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House of Cards

Salzburgo. 10/08/2024. Festival de Salzburgo. Haus für Mozart. Mozart: La clemenza di Tito. Daniel Behle (Tito). Alexandra Marcellier (Vitellia). Melissa Petit (Servilia). Anna Tetraushvili (Annio). Ildebrando D´Arcangelo (Publio).  

Estrenada este mismo año en el Festival de Pentecostés, la propuesta escénica de Robert Carsen para La clemenza di Tito de Mozart decepciona por obvia y por superficial. El director de escena canadiense plantea una asociación demasiado fácil e insustancial con eventos recientes de la escena política internacional, como el ascenso de Georgia Meloni al frente del ejecutivo italiano en octubre de 2022 o el intento de asalto al Capitolio de en Washington por parte de seguidores de Trump, en enero de 2021.

Carsen se queda así en el mero envoltorio de una trama en la que las pasiones radicales (lealtad, amor, traición, venganza) se ven relegadas a un segundo plano, opacadas por una mera trama de conspiración política, cuyos ecos contemporáneos resultan tan obvios como irrelevantes. 

Se diría que Carsen aspira a recrear una suerte de Haus of Cards en torno a la figura de Tito y las aspiraciones de Vitellia, pero en la práctica todo queda en un pálido intento, lastrado especialmente por una escenografía demasiado estática y gris de Gideon Davey, quien firma asimismo un vestuario que pareciera sacado de un rutinario bufete de abogados. 

Por otro lado, todo el debate moral que Tito encabeza con su actitud y sus parlamentos parece ignorarse en la lectura de Carsen, más preocupado por la mera trama política que por los grandes interrogantes de fondo.

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Así las cosas, la impresión general es la de una dramaturgia pobre y conformista, impropia del talento de alguien tan reputado como Carsen, a quien hemos visto firmar trabajos memorables tiempo atrás.

Para más inri, Carsen decide alterar la resolución final de la ópera de un modo que trastoca por completo el sentido de la misma. Y es que en lugar del lieto fine prescrito en el libreto, con el perdón de Tito hacia Vitellia y su correspondiente resonancia moral, aquí Carsen incluye una vuelta de tuerca realmente caprichosa haciendo que la propia Vitellia lleve a término su conspiración, acabando con la vida de Tito e instaurándose ella misma en su lugar. 

Todo, cabe colegir, para ilustrarnos Carsen sobre la fragilidad de nuestras democracias hoy en día, amenazadas incluso desde su interior. De nuevo, demasiado evidente, demasiado fácil, decepcionante. 

Finalmente, y esto también debería achacarse a Capuano, eché de menos un trabajo más preciso y detallado en los recitativos, a veces desgranados con precipitación y escasa atención al texto, de un modo escasamente teatral y menos musical de lo deseado.

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El reparto reunido para la ocasión no pasó de correcto, con un elenco de formas aseadas pero poco carismático. Fue el caso del tenor protagonista, Daniel Behle, algo blando en su acentuación del texto y realmente discreto en escena, sin apenas un instante de verdadero desahogo y empoderamiento vocal. 

Alexandra Marcellier le dio la réplica con una Vitellia encendida y entusiasta, a veces demasiado intensa, quizá llevada en exceso por el perfil del personaje que Carsen delinea con ella. En cambio, sonó algo liviana y apocada la Servilia de Mélissa Petit, a pesar de hacer gala de un instrumento bello y bien timbrado.  

Exhibió buenas maneras el Annio de Anna Tetraushvili, con margen de mejora en los recitativos, y sonó imponente todavía Ildebrando D´Arcangelo, con evidente autoridad vocal y escénica, dando forma a un Publio irreprochable.

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Así las cosas, Cecilia Bartoli despuntó por encima de todos sus colegas con un arte reconocible y genuino. Los años van pasando y el instrumento va dando puntuales muestras de erosión, pero su arte y su inteligencia se imponen a todo y sus intervenciones solistas fueron, con mucho, los mejores momentos de la velada.

La dirección musical estaba encomendada una vez más a Gianluca Capuano, al frente de Les Musiciens du Prince - Monaco e Il Canto di Orfeo. La versión propuesta cumplió con todas las expectativas, desde una óptica historicista, con un sonido generalmente vibrante y ágil, delicado en las páginas líricas y generalmente teatral, quizá con excesivos contrastes dinámicos. Sin ser una versión apabullante, bien puede decirse que fue una versión de suma solvencia.

Fotos: © SF/Matthias Horn