KatiaKabanova A.Bofill vertical

 

Poco ruido y muchas nueces

Barcelona. 18/11/2018. Gran Teatre del Liceu. Janacek: Katia Kabanova. Patricia Racette, Dir. de escena: David Alden. Dir. musica: Josep Pons.

Con el título de esta crítica me permito alterar el refranero tradicional, al objeto de valorar no solo la presente función de Katia Kabanova sino también, en su conjunto, la etapa de Christina Scheppelmann como directora artística del Liceu, anunciada ya su salida del cargo con la temporada 2019/2020. Y es que sin demasiado ruido, y quizá sin la demagogía y descaro con la que otros gestores venden sus logros, Scheppelmann se ha anotado varios tantos importantes desde que llegase al teatro en junio de 2014. Al margen de ajustarse el cinturón y cuadrar la propuesta artística con los endeudados presupuestos que aún hoy maneja el Liceu, Scheppelmann ha sido la responsable del debut escénico de Jonas Kaufmann, por señalar un extremo bien sonado, al tiempo que ha conseguido funciones redondas, como la presente Kabanova, que parecen pasar sin mayor pena ni gloria ante crítica y público. Por descontado, en este tiempo, ha habido también funciones sumamente deslucidas, como las de La favorite. Pero un tiempo que ha vivido los debuts de Juan Diego Flórez como Edgardo en Lucia, Javier Camarena como Duca en Rigoletto o Ludovic Tézier con el Macbeth verdiano no puede verse como un tiempo artísticamente menor. Valentí Oviedo y la nueva directiva del Liceu que encabeza son muy libres, por descontado, de buscar nuevos vientos para el teatro, pero creo que es el momento justo de ponderar los aciertos de Christina Scheppelmann, ahora que sabemos que no ha sido renovada en el cargo.

Esta Kabanova es un buen ejemplo de lo que mencionaba: sin ser excelente en ninguno de sus frentes, ha tenido una entidad y una homogeneidad dignas de elogio. No es nada fácil poner en escena una obra de Janacek sin que la producción, la protagonista, los secundarios o el foso flaqueen. Patricia Racette es una intérprete contrastada, una actriz sumamente solvente y capaz de defender la parte protagonista con arrestos. Voz firme, amplia y hermosa, firmó una Katia de muchos quilates. Tuvo una buena réplica en el Borís de Nikolai Schukoff

Y es que fue excelente, por lo general, el plantel de secundarios, destacando la labor de Antonio Lozano como Vània (quizá lo mejor que le he escuchado hasta la fecha). No defraudó tampoco el siempre solvente y polifacético Francisco Vas como Tíkhon. Muy entonada en su aniñado rol la soprano Michaela Selinger como Varvara; e imponente, sobre todo por su vis dramática, la Marfa de Rosie Aldridge. 

Sin ser excepcional, el trabajo de Josep Pons en el foso tuvo la solvencia que acostumbra. Hubo tensión, dramatismo y momentos de evidente belleza, haciendo justicia a esa prodigiosa partitura de Janacek, todo un dechado de colorido y orquestación. Sea como fuere, de un tiempo a esta parte la orquesta del Liceu parece haber entrado en una cierta meseta, tras meses de progresión evidente; no diría que se haya estancado, pero no hay una mejoría evidente.

La producción de David Alden, procedente de la English National Opera, es todo un acierto. Desde su mirada austera, busca un espectáculo ágil en lo escénico, con una funcional escenografía de Charles Edwards, que centra todo su esfuerzo en resaltar los caracteres principales y el conflicto emocional que sostiene en pie el libreto. Con una atinada estética de aires cinematográficos, casi más propias de un thriller expresionista, Alden subraya el ambiente opresivo en el que Katia se ve obligada a vivir sus pasiones. La tensión familiar y el oscurantismo social se ciñen sobre su conciencia de tal manera que apagan en ella toda esperanza de liberación. La crudeza del final de este libreto, amalgmada con una rara poesía, maravillosamente retratada por ese hondo y pesaroso lirismo que Janacek dibuja desde el foso, encuentra una justa traducción en la sencillez del montaje de David Alden.

Quizá, en conjunto, lo mejor que se ha visto en el Liceu en lo que va de temporada. Y no parece que haya tenido el eco correspondiente. Poco ruido y muchas nueces.