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Mucho que oir, poco que ver

Barcelona, 9 de noviembre de 2024. Gran Teatre del Liceu. Verdi: La forza del destino. Anna Pirozzi (Leonora), Brian Jagde (Alvaro), Artur Ruciński (Carlo), Caterina Piva (Preziosilla), John Relyea (Padre Guardiano), Pietro Spagnoli (Melitone), Giacomo Prestia (Marqués de Calatrava), Moises Marin (Trabucco), Laura Vila (Curra), Dimitar Darlev (Alcalde), Plamen Papazikov (Alcalde), Domingo Ramos (Cirujano), Lucas Groppo (Cirujano). Cor i Orquestra del Gran Teatre del Liceu. Nicola Luisotti, dirección musical. Jean-Claude Auvray, director de escena.

Es propio del mundo de la alta cultura el guardar un respeto reverencial hacia aquellas obras que han conseguido permanecer en el panteón de los llamados clásicos. Desde luego el motivo por el cual La forza del destino ha alcanzado tal posición está en la musica de Verdi, pero aun así resulta difícil tomar en serio la carga de mal gusto, dispersión y grandilocuencias absurdas (la redención final del tenor resulta hasta cómica) que contiene el libreto de Piave (y los granitos de arena que haya que atribuirle a Ghislanzoni y su revisión). Desconozco la factura que hay que cobrarle al Duque de Rivas por estos hechos porque no he leído su obra, pero lo que está claro es que para un director de escena esta obra tiene la dificultad añadida de tener que defender unos mundos emocionales con los que es difícil empatizar.

Para enfrentar tamaño reto se pensó, en coproducción entre el Liceu y la Ópera de París, esta puesta en escena que ya vimos en el Liceu en 2012 y que firma Jean-Claude Auvray. La escenografía tiende a cierto minimalismo que muchas veces es de agradecer; en este caso, sin embargo, mas valía no concentrarse mucho en los aspectos esenciales de un drama que cuanto más desnudo aparece más feo se ve. No es esta, sin embargo, la parte esencial de la cosa. Donde esta propuesta naufraga es en una dirección de actores entre descuidada y equivocada, sin ninguna composición ni de los personajes ni de las situaciones. En la primera escena Don Alvaro, que es un héroe muy audaz, aparece en casa del Marqués de Calatrava para llevarse con él a la hija del Marqués, siempre con el consentimiento de ella. Sin embargo, en un momento en que tendría que empezar una nueva vida de amor y libertad, lo que se encuentra es a Leonora (así se llama la moza para variar) ahogándose en un mar de dudas. Ante tamaño contratiempo nuestro tenor, en lugar de hundirse frente a la perspectiva de sus sueños truncados, se puso a protestar como si le hubieran sacado tarjeta amarilla. Una cosa es que el drama sea indefendible y la otra es que la obligacion de un director de escena sea defenderlo. Y este no es el único ejemplo: ni un solo acierto, ni una idea brillante, ni un rayo de lucidez. Ni tan solo la pulcritud mínima exigible para coreografiar un duelo (ya que la cosa va de capa y espada). No hace falta profundizar más en el tema. Si algo valía la pena en este espectáculo tendría que ser escuchado y no visto.

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Afortunadamente en el campo musical las cosas se desarrollaron mucho mejor. Empezando por la aportación de la orquesta y el coro bajo la dirección de Nicola Luisotti. Un discurso fluido, suficientemente tenso, ordenado a pesar de un par de pequeños desajustes entre el foso y el coro que, por otra parte, sonó estupendamente, compacto y presente. La orquesta dio un contexto instrumental adecuado a las escenas nucleares de este drama (las arias de los protagonistas, los encuentros entre Alvaro y Carlo, el final) y también a las escenas de conjunto, que juegan un papel relevante en esta obra de gran presencia coral. La obertura, colocada aquí después de la muerte accidental (otra vez muy mal resuelta escénicamente) del Marqués de Calatrava y no antes, como debería ser, sonó muy convincente. Y así todo en general. Que los cuerpos estables del teatro hayan sido de lo mejor en lo que llevamos de temporada es una gran noticia, no siempre fue así en este teatro.

El reparto de solistas, sin tener nada de memorable, fue también muy consistente en todo momento. Brian Jagde (que ya cantó La Gioconda en 2019) no es un cantante refinadísimo ni tiene ese gancho de los grandes tenores pero afronta la partitura con gran suficiencia. Si bien en el primer acto no prometió delicia alguna, luego en su aria estuvo la mar de bien, con dinámicas adecuadas y brillante registro agudo. Un tanto mas apagado en el duo "Solenne in quest'ora" (también nefastamente resuelto a nivel escénico) pero brillante de allí  hasta el final. Se trata de un personaje muy exigente por lo cual salir vivo y honrosamente del reto es ya un mérito. Hay que reconocerle a Jagde su éxito en tal empresa. 

A Anna Pirozzi se la esperaba. Ya se la había podido ver en el Ballo in maschera de la temporada pasada, en la mencionada Gioconda en que tambien cantaba Jagde y aún en un Attila anterior (2017/18). Repertorio todo él de peso. En mi humilde opinión estuvo muy convincente, hasta brillante, en el registro lírico del personaje y no tanto en el dramático. Luchó contra cierta tendencia a los agudos calantes en los momentos de máxima intensidad, y esta fue su pequeña debilidad, pero cantó bien en general y realmente muy bien en ciertos momentos (los momentos más recogidos de su última aria, por ejemplo) en que se le permitía frasear sin tener que luchar contra la orquesta. Este hecho, del que se podría en parte responsabilizar al maestro Luisotti y que no se dio sin embargo con el tenor Jagde, se repitió hasta cierto punto con el Carlo de Artur Ruciński. Este barítono tiene una bella voz, estupendamente timbrada, y un canto muy musical y muy sólido. Con estilo elegante y buen dominio de la técnica, cantó la parte sin aprietos. Y sin embargo le faltó algo para ser un Carlo excelente: una presencia vocal más invasiva, una mayor capacidad para imponerse sobre la orquesta.

En cambio resultó excesivamente discreta la Preziosilla de Caterina Piva. Debutaba en esta casa y aunque cumplió su cometido con corrección no tuvo el brillo vocal exigible en una parte que ofrece a una mezzosoprano suficientes oportunidades de lucimiento. Se desempeñó bien en lo escénico a pesar de la sarta de tópicos que afloran en sus escenas, pero no sobrepasó en conjunto los limites de la corrección. Una voz que llama la atención es la de John Relyea (Padre Guardiano), profunda y cavernosa. No le falta volumen ni rotundidad en el grave, ni tiene ese tinte baritonal/juvenil que podría desautorizar o desdibujar al personaje. Es, por lo tanto, un cantante adecuado para la parte. Se agradecería (eso suele suceder con este tipo de voces) un poco más de flexibilidad vocal ya que el padre Guardiano es un papel que canta pasajes de gran belleza y lirismo, pero esta es una objeción hasta cierto punto caprichosa si tenemos en cuenta que el hombre defendió su parte de manera exitosa, y no es una parte fácil.

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La forza del destino, más allá de sus debilidades, tiene algunas características peculiares. Entre ellas está la voluntad de exponer una especie de fresco histórico mediante las escenas de conjunto y tambien la de intentar en ellas desarrollar un cierto registro tragicómico. Este componente cómico lo concentra en buena parte el personaje de Fra Melitone. Es un auténtico lujo y un gran acierto tener, para un papel que no es protagonista pero tampoco es en absoluto irrelevante, a un cantante como Pietro Spagnoli. Su parte no tiene las dificultades vocales por las que tiene que pasar el trío protagonista, pero si obviamos este hecho, se puede decir que la suya fue incluso la actuación más brillante de la noche. Voz sonora, musicalidad irreprochaable, compromiso escénico, contención y sobriedad, Spagnoli  tiene todo lo que necesita un Melitone de primer nivel. Giacomo Prestia, en cambio, apareció un tanto trotado en el papel de Marqués de Calatrava. No nos hizo sufrir en ningun momento (como sí hizo Paata Burchuladze en el primer espectáculo de la temporada) pero tampoco pudo imponer una gran autoridad vocal a su personaje. El nivel delos personajes secundarios fue muy bueno, empezando por el Trabucco de Moisés Marín y la Curra de Laura Vila y continuando por todos los demás. Esta es una constante en los últimos años y es muy de agradecer que además de los platos principales se cuiden en su justa medida las guarniciones.

Una propuesta escénica de mayor interés hubiese sido de agradecer, y el reparto tampoco tenía nada de espectacular para un teatro que ha visto a Bergonzi, Tebaldi, Taddei, Simionato, Caballé, Carreras, Kabaivanska, Cappuccilli y otras leyendas defendiendo estos papeles, pero lo cierto es que después de las buenas impresiones iniciales de la temporada esta Forza de destino confirma el buen nivel musical de las masas estables, se vale de la acertada elección del director de orquesta y de un reparto más que digno.

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Fotos: © A. Bofill