Poderosa y elegante
Bergamo. 03/12/2022. Teatro Donizetti. Donizetti: La favorite. Annalisa Stroppa (Léonor). Javier Camarena (Fernand). Florian Sempey (Alphonse). Valentina Carrasco, dirección de escena. Riccardo Frizza, dirección musical.
Al término ya de su octava edición, bien vale decir que la labor del Donizetti Opera Festival, con sede en Bergamo, es realmente notable, apostando por algo más que la mera programación de los títulos del compositor bergamasco. Y es que el equipo comandado por Francesco Micheli, con Riccardo Frizza al frente de la dirección musical, se ha propuesto renovar la interpretación donizettiana acudiendo a las fuentes, al modo que el movimiento historicista hiciera en su día con otros autores y coordenadas históricas. No en vano la propia actividad del festival está vinculada y coordinada con la labor de un centro de estudios donizettianos, de cuyos hallazgos la programación se nutre cada año.
Poderosa y elegante, la Léonor de Annalisa Stroppa se inscribe por méritos propios en la senda de una selecta nómina de intérpretes italianas que han hecho justicia a este pesronaje a lo largo del último siglo, junto a nombres como los de Simionato, Barbieri y Cossotto. La mezzosoprano de Brescia exhibió en Bergamo un instrumento generoso, tanto en caudal como en color, con resonancias ya de otros roles que acabarán por llegar a su agenda tarde o temprano (por momentos sonaba ideal para una Éboli en Don Carlos y sin duda para una Charlotte de Werther). En manos de Stroppa el rol de Léonor se muestra complejo, intenso y atormentado, verdadera encrucijada emocional del libreto. En la plenitud de su madurez como voz y como intérprete, no cabe pedir más a un debut tan esperado para la cantante italiana.
Para el exigente papel de Fernand, estrenado en su día por el célebre Gilbert Duprez, se contó con el tenor mexicano Javier Camarena, quien ya había debutado con esta parte en el Teatro Real de Madrid, en versión concierto, allá por el año 2017. Desde entonces su timbre, es indudable, ha ganado presencia y consistencia en el centro, sin perder la conocida y esperada facilidad en el tercio agudo, quizá no tan descollante ahora como entonces, pero sin duda aún bien timbrado y de resonancias privilegiadas, con algunos ascensos realmente despampanentes.
En la antesala de sus próximos compromisos, sendos debut en Monte-Carlo y en Barcelona, con el Alfredo de La traviata y con el Des Grieux de la Manon de Massenet, Camarena dio muestras de un canto matizadísimo, atento a cada recoveco del texto, frasesando con minuciosidad y entrega, construyendo un personaje, más allá de conformarse con las notas inscritas en la partitura.
Camarena, por cierto, acaba de presentar en Bergamo su último proyecto discográfico, bajo el sello Pentatone y llevado a término precisamente de la mano de Riccardo Frizza; se trata del Signor Gaetano, primera entrega de un proyecto más amplio en torno a la escritura donizettiana para tenor.
Al Alphonse del joven barítono francés Florian Sempey le faltó en cambio una mayor nobleza en la emisión. Personalmente prefiero un enfoque más lírico para esta parte. Fue evidente su intención por aligerar el sonido en algunos momentos clave, como el duetto con Léonor en el segundo acto ('Dans ce palais règnent pour te séduire'), pero el instrumento de Sempey suena a mi entender demasiado recio para estas lides. En todo caso, es un intérprete notable, al que conviene seguir la pista de cerca.
Convenció el Balthazar de Evgeny Stavinsky, sonoro y elegante, sólido en todas sus intervenciones. Buena labor asimismo de Edoardo Milletti como Don Gaspar y Caterina Di Tonno en la parte de Inès.
Con una orquesta de instrumentos históricos en el foso, Riccardo Frizza reivindica las sonoridades originarias del tiempo de Donizetti, quien para el estreno de esta Favorite, en 1840, se encontró en París con una orquesta de grandes dimensiones, ciertamente generosa en instrumentación, algo que el maestro italiano subrayó a menudo en la representación bergamasca que nos ocupa. Lo cierto es que al margen de algunos momentos en los que la percusión y los metales cargaron en exceso las tintas, se puso en valor la ambición dramática de esta partitura, ciertamente cargada de romanticismo, fruto de un belcanto que deja atrás la contemplación instrumental para abundar en el canto expresivo, en la parola scenica al modo que Giuseppe Verdi desarrollaría poco después.
La propuesta escénica que firma Valentina Carrasco es valiente y ambiciosa; propone algunas ideas indudablemente valiosas, pero no terminó de convencerme el modo en que las lleva a término. Hay todo un hilo conductor de indudable argumentario feminista, muy bien traído a colación por la directora argentina, llamado a cuestionar esa asunción tan natural con la que la corte castellana de entonces -y otras muchas, en otras tantas latitudes- habían asimilado el rol de las mujeres como amantes de usar y tirar, en tanto en cuanto durase su juventud, de un modo apenas diverso a como lo hacían los harenes en las sociedades árabes. Una concepción de lo femenino que Valentina Carrasco, con buen criterio, pone aquí en cuestión, solo que de un modo a veces desconcertante.
Durante el ballet de la ópera, que posee música importante y que dura unos veinte minutos, se desarrolla una suerte de performance semi-coreografiada, incorporando a una veinteina de mujeres, de edad avanzada, supuestas antiguas favoritas del monarca, al que acaban caricaturizando entre todas. La idea es muy buena, podría ser impactante y el trabajo de las susodichas mujeres es irreprochable desde todo punto de vista, pero el resultado no es tan inspirador como se pretendía, entiendo, en origen. En conjunto, la propuesta de Valentina Carrasco deja una sensación agridulce. La mezcolanza de referencias históricas tampoco ayuda y la propuesta no es estéticamente demasiado sugestiva.
Fotos: © Gianfranco Rota
