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La reconstrucción de una catedral barroca

6/7/2024. Aix-en-Provence. Théâtre de l'Archevêché. Rameau. Samson. Jarret Ott (Sansón) Jacquelyn Stucker (Dalila), Lea Desandre (Timna), Nahuel di Pierro (Achisch). Laurence Kilsby (Elon), Julie roset (L’Ange). Coro y orquesta Pygmalion. Claus Guth (dirección de escena). Raphaël Pichon (Dirección musical). 

El proyecto de “recuperar” la ópera Samson del compositor barroco Jean-Philippe Rameau y cuyo libreto escribió François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, es la propuesta más interesante del Festival de Aix-en-Provence de este año. Un trabajo hercúleo que ha caído, en gran manera, sobre los hombros de ese excelente músico que es Raphaël Pichon, compartiendo sobre labor dramatúrgica con el director de escena Claus Guth. Haciendo un poco de historia, en 1733 Voltaire convence a Rameau para que componga una ópera sobre un libreto que el propio escritor, basándose en la Biblia, concretamente del Libro de los Jueces fundamentalmente, había escrito sobre la figura de Sansón. Tenía la idea el revolucionario Voltaire de llevar también a la escena musical parisina cambios que actualizaran las formas y maneras de la ópera barroca francesa. Pero el escritor se encontró por dos veces con el muro de la censura gubernamental y el proyecto nunca vio la luz. Rameau utilizó su composición para incorporar su música a obras posteriores y se perdió el libreto original aunque, al final de su vida, un mucho más moderado Voltaire editó sus obras, incluyendo una versión menos agresiva y transgresora de Samson

Con esos materiales comienza la construcción, recuperación o recreación libre (elijan ustedes el calificativo que más les guste, todos y ninguno se acomoda totalmente al proyecto que se pudo ver en el Théâtre de L’Archevêché) de la creación mundial (como lo califica el Festival) de Samson. Ha sido un trabajo arduo y minucioso, casi como reconstruir un puzzle partiendo de lo que había y utilizando la ayuda del texto que ha reescrito Eddie Garaudel y la adecuación dramática de Yvonne Gebauer. El entendimiento entre Pichon y Guth ha sido extraordinario, no solo porque lo comenten ellos en sendas entrevistas, sino porque se ve perfectamente en la representación. Seguramente habrá (o debería haberla) una grabación de esta ópera (se va a poder ver en directo en el canal ARTE el 12 de julio), para que quede testimonio del admirable trabajo realizado. 

Musicalmente, Pichon acude a las fuentes de que dispone: las obras de Rameau. Parte de la música del Samson original se sabe dónde fue utilizada pero otra ha sido el propio músico, en colaboración con Guth, el que ha buscado las piezas del compositor que más pudieran encajar en el engranaje escénico. Un trabajo, vuelvo a insistir, que requiere muchas horas y un gran conocimiento del corpus del músico barroco francés. Así nos encontramos fragmentos de por ejemplo Castor et Pollux, Dardanus, Les Indes galantes, Les Fêtes d’Hébé o Zoroastre, que van dando forma a la historia creada por Guth y sus ayudantes. Se han suprimido los recitativos típicos de estas óperas y se han reducido sensiblemente los ballets, dando especial protagonismo a los números corales, verdadera columna vertebral musical de esta propuesta. En todos estos momentos musicales Pichon demuestra su maestría como director, su perfecto dominio de las diversas partituras y del espíritu esencial del estilo barroco francés, del que es uno de los mayores especialistas. Se recrea en los tiempos lentos (quizá para algunos demasiado aunque nunca decae el “alma” de la melodía) y dinamiza con energía los números más declamatorios (sobre todo con los personajes masculinos) y los corales, de un indudable perfume danzante. El público en parte en pie dedicó al final de la representación sus mayores aplausos al director y esa joya que es su grupo Pygmalion, una reunión de grandes profesionales especialistas cada uno en su instrumento pero que formaron un conjunto perfectamente empastado y de una calidad extraordinaria.

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Antes de pasar a desglosar el quehacer del equipo vocal, quería explicar brevemente, aunque no es tarea fácil, la propuesta dramática. Claus Guth, apoyándose en un equipo técnico de altísimo nivel (es necesario nombrar al escenógrafo Etienne Pluss, a la figurinista Ursula Kudrna o al encargado de luces y vídeo Bertrand Couderc) sitúa la acción en un típico hôtel o casa noble de la burguesía francesa (se ven interiores parecidos en el propio Aix) en estado ruinoso y que unos técnicos, al comienzo de la representación, están evaluando para, se supone, su rehabilitación o derrumbe. Es el lugar tal como quedó cuando Sansón ejecutó su último acto de fuerza, el aniquilamiento de los filisteos y de sí mismo. A partir de ahí la acción se retrotrae al principio según nos indica la Biblia: el anuncio de un ángel (o más bien un ser no bien definido) a la madre del héroe de que va a tener un hijo, y del nacimiento del mismo.

Después contemplamos cómo va creciendo con el don de la fuerza pero también con un carácter violento y, ya hombre, sus problemas con sus enemigos filisteos pero también con su propio pueblo y su complicada relación con las mujeres. El hilo conductor de la historia es la propia madre, una actriz (interpretada con calidad por Andréa Ferréol) que con la voz amplificada nos narra o simplemente nos muestra el núcleo de la historia. Lo más destacado de la propuesta de Guth es el excelente trabajo al mostrarnos un Sansón con indudable liderazgo pero también con graves problemas mentales y que tiene unas relaciones amorosas con dos mujeres filisteas (Timna y Dalila) que acaban con la muerte de la primera y el suicidio de la segunda.

Es una historia contada sin cortapisas, dura, como hubiera sido la rechazada por la censura del siglo XVIII y a la que se apuntarían muchos hoy en día. Y con un final que no por conocido no deja de ser muy impactante en la concepción del director alemán. La dirección de actores, con guiños a películas como Matrix, resulta rica y completamente lógica, sobre todo en el enfrentamiento entre filisteos y judios y también entre los personajes más importantes. El conflicto tiñe la partitura y la dirección escénica dándole una actualidad que nos enfrenta con el duro presente que todos conocemos.

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Salvando las individualidades que ahora se comentarán, pondría por delante a la hora de valorar el apartado vocal la impresionante presencia del coro Pygmalion. Esta obra le otorga una preponderancia y un protagonismo extraordinario y el conjunto responde con unas prestaciones que provocan admiración y unánime aplauso. Se consigue un empate perfecto de las voces pero también es perfectamente distinguible cada cuerda, con sus características propias. Las piezas elegidas para el engranaje de este Samson permiten el lucimiento coral y el triunfo de un grupo de altísimo nivel. 

Comenta el director musical que el protagonista de la nueva recreación debía ser, casi obligatoriamente, un barítono o un bajo, dada la personalidad del personaje. El elegido para este estreno ha sido el barítono norteamericano Jarret Ott, que por voz y físico se identifica completamente con Sansón. Su trabajo es de altísimo nivel actoral y gran seguridad vocal, y con volumen y proyección que exige una parte de tanta fuerza. Quizá el único pero es sus problemas en las notas más graves, casi inaudibles mientras en la zona media y aguda su capacidad y soltura brillaron totalmente.

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Dos voces femeninas le dieron la réplica: en el papel de la primera mujer de Sansón, Timna, destacó la atractiva voz de soprano ligera de Lea Desandre, que bordó sus intervenciones; y en el papel de la famosa Dalila pudimos disfrutar una vez más de la elegancia, dramatismo y exultante instrumento de Jacquelyn Stucker, espectacular actoral y vocalmente, especialmente en la escena de su suicidio y que arrancó de entre el silencioso público un “bravissima” de un admirador que no pudo reprimir lo que todos pensábamos callados sobre su maravilloso trabajo.

También una voz conocida en el Festival es la del barítono argentino Nahuel Di Pierro que volvió a demostrar su solvencia en el ingrato papel de Achisch, rey de los filisteos. Buen trabajo de Laurence Kilsby como Elon, desertor judio y Julie Roset, el ángel que anuncia a la madre de Sansón su próximo natalicio.

Una noche que nos hizo conocer cómo se recupera una obra perdida con inteligencia, esfuerzo e ingenio y que, pese al goteo de un inclemente cielo que a ratos sufrimos en el Patio del Arzobispado, mereció la pena en todos los sentidos.

Fotos: © Monika Rittershaus