Reivindicación de la cultura polaca
Madrid. 11/11/2023. Teatro Real. Moniuszko: Halka. Corinne Winters (Halka). Piotr Beczala (Jontek). Tomasz Konieczny (Janusz). Olga Syniakova (Zofia). Maxim Kuzmin-Karavaev (Stolnik). Tomasz Kumiega (Dziemba). Javier Povedano (El gaitero). Lukasz Borowicz, dirección musical.
Coincidiendo con el 105 aniversario de la independencia de Polonia, el Teatro Real ha recuperado Halka, la principal ópera del compositor Stanislaw Moniuszko. Y no séra esta la única apuesta del coliseo madrileño por el patrimonio musical polaco, puesto que en marzo del próximo año podremos disfrutar también de Die Passagerin de Mieczyslaw Weinberg. Ciertamente es Polonia un país prolijo en autores de primer nivel; baste citar los nombres de Chopin, Lutoslawski, Penderecki, Szymanowski o Gorecki para constatarlo.
Estrenada en 1848 y revisada diez años después para la versión en cuatro actos que hemos podido escuchar en Madrid, lo cierto es que esta ópera de Moniuszko es sumamente irregular, entrecruzada de referencias a las corrientes de su tiempo, aunque con una mirada constante hacia los motivos musicales locales. Abundan los concertantes, las introducciones orquestales y en general la obra resulta demasiado prolija y no siempre inspirada. Ciertamente Moniuszko depara lo mejor de su hacer para las escenas de los dos protagonistas principales, la propia Halka y el papel encomendado al tenor, el de su amante Jontek. El libreto de Wlodzimierz Wolski tampoco invita al entusiasmo, con multitud de lugares comunes y alegorías de extraño cuño. Sea como fuere, siempre es buena cosa escuchar repertorios menos frecuentados y lo cierto es que Piotr Beczala se ha convertido en un importante embajador de este autor, al que lleva años reivindicando.
Conste, por cierto, que buena parte de los intérpretes convocados estos días en el Teatro Real, sobre todo los responsables de los tres roles principales, habían participado ya en la representación escenificada de Halka que el Theater an der Wien acogió en la capital austríaca en diciembre de 2019. Y en Madrid, dicho sea de paso, ya se había podido escuchar Halka décadas atrás, nada menos que en 1976, en el Teatro de la Zarzuela.
En estas representaciones en versión concierto que nos ocupan, en el Teatro Real, el papel titular recayó en la soprano estadounidense Corinne Winters, a la que ya pudimos escuchar la pasada temporada como Jenufa en Les Arts, el pasado mes de enero. Su material, a la vez brillante y oscuro, es interesante aunque todavía falte en ella un canto más contrastado y un fraseo más elaborado en líneas generales. La emisión es cómoda y le permite resolver la parte con relativa facilidad, más allá de alguna tensión puntual en el agudo. Ella, que es un verdadero animal escénico, estuvo aquí sin embargo algo aterida, quizá un poco encorsetada en las formas de la versión en concierto. En cualquier caso, es muy meritorio lo que está haciendo Winters en estos últimos años, cantando papeles en lenguas tan poco familiares para el común de los mortales como el checo o el polaco. Desde su aparición en Salzburgo con Katia Kabanova, en el verano de 2022, Winters se ha convertido sin duda en una de las voces a seguir de cerca en el panorama internacional.
A su lado, el tenor Piotr Beczala compareció pletórico de medios, exhibiendo un timbre amplio y liberado, restallante en el agudo. Ya desde su primera intervención quedó claro que estamos ante el tenor de referencia en nuestros días, por su aplomo y seguridad, pero también por su elegancia y por su clase. Fue sin duda el intérprete más aplaudido de la velada, repleto el Real por cierto de espectadores polacos. Beczala vive hoy un momento de dulce madurez y este Jontek fue una auténtica exhibición de medios y formas. Espléndido.
En cambio, resultó más bien vociferante y de emisión siempre ingrata el Janusz de Tomasz Konieczny, cantante voluntarioso pero lastrado siempre por esa técnica tan ventrílocua. Se antojó asimismo algo diezmado de medios el bajo Maxim Kuzmin-Karavaev, en una línea semejante a la impresión que produjo su presencia en la Rusalka del Real, en 2020. Competente el resto del elenco y asimismo el Coro Intermezzo, bastante requerido por Moniuszko a partir del tercer acto.
La dirección musical del también polaco Lukasz Borowicz fue resolutiva y entusiasta, aunque no logró gran cosa de la orquesta titular del coliseo madrileño. La formación sonó ramplona y gris las más de las veces, trasladando una inevitable sensación de distancia con la partitura.