Nelsons Gewandhausorchester Dic18

El arte de las riendas 

Berlín. 14/12/2018. Philharmonie. Einfelde: Lux aeterna. Mahler: Sinfonía no. 2. Berliner Philharmoniker. MDR Rundfunkchor Leipzig. Lucy Crowe, soprano. Gerhil Romberger, contralto. Dir. musical: Andris Nelsons.

En la entrevista que mantuve con él el pasado verano, para la portada de nuestra edición impresa de julio, Andris Nelsons me apuntaba que ponerse al frente de una orquesta está muy lejos de consistir en una indicación constante y continuada. Muy al contrario, me decía, se trata de encontrar el equilibrio entre soltar las riendas y tirar de ellas, aplicando un atinado simil ecuestre que Nelsons atribuía a Karajan. En este nuevo encuentro con los Berliner Philharmoniker lo dicho en nuestra conversación ha cobrado más sentido que nunca. Y es que la Filarmónica de Berlín podría tocar la Segunda de Mahler sin batuta al frente, casi con los ojos cerrados. Pero el maestro letón logra cabalgar con ellos de una manera estimulante, espoleando sus afanes, captando la atención del público y disfrutando visiblemente del hecho mismo de hacer música, sin inercias ni automatismos, identificando a la perfección cuándo debe tirar de las riendas o cuádo debe soltarlas.

Y es que hay algo demiúrgico en el modo de afrontar la dirección musical que exhibe Andris Nelsons. Con él la música parece resistirse a ser una mera ejecución repetitiva; ya no es recreación, ¡es creación! Es asombrosa la sensación que logra transmitir, como si en cada instante todo estuviera abierto, como si las posibilidades del acontecer musical no estuvieran ya escritas de antemano. Algo semejante a lo que sucede con Kirill Petrenko, con quien cada noche parece tratarse de un estreno, como comentaba apenas hace unos días al hilo de su Otello en Múnich. Son ciertamente distintas las artes en el podio de estos dos maestros, sin duda dos de los más atractivos del momento actual y del panorama por venir. Pero ambos, no obstante, coinciden en algunas virtudes: su imaginación, su detallismo y sobre todo su capacidad para frasear como los grandes.

En esa misma entrevista que antes citaba, el titular que entresaqué a Nelsons se refería a su propia percepción sobre el arte de la dirección de orquesta: "El director de orquesta es un místico con los pies en la tierra", me decía. Literalmente lo que encontramos en esta Segunda de Mahler. Y es que escuchamos un universo musical apoteósico, monumental, trascendente... lo que al fin y al cabo esperamos de una Resurreción de Mahler, sí; pero también una enorme curiosidad, un atractivo afán de exploración, buscando los límites del arte sinfónico, bordear y desbordar sus costuras. De alguna manera lo mismo que se planteaba el compositor cuando en 1894 comenzó a forjar la idea de una partitura que lo contuviera todo, a partir de una oda que escuchó en el funeral del maestro Hans von Bülow. Nelsons supo poner en valor la extraña coherencia que va desgranando esta partitura conforme avanza inexorable, con momentos de extraordinaria belleza -por descontado todo el último movimiento coral- e instantes de absolta filigrana orquestal, como el pizzicato que se escucha en el Ländler que articula el Andante.

La contribución del Coro de la Radio de Leipzig fue extraordinaria, con unas voces graves masculinas de una presencia notabilísima y unas sopranos que se agradeció escuchar en un color menos blanquecino de lo que es costumbre por otros lares. Intachable, en fin, la contribución de la soprano Lucy Crowe y la contralto Gerhil Romberger, esta última acertadísima cantando de manera celestial el esperado "O röschen rot" del Urlicht.

El concierto se abría con una singular partitura de la compositora letona Maija Einfelde, compuesta para voces y percusión, con dos únicos músicos en los atriles junto al amplio contingente del Coro de la Radio de Leipzig. Aquí volvió Nelsons a mostrar su artesanía, trabajando el texto con el coro de una manera meticulosa y mimada al extremo, buscando una ascensión, una trascendencia que parecía dificil lograr con esos medios tan reducidos.