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Admiración

Barcelona. 27/03/2021. Gran Teatre de Liceu. Verdi: Otello. Gregory Kunde (Otello). Krassimira Stoyanova (Desdemona). Carlos Álvarez (Iago). Airam Hernández (Cassio). Francisco Vas (Roderigo). Felipe Bou (Lodovico). Fernando Latorre (Montano). Mireia Pintó (Emilia). Gustavo Dudamel, dirección musical. Amélie Niermeyer, dirección de escena.

 

Cada vez tengo más claro que acudo al teatro llevado por la admiración, por la incredulidad que produce ver y escuchar a artistas capaces de llevar a término hazañas con las que cualquiera de nosotros coqueteamos en nuestros mejores sueños. Esa añoranza de lo imposible, la contemplación de lo irrealizable que se torna gesta es lo que sigue hoy sosteniendo en pie a los teatros. El Gran Teatre del Liceu está haciendo un esfuerzo ímprobo por continuar con su programación prevista. Aunque proyectos como el próximo Tannhäuser no puedan llevarse a término, precisamente por las limitaciones que la pandemia sigue imponiendo a la vida cultural, lo cierto es que el teatro de La Rambla sigue dando ejemplo de tenacidad y audacia. Y buena prueba de ello es este Otello de Verdi que se estrenó anoche con un cartel de campanillas, encabezado por el tenor Gregory Kunde y el director Gustavo Dudamel.

No puedo (ni debo, ni quiero) ocultar mi admiración por Gregory Kunde. Una admiración que trasciende lo artístico y alcanza lo personal, bien conocida ya la historia de su batalla contra el cáncer años atrás. Fue precisamente en una terraza frente al Liceu donde le pude entrevistar por vez primera, en septiembre de 2014. Su constante reinvención, la incansable búsqueda de un repertorio afín a sus nuevas condiciones vocales a lo largo de la última década, su ejemplo de tesón, en suma, me admira. Y la representación de anoche quedará en mi recuerdo por muchos motivos.

Fue precisamente Kunde a uno de los últimos cantantes a los que escuché hace un año, antes del confinamiento, en su debut como Don Carlos en Lieja. Semejante debut a estas alturas de su carrera... y lo bien que resultó. La edad de un cantante debería ser irrelevante, salvo cuando añade aún más mérito a sus gestas. Es el caso de Kunde, quien deslumbra con la lozanía de su instrumento superados ya los 65 años de edad. Qué manera tan insultante la suya, anoche, de resolver una partitura con la que casi cualquier tenor se arredra. No se puede pedir más a un Otello cantando con tal entrega e inteligencia. Sobrehumano.

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La parte de Iago recaía en el barítono malagueño Carlos Álvarez, quien abrirá la próxima temporada del Covent Garden de Londres como Rigoletto. Pareciera como si Verdi y Boito hubieran podido pensar en él a la hora de concebir este papel. Es tal la adecuación vocal y escénica que cuesta creerlo. Iago es el genuino deus ex machina de este libreto. El instrumento de Álvarez sigue sonando en plena forma, robusto y sonoro. Su recreación del sueño que narra a Otello fue prodigiosa. Extraordinario. En 2013, por cierto, fueron también Gregory Kunde y Carlos Álvarez quienes protagonizaron el Otello concebido por Helga Schmidt en el Palau de Les Arts, bajo la batuta de Zubin Mehta y en una producción de Davide Livermore. La química entre ambos cantantes era entonces ya palpable y sin duda lo sigue siendo.

La Desdemona de Krassimira Stoyanova es ejemplar desde todo punto de vista. Con una emisión impoluta, de fina y consumada escuela, siempre en pos de un timbre luminoso, cristalino y homogéneo, ofreció una auténtica masterclass de cómo debe afrontarse este papel. Amén de toda su gran escena del cuarto acto y la exigente 'Sterrefata fisso', Stoyanova dejó frases para el recuerdo como en 'Se inconscia, contro te, sposo, ho peccato, dammi la dolce e lieta parola del perdono', en el segundo acto. Refinadísima soprano para una Desdemona impecable. Y ejemplar, en conjunto, el desempeño del resto del elenco, destacando el buen hacer de Airam Hernández como Cassio y la extraordinaria profesionalidad de Francisco Vas (Roderigo). Felipe Bou (Lodovico). Fernando Latorre (Montano) y Mireia Pintó (Emilia).

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Gustavo Dudamel se había puesto un listón muy alto a sí mismo con las pasadas representaciones en concierto de Il trovatore, también de Verdi. Con su primera ópera escenificada en España, este Otello que nos ocupa, Dudamel no ha llegado tan lejos, pero es indudable que bajo su batuta el foso del Liceu suena con un estimulo y un vigor inéditos. Destacó el venezolano, no obstante, en momentos clave de la velada como la tormenta inicial, el extraordinario dúo que pone el broche al primer acto o toda la gran escena de Desdemona en el cuarto acto. Dudamel supo acentuar, con igual fortuna, lo monumental, lo trágico y lo poético. Los solistas se antojaban cómodos bajo su batuta, de tiempos claros y firmes. El director venezolano, no obstante, aún puede bucear más en la complejidad de esta partitura. Sea como fuere, es bueno, muy bueno, verle dirigir en el foso del Liceu. Ojalá regrese pronto.

En lugar de la producción de la Royal Opera House, firmada por Keith Warner y originalmente prevista para estas funciones, el Liceu ha acudido a la propuesta firmada por Amélie Niermeyer y estrenada en la Bayerische Staatsoper de Múnich en diciembre de 2018, entonces con Jonas Kaufmann, Anja Harteros, Gerald Finley y Kirill Petrenko en el foso. Habiendo visto ambas en sus respectivos estrenos, me atrevo a decir que salimos ganando con el cambio. El trabajo de Niermeyer es relativamente sencillo. Apoyada en una detalladísima dirección de actores, la directora alemana juega con dos planos escénicos que son la traslación de los dos planos psicológicos de los protagonistas. La acción tiene lugar en una única estancia, acrecentando con ello la sensación de tensión creciente que se apodera de los acontecimientos, cada vez más envenenados por la trama de celos que Iago logra urdir. No es una propuesta memorable pero sí resulta inteligente y sutil, concebida desde un estudio bien meditado y escrupuloso de la psicología de los personajes. Cabe destacar, por cierto, el papel que otorga al coro, al modo de las tragedias griegas, resaltando cada cuadro con sus intervenciones. Un coro, dicho sea de paso, que sonó francamente bien, preparado una vez más por Conxita Garcia.

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Fotos: © David Ruano