Enciclopedia de la extinción
Quien esté familiarizado con el arte performativo e icónico de Romeo Castellucci no se sorprenderá ante la propuesta que éste despliega en torno al Requiem de Mozart, en una línea muy semejante a la que ya expuso en Hamburgo años atrás, para La Pasión según San Mateo de Bach (Hamburgo, 2017). El singular director de escena italiano convierte esta misa de difuntos en un lamento infinito por la extinción, recapitulando de modo un tanto tedioso cuantas culturas, lenguas, obras de arte, pueblos y especies de flora y flauna han poblado el planeta desde su misma existencia.
Estrenada en el Festival d´Aix-en-Provence, en el verano de 2019, en el lado positivo de la propuesta se impone sin duda el modo en que Castellucci acierta a brindar estampas de una extraordinaria fuerza plástica, como ya sucediera con su celebrado Moses und Aron en el Teatro Real de Madrid. Es el caso, así, del cuadro final de este Requiem, con el coro desnudo y apretujado en una esquina del escenario, como representando la insignificancia del género humano ante la extensa existencia del planeta, que termina por devorarlo todo y a todos.
Pero, más allá de la fuerza de estas imágenes, ¿hay un relato consistente, algo más que una vistosa ocurrencia? Lo cierto es que en ocasiones pesa más el tedio de una coreografía (de Evelín Facchini) repetitiva, insistente hasta el agotamiento en sus recursos al folclore, como si una sardana -por ejemplo- fuese el mejor vehículo para danzar un Requiem... ustedes me dirán.
Quizá sea ese de hecho el mayor mérito de este Requiem de Mozart en manos de Castellucci, al conseguir que seamos cómplices de un lamento, emocional e intelectual, en clave tanto antropológica como poética, manifestando cuán efímeros somos los seres humanos y cuán insignficante es nuestro papel en la historia natural del planeta. En este sentido, emociona ver a un bebé ocupando la enorme escena de Les Arts, en el transcurso del cuadro final, solo con sus juguetes, compendio absoluto de inocencia, belleza y pureza.
En el foso, debutando como nuestro maestro titular de Les Arts, la versión musical brindada por James Gaffigan fue de una gran solvencia, segura y delicada, aunque pecó de una exposición demasiado inflexible en los tiempos, seguramente para facilitar que el coro supiera ubicarse en cada momento, con el transcurso de la partitura. Se echó de menos pues una ejecución más incisiva, de fraseo más personal y genuino. La Orquesta de la Comunidad Valenciana sigue sonando a gloria, como en sus mejores días, incluso con la progresiva renovación de sus atriles que se viene acometiendo en el transcurso de los últimos años. Aunque con mimbres distintos, la calidad sigue siendo excelsa, con una cuerda sutilísima y uno metales y maderas de primorosa ejecución.
Cabe indicar que junto al Requiem propiamente dicho se intercalaban algunos fragmentos, ciertamente interesantes y afortunados hallazgos. Es el caso del 'Christus factus est' a capella en la voz de Tsallagova que abría la representación. También la magnífica Maurerische Trauermusik del propio Mozart, junto a otras piezas poco conocidas de su producción como el Solfeggio, K 393/2 o el 'O Gottes Lamm', K 343/1.
Fotos: © Miguel Lorenzo y Mikel Ponce