Meistersinger Bayerische 2018

Wagner y la amarga sonrisa 

Munich. 30/09/2018. Bayerische Staatsoper. Wagner: Der Meistersinger von Nürnberg. Michael Volle (Hans Sachs), Klaus Florian Vogt (Walther von Stolzing), Julia Kleiter (Eva), Markus Eiche (Sixtus Beckmesser), Georg Zeppenfeld (Pogner), Daniel Behle (David), Claudia Mahnke (Magdalene), Milan Siljanov (Nachtwächter), Kevin Conners (Kunz Vogelgesang), Christian Rieger (Konrad Nachtigall), Michael Kupfer-Radecky (Fritz Kothner), Ulrich Reß (Baltahsar Zorn) y otros. Dir. escena: David Bösch. Dir. musical: Kirill Petrenko.

Desde el pasado fin de semana hasta el próximo 7 de octubre todos los días son fiesta en la capital de Bavaria. Y la Staatsoper, con una inauguración de una temporada llena de conmemoraciones, no ha dudado en ponerse los prescriptivos Dirndl y Trachten – según toque o plazca – para acompañar la primera subida de su centenario telón. Tres horas antes de que esto aconteciese el que suscribe estas letras tenía en mano una Maß, léase, una jarra de cerveza (local) de un litro (aunque otrora la “medida” tenía un sorbo más) para completar mi propio atuendo, y para recrear en cierto modo las condiciones en las que cualquier muniqués que se precie iba a acometer horas después el título que la Staatsoper proponía: Los maestros cantores de Núremberg, una obra que dicho sea de paso vio la luz precisamente en este mismo teatro.

La comediada lectura de los cantores propuesta por el regidor alemán David Bösch para la temporada 2016-2017 nos hace esbozar una sonrisa sin desproveer a los Maestros de la amargura que le confiere Wagner, mostrándose de este modo como un título idílico para las circunstancias descritas. La mezcla de un cuadrilátero pugilístico con el ambiente propio de un festival de San Remo franconio otorga una oportuna hilaridad a la escena, circunstancia que suscitó sin embargo algún que otro reproche precisamente en su estreno, en un mayo particularmente lluvioso en el que quizás los ánimos no estaban especialmente preparados para semejante lectura.

Bösch hace afables hasta las partes más agrias, como los largos discursos del tercer acto, proponiéndonos su visión pseudo-espartana, permitiendo con ello que la música adquiera un protagonismo mayor. Y es ahí donde precisamente la fiesta se desata sin necesidad de cerveza alguna, de manos de la batuta de Kirill Petrenko, artífice una vez más  de una versión en la que colores y dinámicas evidencian como la pulcritud no está reñida con el ingenio cuando quien sostiene la batuta sabe pintar gallos tan diversos como el mismísimo Picasso.

Si bien el reparto gozaba de no pocas bajas, por los primeros atisbos de los resfriados otoñales, el público agradeció con aplausos y comprensión el esfuerzo por sobreponerse a las circunstancias de Klaus Florian Vogt, a quien habíamos ya previsto no poder escuchar. Aunque notablemente limitado en su capacidad pulmonar, fue capaz de sostener el rol con consistencia más que aceptable y puntuales brillos de emotividad.

Ovación incontestable para el barítono Michael Volle, en los paños del maestro Sachs, sin duda alguna una auténtica referencia para este papel en el que deja brillar tanto una soberbia dicción como una musicalidad apabullante, por plano o rizado que sea el perfil melódico de su línea. Intachable actuación también la de Georg Zeppenfeld (Veit Pogner), a quien seguimos desde hace tiempo la pista y que nos ha regalado más de una tarde memorable, gracias a una voz amplia, sorprendentemente ajustada tanto en su registro más grave como en el más agudo y de un lirismo abanderado por contados cantantes en el registro.

De rigor también es agradecer el esfuerzo de Carsten Sabrowski en sustitución de Christian Rieger en el papel de Konrad Nachtigall, quien pisando el escenario poco antes de que se alzase el telón no solo no emuló al pulpo en el garaje, sino que su irrupción pasó (para bien) totalmente desapercibida. Discreta labor la de Julia Kleiter y Claudia Manhke, sin reproches pero también sin nada que resaltar en una ocasión que quizás no lo necesitaba pero sí lo merecía.