Un espléndido comienzo

Valencia. 07/10/2023. Les Arts. Chaikovski: La dama de picas. Arsen Soghomonyan (Hermann). Elena Guseva (Lisa). Andrei Kymach (Tomski). Nikolay Zemlianskikh (Yeletsky). Doris Soffel (Condesa). Elena Maximova (Polina). Vasily Efimov (Chekalinski). Alejandro Baliñas (Surin). Joel Williams (Chaplitski). Irakli Pkhaladze (Narumov). Luzia Tietze (Gobernanata). Laura Fleur (masha). Antonio Lozano (Maestro de ceremonias). Orquesta de la Comunidad Valenciana. Coro de la Generalitat Valenciana. Richard Jones, dirección de escena. James Gaffigan, dirección musical.

Doble cita con Chaikovski para abrir las temporadas líricas a orillas del Mediterráneo. Y es que al Eugene Onegin del Liceu se suma también La dama de picas en el Palau de Les Arts de Valencia. En esta ocasión el coliseo liderado por Jesús Iglesias y Jorge Culla ha optado por recurrir a una producción señera, realmente clásica, la firmada por Richard Jones y creada en 2001 para la Welsh National Opera. Desde entonces ha recorrido numerosísimos teatros y no por casualidad; ciertamente, es una producción espléndida, ingeniosa y muy práctica en su resolución.

Por cierto, una vez más, pasamos de no ver La dama de picas durante décadas en España y ahora de repente, en dos teatros en apenas dos temporadas (se pudo ver en enero de 2022 en el Liceu). Sigo echando de menos una mayor coordinación a este respecto entre los teatros españoles. Porque no hay nada de malo en que se repitan títulos, pero es evidente que sucede por puro azar, por falta de comunicación y no porque haya proyectos compartidos, porque rara vez esas coincidencias corresponden a coproducciones.

Sea como fuere, como el propio Jesús Iglesias me reconocía en una reciente entrevista: "Las grandes estrellas tienen que ser la guinda, no la base de un teatro". Y ciertamente esta Dama de picas es un ejemplo de que se pueden hacer las cosas muy bien sin recurirr a grandes nombres, haciendo pie en la excelencia de los cuerpos estables y conformando un elenco compacto y solvente, en torno a una producción de probada solvencia.

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Con escenografía y vestuario de John MacFarlane, Richard Jones (1953) no se pierde en florituras, no pretende ser más listo ni más intelectual que los espectadores, sencillamente se propone hacer teatro, en una clave muy visual y al mismo tiempo muy sencilla, plástica e icónica. No en vano la representación se abre con un gran dibujo, un sencillo retrato de la Condesa, personaje en torno al que se articula todo el libreto, en resumidas cuentas. Ese mismo retrato irá apareciendo en sucesivas escenas, hasta el final de la pieza.

La solución escénica para el gran monólogo de Hermann, al comienzo del tercer acto, es simplemente brillante, con una cama dispuesta ante el público pero en vertical, como si contemplásemos la estancia del personaje en perspectiva cenital. Es entonces cuando un gran esqueleto, remedo de la fallecida Condesa, visita a Hermann para revelarle el secreto de las deseadas tres cartas. 

Por otro lado, la idea misma de Lisa ahogándose con una bolsa de plástico que le ha dado Hermann es tan simple como escalofriante y resume bien el estilo de Jones: directo, visual y fiel al espíritu original de la obra a pesar de trasladar la pieza a otro tiempo. 

En el foso, un inspirado James Gaffigan (Nueva York, 1979) logró extraer lo mejor de la Orquesta de la Comunidad Valenciana, que se afanó una vez más por reivindicarse como la mejor orquesta de entre todos los fosos de nuestro país. La batuta del maestro neoyorquino lideró la representación con tiempos vivos, acentuados, buscando siempre la teatralidad, refinado donde era preciso, remarcando el subyugante calado melódico, tan genial aquí Chaikovski. El resultado fue una versión intensa y emocionante, sin resquicios para el sentimentalismo, directa y vibrante. Qué gozo escuchar a coro y orquesta en numerosas de las escenas de esta partitura. Qué impresionante el nivel que mantienen los cuerpos estables en Les Arts. Seguramente me repito en lo ya dicho, pero de veras que no hay una orquesta y un coro a este nivel en ningún otro teatro de nuestro país. Seguramente este ha sido, también, el mejor trabajo hasta la fecha de Gaffigan como batuta titular en Les Arts.

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En el apartado vocal, Arsen Soghomonyan resultó un tenor ideal para la parte del atribulado Hermann (no en vano lo había cantado ya con Petrenko y los Berliner en Baden-Baden). Más allá de un arranque algo destemplado, su instrumento posee el color y los recursos necesarios para acometer la parte sin fisuras, con gran arrojo y entrega, acentuando el carácter atormentado del personaje. Recuerdo ahora, por cierto, que fue precisamente Soghomonyan uno de los más destacados intérpretes en la nueva producción de Guerra y paz estrenada en Múnich la pasada temporada. Su timbre es particular, qué duda cabe, pero es un solista con personalidad.

Al lado del citado tenor, Elena Guseva fue una Lisa correcta, poco carismática pero resolutiva en lo vocal. Lo mismo cabe decir del Príncipe Yeletski de Nikolay Zemlianskikh, algo taimado, de acentos poco vibrantes y de voz estimable en timbre aunque algo corta en su presencia teatral. Convencieron por lo general en su desempeño tanto el Tomski de Andrei Kymach como la Polina de Elena Maximova. Mención aparte merece la veterana Doris Soffel como la Condesa. Cantante con solera e indudable dominio de las tablas, sabe sacar partido de lo que queda de su instrumento y bordó su gran escena del segundo acto. Un compacto equipo de comprimarios redondeó un cartel, como decíamos antes, sin grandes nombres pero realmente eficaz.

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Fotos: © Miguel Lorenzo - Mikel Ponce | Les Arts