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Iniciativas sin sentido

Oviedo. 18/10/2023. Teatro Campoamor. Granados: Goyescas. Carmen Solís (Rosario), Cristina Faus (Pepa), Alejandro Roy (Fernando), Damián del Castillo (Paquiro). Falla: El retablo de maese Pedro. Lidia Vinyes-Curtis (Trujamán), José Luis Sola (Maese Pedro), Javier Franco (Don Quijote). Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Director: Pablo Moras), Orquesta Oviedo Filarmonía. Dirección escénica: Paco López. Dirección musical: Álvaro Albiach.

Reconozco que cuando supe del programa doble hispánico de la temporada ovetense me invadió una cierta inquietud. Por un lado, porque entre ambas obras apenas se llega a los ochenta minutos de música y ello podría ser poco para los precios que se cobran; por otro, porque la temática de ambas no puede ser más dispar: del mundo goyesco al cervantino. En definitiva, su fusión solo podía justificarse por el hecho de coincidir en idioma y cultura, que tampoco es cuestión menor.

Lo que me parece difícil de comprender es hacer tal propuesta y entender que es necesario explicar al oyente el contexto histórico de ambas, incluidas las especiales circunstancias políticas que acompañaron la vida de los compositores. Y es que las vidas de ambos estuvieron condicionadas por circunstancias políticas internacionales muy relevantes: la Primera Guerra Mundial en el caso de Granados y la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial en el del gaditano. 

Para hacer realidad tal explicación se rodean las dos óperas de un preludio teatral y musical que, desde mi modesto punto de vista, no aportan nada al valor intrínseco de las óperas en sí mismas. Distintos fragmentos orquestales y vocales coetáneos de las dos óperas que, curiosamente, comienzan sin previo aviso.

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Paco López nos advierte que en tiempos de barbarie la cultura es el elemento clave para que el ser humano no pierda confianza. Se menciona, así, el concepto de “barbarie” y observamos que más tarde hace expresa referencia a la Segunda Guerra Mundial y al nazismo sin que, sin embargo, se mencione la Guerra Civil y el inicio de la dictadura franquista. En la puesta en escena estamos en 1939 y hablar del viaje de Falla a Argentina sin hablar del franquismo es hacer equilibrios cuando menos curiosos. Al final, ¿de qué barbarie estamos hablando? ¿Estamos hablando de la ley de amnistía y la “dictadura sanchista” o del resurgimiento del fascismo y del mensaje guerracivilista de los contrarios? El mensaje aparentemente político y comprometido se queda en una nebulosa que poco ayuda a entender la última intención de la propuesta. 

Si la última razón de esta propuesta parateatral es la poca confianza en el programa y en la calidad de las obras, ¿no estamos desde la misma organización menospreciando las obras propuestas?  Y ello nos hablaría de un complejo histórico a la hora de abordar el escaso patrimonio lírico en castellano. Ello es bien penoso porque si en temporadas como Oviedo –o Madrid, por poner solo dos ejemplos- no se hace este repertorio, ¿dónde esperan algunos que se haga?

Más aún, ¿a alguien se le ocurre pensar que –por mencionar los dos títulos ovetenses que quedan por representar- fuera necesario hacer una introducción histórica para hacer más digerible La traviata o Lohengrin?. En definitiva, ya sea por complejo, por redondear el minutaje de la función o por cualquier otra cuestión, la propuesta no cuajó.

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Sí tengo que decir que vocalmente las dos óperas consiguieron recabar la atención del público. Los cantantes propuestos para Goyescas fueron capaces de hacer interesante una ópera de debilidades argumentales obvias. Porque Goyescas, que ha tenido una vida teatral realmente escasa, es obra de difícil presentación. Toda la primera escena es del coro y las dos siguientes nos narran una historia de amor y desamor aburridamente convencional: parejas, celos, engaños, duelos por honor y muerte. Carmen Solís nos ofreció un auténtico recital en las escenas segunda y tercera enseñando al mismo tiempo la delicadeza de sus pianos y el volumen de una voz importante. Vocalmente fue lo más redondo de la noche. Cristina Faus dio empaque a su breve papel mientras que por parte masculina, la voz recia y sonora de Alejandro Roy pareció falto de notas que cantar; en cualquier caso, la suya es una voz muy teatral y da gusto oírla. Damián del Castillo parecía falto de autoridad vocal como torero orgulloso, chulo y ligón aunque no desmereció en el cuarteto. El coro titular estuvo algo espeso y resultaba bastante difícil seguir el texto cantado. 

Por lo que a la breve ópera de Falla se refiere, decir que el reparto tuvo puntos de muchísimo interés. Lidia Vinyes-Curtis hizo el Trujamán más inteligente y espontaneo que recuerdo, muy bien cantado y escenificado. El canto monódico del joven narrador puede resultar irritante cuando no se hace con inteligencia pero en es te caso las cosas se hicieron muy bien. José Luis Sola ha sido un verdadero lujo para el maese Pedro con voz más que solvente y un timbre muy bello. A Javier Franco le falto cierta autoridad vocal para la parte de Don Quijote aunque logró sacar el papel adelante.

RETABLO 1953

La puesta en escena está situada en 1939, en el salón de estar del pintor Zuloaga, angustiado por la situación política y lugar en el que se escenifican las dos obras operísticas. En la pared del fondo se proyectan imágenes que nos “ayudan” a entender las situaciones que angustian a Zuloaga; aparecen guardias nazis y el grupo de danza nos presenta a la muerte de manera recurrente. La propuesta para Goyescas es convencional; la de El retablo de maese Pedro es muy interesante e inteligente, apareciendo en la pantalla del fondo todo lo narrado por Trujamán en imitación del movimiento de los títeres.

Álvaro Albiach dirigió con solvencia las dos obras y sobre todo en el caso de Falla hizo brillar la música chispeante, de apariencia arcaica y, al mismo tiempo, rabiosamente moderna de la ópera. La reacción del respetable fue notable aunque intuyo cierto despiste con eso del teatro previo y el inicio de las obras sin aviso.