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Ordre et beauté

Vilabertran. 18/08/2021. Schubertíada. Canónica de Santa María. Obras de Wagner, Liszt y Duparc. Christoh Prégardien, tenor. Julius Drake, piano.

Cuando entrevisté a Christoph Prégardien el pasado mes de mayo, al hilo de su presencia en el Festival Bal y Gay, me dijo una gran verdad, con la que encabecé entonces el titular de nuestra charla: "El lied es la combinación perfecta entre técnica e inspiración". Y esas palabras resonaron de nuevo en mí mente el pasado miércoles en la Schubertíada de Vilabertran, precisamente escuchando L´invitation au voyage de Henri Duparc, sobre un poema de Charles Baudelarie en Les fleurs du mal, precisamente donde dice "Là, tout n’est qu’ordre et beauté, luxe, calme et volupté". Palabra por palabra, ese es el arte de Prégardien con el lied: orden, belleza, lujo, calma y voluptuosidad. Si quieren recóndita esta última, la voluptuosidad, lo mismo que el lujo, pues los medios son los que son, ni más ni menos que los que cabe esperar en una voz que lleva más de cuatro décadas en activo. Pero qué magisterio el del cantante alemán.

Y es que, a sus 65 años de edad, asombran en Prégardien la serenidad, el aplomo y la naturalidad que derrocha en cada lied. Prégardien es un cantante de suma sensibilidad y extraordinaria maestría, un genuino Meistersinger. Alguna vez me he preguntado cómo hubiera sonado la voz de Fritz Wunderlich, de haber sobrevivido, una vez que su instrumento hubiera perdido belleza, frescura y facilidad. Seguramente, lo que ofrece Prégardien a día de hoy, con su veteranía, está cerca de reflejar esa realidad imposible.

Comenzó la velada con una versión sutilísima y refinada de los Wesendonck Lieder de Richard Wagner, mostrando Prégardien una vía alternativa para aproximarse a este ciclo, sin la necesidad de apoyarse en un timbre oscuro, dramático y opulento. Al contrario, asistimos aquí a una versión entretejida de refinamiento, por instantes etérea, como en un perpetuo ensoñamiento. Muy atinada propuesta, en suma, desde la consciencia de la distancia que a priori cabe supone entre los medios de Prégardien y la naturaleza de estas partituras.

Quizá la lengua francesa no sea la que mejor se ajuste a las muchas virtudes del tenor alemán, pero hay que rendirse ante su apabullante habilidad para colorear cada palabra. Digo esto al hilo de la selección de piezas de Henri Duparc con las que prosiguió esta liederabend: 'Chanson triste', 'Soupir', 'Le manoir de Rosemonde', 'Phydylé' y 'L´invitation au voyage'. La dicción francesa de Prégardien no es pluscuamperfecta, como casi todo en él, pero como apuntaba esto quedó en un segundo plano ante su capacidad casi camaleónica para mimetizarse con el texto y bañarlo en mil colores.
 
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Finalmente Prégardien destapó el tarro de las esencias con una ejemplar recreación del Liederkreis op. 39 de Robert Schumann, un ciclo de doce canciones sobre textos de Joseph von Eichendorff donde el tenor alemán hizo gala de su dominio del repertorio, sílaba por sílaba, nota por nota. Genuino Sehnsucht, ese 'deseo del deseo', ese anhelo intangible específicamente romántico y que tan bien encarnan estas canciones. Ejemplar y admirable aquí Prégardien, en una versión para el recuerdo de este Liederkreis, hecha de mil pequeños detalles que integran un todo.
 
El concierto, de principio a fin, se vio redondeado por la firme y sabía labor de Julius Drake al piano. Destreza, sensibilidad, confianza. Tres grandes virtudes en un pianista de lied como él, consagrado ya hace tiempo como una de las referencias para este repertorio. Como broche a la velada ambos intérpretes ofrecieron tres propinas, incluyendo un inolvidable Du Bist die Ruh de Franz Schubert.
 
Fotos: © Sílvia Pujalte