Nariz Komische IkoFreese

Elogio de la irreverencia

Berlín. Komische Oper. Shostakovich: La nariz. Günther Papendell, Jens Larsen, Rosei Aldridge, Alexander Kravets, Alexander Lewis y otros. Dir. de escena: Barrie Kosky. Dir. musical: Ainars Rubikis.

En el marco del interesante e intenso festival de verano que la Komische Oper de Berlín se ha sacado de la manga para reponer sus nuevas producciones de esta temporada, destacaba por infrecuente la presencia de La nariz de Shostakovich, en una producción firmada por Barrie Kosky, estrenada en 2016 en la Royal Opera House de Londres y que visitará próximamente la Ópera de Australia. Como es bien sabido, esta ópera del genio ruso hace pie en el sinpar texto de Nikolai Gogol. Escrito en 1836, narra la historia de un hombre que amanece un día sin su nariz, a la que encuentra más tarde por la calle, con su propia personalidad y ejerciendo toda una vida social por su cuenta. Semejante esperpento hizo las delicias de un joven Shostakovich que logró estrenar así, en 1930, una de sus primeras obras para la escena. El resultado es toda una genial y disparatada peripecia, tanto musical como teatral, un salto al vacío, un experimento sin redes en el teatro del absurdo que posee hoy una vigencia inusitada.

En manos de Barrie Kosky, a la sazón director artístico de la Komische Oper, la obra adquiere los tintes de una sátira cabaretesca, netamente surrealista. Quizá no sea plenamente coherente con el libreto, al que desafía de hecho en su literalidad. Pero a buen seguro pocas obras como esta Nariz de Shostakovich permitan y propicien tal irriverencia. El espectáculo, aun con sus redundancias y algunos guiños demasiado fáciles, funciona y se sostiene, con momentos de gran divertimento y geniales ocurrencias, como el cuadro de bailarines de claqué, transmutados aquí en gigantescas narices. Barrie Kosky ahonda en lo grotesco y en lo irreverente, perdiendo a veces de vista lo irónico y lo sarcástico, renunciando un tanto a poner en valor el aliento social e ideológico que marca el original de Gogol.

El papel protagonista del elenco, la parte de Kovaliov, recaía en un hombre de la casa, Günther Papendell. Su trabajo es muy bueno: resulta un actor convincente, comprometido; y vocalmente suena robusto al tiempo que flexible. El resto del reparto tiene un cometido coral y brilla con ello la capacidad de la Komische Oper para sacar el máximo rendimiento a sus cantantes estables. Por último, muy notable labor en el foso del nuevo maestro titular de este teatro berlinés, el letón Ainars Rubikis. Contención, tensión, teatralidad y momentos de epatante sonoridad, confirmando una vez más el fantástico rendimiento de la orquesta titular del teatro.