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Enciclopedia de la extinción

Valencia. 02/10/2021. Les Arts. Mozart: Requiem. Elena Tsallagova (soprano). Sara Mingardo (mezzosoprano). Sebastian Koohlhepp (tenor). Nahuel Di Pierro (bajo). Romeo Castellucci, dirección de escena. James Gaffigan, dirección musical.
 

Quien esté familiarizado con el arte performativo e icónico de Romeo Castellucci no se sorprenderá ante la propuesta que éste despliega en torno al Requiem de Mozart, en una línea muy semejante a la que ya expuso en Hamburgo años atrás, para La Pasión según San Mateo de Bach (Hamburgo, 2017). El singular director de escena italiano convierte esta misa de difuntos en un lamento infinito por la extinción, recapitulando de modo un tanto tedioso cuantas culturas, lenguas, obras de arte, pueblos y especies de flora y flauna han poblado el planeta desde su misma existencia. 

Estrenada en el Festival d´Aix-en-Provence, en el verano de 2019, en el lado positivo de la propuesta se impone sin duda el modo en que Castellucci acierta a brindar estampas de una extraordinaria fuerza plástica, como ya sucediera con su celebrado Moses und Aron en el Teatro Real de Madrid. Es el caso, así, del cuadro final de este Requiem, con el coro desnudo y apretujado en una esquina del escenario, como representando la insignificancia del género humano ante la extensa existencia del planeta, que termina por devorarlo todo y a todos. 

Pero, más allá de la fuerza de estas imágenes, ¿hay un relato consistente, algo más que una vistosa ocurrencia? Lo cierto es que en ocasiones pesa más el tedio de una coreografía (de Evelín Facchini) repetitiva, insistente hasta el agotamiento en sus recursos al folclore, como si una sardana -por ejemplo- fuese el mejor vehículo para danzar un Requiem... ustedes me dirán. 

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Castelluci se empeña en un ecnciclopedismo ridiculo y acrítico en torno a la extinción. Vemos así una listados de especies y pueblos extintos, una tras otra; siguen también listados con los grandes monumentos y edificaciones del pasado. Pero es tanta la ambición de esta recapitulación que termina por caer en el ridículo. Se menciona así el estadio Jose Zorrilla de Valladolid y acto seguido el Muro de Berlín o el World Trade Center de Nueva York. Sin comentarios...
 
Así, resulta inevitable ver un tic algo demagógico y efectista en la propuesta de Castellucci, que juzgo mucho más epidérmica de lo que su lenguaje icónico pretende dar a entender. El tono de denuncia, la clave antropológica... todo se antoja más bien como una suerte de rearme intelectual para justificar un despliegue plástico ciertamente vistoso y que, esto es forzoso reconocerlo, invita desde luego a una poderosa reflexión sobre la futilidad de nuestro paso como especie por el planeta. 

Quizá sea ese de hecho el mayor mérito de este Requiem de Mozart en manos de Castellucci, al conseguir que seamos cómplices de un lamento, emocional e intelectual, en clave tanto antropológica como poética, manifestando cuán efímeros somos los seres humanos y cuán insignficante es nuestro papel en la historia natural del planeta. En este sentido, emociona ver a un bebé ocupando la enorme escena de Les Arts, en el transcurso del cuadro final, solo con sus juguetes, compendio absoluto de inocencia, belleza y pureza. 

Sea como fuere, la factura del espectáculo es magnífica, de eso no hay duda. Y si cabe ponerar algo en este Requiem de Les Arts esto es sin duda el trabajo del Cor de la Generalitat, cuyo desempeño es simplemente asombroso, coordinando canto y movimiento de un modo epatante. Sigue siendo un coro excepcional, en términos musicales, pero con esta actuación se consagra como una formación de enorme flexibilidad, plegándose con fascinante naturalidad a las muchas y exigentes demandas de la producción.
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En el foso, debutando como nuestro maestro titular de Les Arts, la versión musical brindada por James Gaffigan fue de una gran solvencia, segura y delicada, aunque pecó de una exposición demasiado inflexible en los tiempos, seguramente para facilitar que el coro supiera ubicarse en cada momento, con el transcurso de la partitura. Se echó de menos pues una ejecución más incisiva, de fraseo más personal y genuino. La Orquesta de la Comunidad Valenciana sigue sonando a gloria, como en sus mejores días, incluso con la progresiva renovación de sus atriles que se viene acometiendo en el transcurso de los últimos años. Aunque con mimbres distintos, la calidad sigue siendo excelsa, con una cuerda sutilísima y uno metales y maderas de primorosa ejecución. 

Cabe indicar que junto al Requiem propiamente dicho se intercalaban algunos fragmentos, ciertamente interesantes y afortunados hallazgos. Es el caso del 'Christus factus est' a capella en la voz de Tsallagova que abría la representación. También la magnífica Maurerische Trauermusik del propio Mozart, junto a otras piezas poco conocidas de su producción como el Solfeggio, K 393/2 o el 'O Gottes Lamm', K 343/1.

Por último, umpecable el cuarteto de solistas, destacando la bella y esmaltada voz de la soprano rusa Elena Tsallagova y el carnoso y terso material de la mezzosoprano Sara Mingardo. El tenor Sebastian Koohlhepp hizo gala de un timbre atractivo y una emisión desenvuelta, lo mismo que el bajo Nahuel Di Pierro, contundente en los extremos. 

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Fotos: © Miguel Lorenzo y Mikel Ponce