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Un hito

Madrid. 28/05/2018. Teatro Real. Zimmermann: Die Soldaten. Susanne Elmark, Leigh Melrose, Uwe Stickert, Iris Vermillion, Hanna Schwarz y otros. Dir. de escena: Calixto Bieito. Dir. musical: Pablo Heras-Casado.

El tan cacareado bicentenario del Teatro Real no alcanzó su cenit con la descafeinada gala que acogió la representación en concierto de La Favorite, el pasado mes de noviembre, contando eso sí con unos estupendos solistas (Jamie Barton y Javier Camarena). Me atrevo a decir más bien que la verdadera cúspide de esta efeméride con aires de hipérbole se ha dado cita ahora con el estreno en España de Die Soldaten de Bernd Alois Zimmermann. Obra imperativa, imprescindible, Die Soldaten es un fresco histórico de necesario conocimiento para el público contemporáneo, por más que las numerosas deserciones en el descanso parecieran empeñarse en apuntar lo contrario.

Personalmente descubrí esta obra en la primavera de 2014, en Múnich, en ocasión entonces de una nueva producción firmada por Andreas Kriegenburg y con Kirill Petrenko a la batuta. La experiencia de entonces la guardo aún en mi memoria como una de las veladas más sobrecogedoras de todo mi recorrido como espectador. Desde entonces he seguido y perseguido esta obra allá donde se escenificase: volví a verla en Múnich en otoño de 2014, con idéntico equipo artístico, destacando la inconmensurable Marie de Barbara Hannigan; asistí a las funciones de la Scala en febrero de 2015, con Ingo Metzmacher y Alvis Hermanis al frente; y viajé también a Wiesbaden en mayo de 2016, para una sorprendente producción de Vasily Barkhatov.

Como imaginarán, esperaba con ansía por tanto la llegada de esta obra a nuestro país y celebro desde ya el acierto de Joan Matabosch al apostar por ello. Aún más cuanto se ha optado por una producción contrastada, la firmada por Calixto Bieito que había recorrido ya con éxito los escenarios de la Komische Oper de Berlín y la Opernhaus de Zúrich (suena a broma, por cierto, eso de "Nueva producción del Teatro Real, creada originalmente por la Opernhaus de Zúrich y la Komische Oper de Berlín"). Más dudas podía haber planteado, al menos a priori, la elección de Pablo Heras-Casado al frente de la dirección musical, habida cuenta del repertorio que ha cultivado últimamente; pero lo cierto es que su perfil todoterreno terminó deparando una exitosa recreación, poniendo en valor su conocimento de la música contemporánea (cabe recordar aquí su vínculo con Pierre Boulez, sin ir más lejos). 

Vaya por delante que estas funciones han sido un éxito incontestable. Pero eso no empece para buscar matices y cuestionar algunas decisiones artísticas. Por ejemplo, por cuanto hace al trabajo de Calixto Bieito, hay cierta tendencia a hipertrofiar el discurso de la sangre y la violencia, como si se buscase un paroxismo que ya habita de un modo natural en el propio libreto. Die Soldaten, sin necesidad de pasar por las manos de Bieito, es ya en origen un retrato poco complaciente de las sociedades modernas, singularmente de su colapso e histeria a comienzos del siglo XX, enloquecidas por el militarismo y exagerados ad nauseam los abusos sobre la condición humana. Contrariamente a lo que pudiera parecer, el horror no es más horroroso al hacerse más evidente. Bieito no juega a incomodar sino por la crudeza y esa es una baza lógica y sumamente legítima para esta partitura, pero por momentos se antoja un recurso reiterativo y demasiado fácil. La suya es una opción válida y coherente, tanto consigo mismo como con la obra, aunque se antoje a la postre un tanto reduccionista.

Algo semejante cabe decir acerca del trabajo de Pablo Heras-Casado, muy meritorio, pero igualmente reduccionista. Y es que su dirección fue más efectista que detallista. Con una tensión continuada, en conexión con esa opresión constante que plantea Bieito en escena, Heras-Casado subrayó sobre todo la vertiente epatante de una música que tiene algo de desenfreno, pero que oculta también numerosas escenas donde se requiere un cierto recogimiento, una rara quietud. Faltaron por ejemplo trazos más evidentes donde reconocer los ecos de Wozzeck y Lulu. Cierto es que la situación de la orquesta, con algunos instrumentos demasiado al fondo, obligando a más amplificación de la lógica en otras condiciones espaciales, obligó a buen seguro a una óptica de estas características. A cambio, todo hay que decirlo, la acción sacaba partido de los cantantes situados en un primerísimo plano, sobre el foso habitual, otorgando a la escena una evidencia y un realismo sumamente crudos. Sea como fuere, y si bien faltó claridad para reconocer las escenas simultaneas y el consumado empleo del recurso del collage, la labor de Heras-Casado fue desde todo punto de vista muy meritoria, extrayendo de la Orquesta Sinfónica de Madrid uno de sus mejores trabajos de los últimos años. Mención aparte, por su impagable labor, para el maestro apuntador y codirector de la funcion, Vladimir Junyet, situado en lo que normalmente sería el foso y marcando sin respiro todo lo dispuesto en la partitura.

Del elenco vocal es forzoso destacar, por méritos propios, la excelente labor de Susanne Elmark en la parte de Marie, resaltando su entrega total, desenfrenada, con un compromismo físico fuera de lo común. Su labor vocal fue al mismo tiempo brillante y precisa, todo un hallazgo. Junto a ella, muy notable Leigh Melrose como Stolzius y muy capaz Uwe Stickert con la imposible parte de Desportes -sustituyendo a Stefan Vinke, a quien se anunció en origen para estas funciones-. Dos solistas tan emblemáticas como Iris Vermillion y Hanna Schwarz no se quedaron atrás, sobre todo por su labor dramática, de imponente magnetismo escénico, aunque también por su digno empaque vocal. Buena labor de conjunto del extenso equipo que completaba el cartel, redondeando unas funciones indispensables, no solo por la obra sino por cómo ésta ha sido estrenada en España. Todo es susceptible de mejorar, pero el Teatro Real puede estar satisfecho, esta vez sí, de haber acertado de pleno con estos Soldaten.