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Un buen comienzo

Bilbao. 19/10/2024. ABAO Ópera Bilbao. Palacio Euskalduna. Donizetti: Don Pasquale. Simón Orfila (Don Pasquale). María José Suárez (Norina). Francesco Demuro (Ernesto). Damián del Castillo (Malatesta). Pedro Mari Sánchez (Notario). Emiliano Suárez, dirección de escena. Sesto Quatrini, dirección musical.

Primer título de la temporada 24/25 en ABAO Bilbao Ópera y noche de debuts, pues Emiliano Suárez firmaba su primera puesta en escena de un título completo y Simón Orfila debutaba con la parte protagonista de este Don Pasquale. También debutaba en el Palacio Euskalduna la batuta del italiano Sesto Quatrini, al frente de Euskadiko Orkestra. El balance de la noche fue sumamente positivo: un buen elenco, una producción solvente y una direccion musical estimable. Nada fue especialmente brillante pero todo sumó dentro de un conjunto homogeneo y bien redondeado.

El elenco vocal reunido para la ocasión no presentó fisuras, empezando por Simón Orfila, quien hizo suyo uno de los grandes roles bufos del repertorio belcantista. Quizá sin la soltura de otros grandes especialistas en estas lides, pero lo cierto es que Orfila manejó el texto con destreza -incluído el célebre y difícil silabato-, estuvo vocalmente muy sólido y mostró una entrega actoral más que convincente. Como ya escribí al hilo de su Zaccaria en el Nabucco de Sevilla, al final de la pasada temporada, de un tiempo a esta parte la voz de Orfila me suena más natural y eso aportó sin duda fluidez a su interpretación.

A su lado disfrutamos de una excelente María José Moreno como Norina. Su dilatada trayectoria no es óbice alguno para que la soprano mantenga, casi intacta, la frescura y resolución de su voz, de afinación practicamente intachable y realmente desenvuelta en el tercio agudo. Quizá podría sacar algo más de punta a las partes del rol que juegan más sobre el recitado que sobre la melodía, pero más allá de eso, todo un acierto su incorporación a este elenco, esmeradísima además con el personaje que Emiliano Suárez busca componer con ella en escena.

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El Ernesto de Francesco Demuro fue un verdadero regalo para los oídos. Cuántos tenores apretados e incómodos hemos escuchado en esta parte... y en cambio qué natural y seguro sonó Demuro, con un timbre italianísimo, fresco y brillante en el tercio agudo. El tenor, nacido en Cerdeña, canta con un gusto extraordinario, como quedó patente tanto en su 'Com'è gentil' como en el bellísimo dúo junto a Norina, 'Tornami a dir che m´ami'. 

En la parte de Malatesta, Damián del Castillo hizo gala de su contrastado oficio, desplegando un instrumento muy sólido y a la vez dúctil, ideal para una parte con tanta teatralidad en su desarrollo. Del Castillo y Orfila estuvieron brillantes en su magnífico dúo, "Chieti, chieti, immantinente', que llegaron incluso a bisar -de forma un poco gratuita- en su tramo final, en respuesta al efusivo y unánime aplauso del público asistente.

Fue además todo un acierto incorporar al actor Pedro Marí Sánchez para hacer las veces de notario y para servir además de hilo conductor durante la representación, como maestro pizzero, con breves pero atinadas intervenciones habladas que puntualizaron el alcance de este melodrama cargado de patetismo y con mucha retranca, a medio camino entre la crítica social y la comedia bufa. 

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La propuesta escénica de Emiliano Suárez traslada la acción a una pizzeria de la que Don Pasquale resulta ser el avaro propietario. Su sobrino Ernesto es un camarero algo apocado y Norina se nos presenta como una friegaplatos que vive sus fantasías a través del postureo de las redes sociales, rematado el cuarteto por Malatesta, un caradura de medio pelo.

En la práctica, el libreto se sigue con fidelidad y la acción y su enredo trascurren de manera bastante convencional, con atinados detalles de dirección de actores aquí y allá, intentando sacar punta al relieve más sarcástico de la pieza.

Lo más vistoso de la propuesta es sin duda la escenografía a cargo de Alfons Flores que recrea, precisamente, una de esas típicas cajas de cartón donde se depositan las pizzas para llevar a domicilio. Concebida como un dispositivo circular, la acción transcurre tanto en la sala de la pizzería como en la trastienda, de un modo que resulta ágil y fluido.  

Cabe resaltar asimismo el vestuario de Carola Baleztena, muy visual y acorde al carácter de cada uno de los personajes -especialmente atinada la caracterización de Norina-, así como la iluminación de David Picazo, muy bien pensada dada la especial naturaleza de la escenografía, un conjunto no precisamente fácil de iluminar y mucho menos dado el movimiento circular de la estructura.

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La version musical ofrecida -sin cortes, cosa muy de agradecer a estas alturas- contó con el liderazgo de Sesto Quatrini, de gesto nítido y a quien cabe reconocer el esfuerzo por ponderar el sonido del foso, en busca del mejor balance posible con las voces. Maestro con una trayectoria en ascenso, Quatrini hizo gala de un conocimiento contrastado de este repertorio, logrando un sonido bastante refinado y teatral, ahondando en el tejido orquestal de un Donizetti plagado de intenciones y dobles sentidos, con una orquesta que ríe y danza al tiempo que derrocha melancolía. 

Euskadiko Orkestra no es una formación de naturaleza lírica -el grueso de su actividad es eminentemente sinfónica- pero la orquesta está indudablemente familiarizada con el foso del Palacio Euskalduna a través de las temporadas de ABAO. En esta ocasión volverion a hacer gala de su habitual solvencia. Excelente por cierto el solo de trompeta que introduce la escena de Ernesto, al comienzo del segundo acto.

En suma, un buen arranque de temporada para ABAO y un buen comienzo también para la andadura de Emiliano Suárez como director de escena. La agenda bilbaína proseguirá en noviembre con un ambicioso y atractivo Trittico pucciniano.

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Fotos: © E. Moreno Esquibel