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Un Ibsen impresionista

Munich. 22/07/22. Prinzregententheater. Debussy: Pelléas et Mélisande. Sabine Devieilhe (Mélisande), Ben Bliss (Pelléas), Christian Gerhaher (Goulaud), Franz-Josef Selig (Arkel), Sophie Koch (Geneviève) y otros. Orquesta, coro y bailarines de Bayerische Staatsoper. Jetske Minssen, dirección de escena. Hannu Lintu, dirección musical.

Con esta nueva producción, firmada por la holandesa Jetske Mijnssen en la parte escénica y por el finés Hanun Lintu desde el foso, ambos abordando por primera vez un Pelléas et Mélisande, el siempre atractivo Festival de Ópera de Munich ha vuelto a ofrecer una velada operística de primer orden.

Puede que el hecho de que tanto Mijnssen como Lintu trabajen por primera vez en esta ópera icónica del siglo XX, una rara avis siempre sorprendente y nunca previsible, le haya dado un toque extra de frescura artística, pues el resultado ha sido gratificante, atractivo y sensorialmente edificante.

La directora de escena neerlandesa renuncia explícitamente a la naturaleza y sus impresionistas sonidos que salpican musicalmente desde el foso. Analiza con lupa de entomóloga la realidad de Goulaud, Pelléas, Arkel, Yniold y Geneviève, con una mirada realista que parece reivindicar a Ibsen y sus obsesiones sobre las contradicciones burguesas de un clan familiar.

Este contraste, escenificado siempre con las habitaciones interiores del palacio de Arkel, comedor, dormitorio, salón de estar…omite cualquier referencia naturalista y se centra en la observación y disección de los problemas familiares que se rompen en mil añicos con la aparición de Mélisande, un personaje más espíritu que humana. 

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Una dirección de actores clara, un vestuario acorde a la época del estreno de la ópera, 1902, y una iluminación natural, centrada en los interiores de madera y escasos muebles, cumplen con eficacia una teatralidad que encuentra en la música los colores, ambigüedades y fantasías que la ópera ofrece sin parangón.

El contraste favorece la producción gracias a la magnífica dirección musical de Hannu Lintu, quien obra maravillas sonoras con la partitura y una orquesta de la Bayerische Staatsoper que florece en cada escena. La música fluye como un jardín de sonidos flotantes, cromatismos infinitos y harmonías incandescentes desde la milagrosa orquestación de un Debussy de gracilidad inalcanzable. Punto y aparte fueron los interludios entre escenas. La producción baja el telón para que estos protagonicen a placer con su hedonista fragancia sonora lo que parece inenarrable.

Arpa, flautas, vientos, cuerdas, metales, percusión, la concatenación de cédulas musicales y su estructura casi molecular, como la ha descrito el propio Lintu, envuelve a los personajes y al espectador y los traslada a ese universo característico, extraño y sensorial, con la que la ópera protege del mundanal ruido a todo y a todos.

Toda la aridez escénica que propone Minssen se colorea como en una burbuja mágica situada en un estado de ensoñación permanente gracias a la música imperecedera de Debussy.

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En el reparto no hay fisuras que rompan esa magia impresionista gracias a unos profesionales magníficos que bordan sus cometidos con pequeños peros. 

Así, se hace difícil encontrar otra soprano hoy en día que pueda interpretar con mayor grado de implicación musical y belleza sonora a Mélisande que la soprano francesa Sabine Devielhe. Afinación perfecta, canto de una pureza de emisión y frescura en la dicción envidiables, alambicamiento en el fraseo sin caer en el amaneramiento y una verdad canora de extraña belleza como corresponde a uno de los personajes femeninos más enigmáticos de la creación lírica universal.

A su lado, el tono hosco, casi sobreactuado, con el que suele interpretar muchos de sus personajes el barítono alemán Christian Gerhaher, puede llegar a exasperar, pero no se le puede negar la musicalidad, la idoneidad estilística y un dominio del color y sus matices que hacen honor a la partitura, aquí en la parte de Golaud.

Grata sorpresa la del tenor estadounidense Ben Bliss como Pélleas. De timbre refrescante, color brillante y canto expansivo, cumplió a la perfección ser el alter ego de su huraño hermano Goulaud, y empastó con preciosismo tímbrico con la evenescente Mélisande de Devielhe.

Todavía dueño de nobleza canora, de graves tersos y bien colocados, fraseo de madurez notoria y proyección sin fisuras, se hizo notar el Arkel del veterano bajo Franz-Josef Selig. Y algo desdibujada, tanto teatralmente como vocalmente, la siempre efectiva mezzo francesa Sophie Koch como Geneviève, aquí eclipsada por un reparto impecable.

De grato resultado musical y teatral el Yniold del joven Felix Hofbauer, miembro solista de los cotizados Tölzer Knabenchor. Con un timbre blanco y color puntiagudo, de trémulo idóneo para la fragilidad del personaje, además de una seguridad musical asombrosa y una gran naturalidad para su edad, fue cariñosamente ovacionado al final de la representación. Destacó en su breve intervención como médico el veterano Martin Snell.

Una función que cumplió a las mil maravillas con el ideal lírico de Debussy. Un universo sonoro sin igual, sin continuadores en la historia de la ópera, que sigue seduciendo a propios y extraños, y que sigue colocando a Pelléas et Mélisande en un altar del repertorio entre las mejores creaciones líricas de todos los tiempos.

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Fotos: © Wilfried Hösl