona. 05/03/2020. Baluarte. Mahler: Sinfonía no. 4. Euskadiko Orkestra. Serena Sáenz, soprano. Semyon Bychkov, dirección musical.
Hace ahora exactamente un año tuve ocasión de escuchar mi último concierto en Europa antes de la irrupción de la pandemia. Fue la Tercera sinfonía de Gustav Mahler bajo la batuta de Lorenzo Viotti, en su debut al frente de la Filarmónica de Berlín. Y como cerrando un ciclo, doce meses después, me encuentro nuevamente con Mahler, ahora su Cuarta sinfonía con la Euskadiko Orkestra y con Semyon Bychkov a la batuta.
Qué manera de hacer las cosas bien está demostrando este país en materia cultural. Qué privilegiados somos los espectadores y qué impresionante esfuerzo está evidenciando el sector de las artes escénicas; doble mérito el suyo visto el desamparo administrativo e institucional en el que a menudo se encuentran nuestros profesionales. Sea como fuere, hay que mirar en positivo y poner en valor los logros. La Euskadiko Orkestra fue de hecho la primera orquesta española en reaunudar su actividad en mayo de 2020, tras el confinamiento, siendo con ello una de las formaciones pioneras en Europa a la hora de conquistar y perseguir esta 'nueva normalidad sinfónica' a la que ya vivimos acostumbrados.
Con este concierto la Euskadiko Orkestra no solo ha hecho de la necesidad, virtud, aprovechando la coyuntura para seducir nuevamente a un maestro de la talla de Semyon Bychkov, sino que ha demostrado un músculo extraordinario. Desde la llegada de su actual maestro titular, el estadounidense Robert Treviño, la orquesta ha reforzado muchas de sus posiciones y exhibe ahora mismo un rodaje manifiesto, con un sonido empastado, de ataques firmes y de palpable flexibilidad. El proyecto liderado por Oriol Roch se reivindica en estos momentos como una de las apuestas sinfónicas más sólidas de nuestro país.
Esta Cuarta de Mahler se ofrecía, dicho sea de paso, en sesión doble (un concierto a las 18h y otro a las 20.15h), como todos los conciertos que la formación vasca viene acometiendo desde que reanudó su actividad, para sortear con éxito las limitaciones de aforo, con el redoblado esfuerzo que ello supone. Si antes se hacían 5 programas por concierto, ahora la cifra se alza incluso hasta los 12 en el caso de los programas ofrecidos en San Sebastián, Bilbao, Vitoria y Pamplona.
Como antes apuntaba, una semana antes de regresar al foso de la Philharmonie berlinesa, donde dirigirá música de Dvorák junto a los Berliner, el maestro Semyon Bychkov ha empuñado la batuta nuevamente al frente de la Euskadiko Orkestra, formación con la que debutó el pasado verano en los festivales de San Sebastián y Santander. Ofreció una lectura sumamente detallada de la Cuarta sinfonía de Gustav Mahler -no en vano acaba de grabarla con la Filarmónica Checa, de la que es titular-, poniendo de relieve la enorme complejidad de la partitura, su infinita sucesión de contrastes y la hondura expresiva y emocional que aguarda en sus compases.
Ya en el primer movimiento (marcado como Bedächtig, nicht eilen, que podríamos traducir como 'prudente, sin acelerar') dejó claras Byckhov las credenciales de su versión: intensidad, concisión, firmeza, solidez, relieve... y por encima de todo una extraordinaria claridad de texturas, una imponente concentracion, trabajando cada sección con su debido y justo protagonismo, perfectamente ponderado el balance entre todas ellas. Bychkov también dio muestras de una fabulosa capacidad para construir y detonar los clímax, tan imponentes y teatrales en esta partitura. Aprovecho aquí para mencionar la buena labor del concertino, tan requerido en el segundo movimiento, y los fantásticos solistas de trompa y clarinete, en el marco general de la sobresaliente ejecución que brindaron todos los atriles.
Lo más exquisito de la velada llegó sin duda con el tercer movimiento (Ruhevoll, poco adagio) donde los atriles de la Euskadiko Orkestra ofrecieron sus mejores prestaciones, con el sutilísmo trenzado de las cuerdas, desgranando una tras otra las sucesivas oleadas de sonido. Música sublime a flor de piel, una auténtica filigrana, conteniendo el aliento. Lo titánico reducido a lo idílico. Inefable, una vez más, la música de Mahler.
En el cuarto y último movimiento (Sehr behaglich), que siempre se antoja de una inquietante y amarga placidez, contó con la intervención de la joven soprano barcelonesa Serena Sáenz, quien ha forjado los inicios de su carrera en el ensemble de la Staatsoper de Berlín. Sánez resolvió su parte con soltura y seguridad, cantando sin partitura. Y aunque pueda preferirse una voz más oscura, lo cierto es que la parte ha recaído en solistas tan diversas como Federica von Stade o Lucia Popp, por lo que no hay mayor objeción a su adecuación con esta partitura, que afrontó con manifiesta firmeza y buen gusto.