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Invierno, llévame contigo

 Granada. 22/07/2020. Festival Internacional de Música y Danza. Patio de los Mármoles, Hospital Real. Schubert: Winterreise. Ian Bostridge, tenor. Igor Levit, piano.

 

Si hay un ciclo de lied que el tenor británico Ian Bostridge conoce como la palma de su mano, sin duda ese es el Winterreise de Schubert, al que de hecho dedicó una imprescindible monografía de 400 páginas, editada en España por Acantilado, el pasado año. También en 2019 el sello Pentatone lanzó una grabación de este ciclo en la voz de Bostridge, acompañado por el compositor y pianista Thomas Adès. En esta ocasión, en el recogido marco del Patio de los Mármoles del Hospital Real de Granada, el tenor británico se hizo acompañar de Igor Levit, quien un par de días antes había ofrecido una velada con las tres últimas sonatas de Beethoven. Este concierto, con Bostridge y Levit, estuvo previsto en Madrid, en la programación del CNDM, allá por abril; y Antonio Moral se lo trajo finalmente para Granada -también habían de visitar el Palau de la Música en Barcelona, pero la situación sanitaria ha disuadido finalmente a los intérpretes, que han cancelado la cita-.

A sus 55 años de edad, parece evidente que los mejores días de Bostridge quedaron atrás, al menos en lo que se refiere a la salud de su instrumento. Lo cierto es que el suyo nunca fue un material opulento sino más bien austero, de medios cortos y timbre sobrio. Partiendo de ahí, Bostridge acumula ya en su canto numerosos amaneramientos y vicios que se hace difícil obviar. Pero a la postre, y resulta innegable tras escucharle en veladas como esta que nos ocupa, se imponen el talento, el oficio y la entrega, por encima de cualquier otra limitación. Digo esto porque Bostridge logra, de alguna manera, ir mucho más allá de lo que sus propios medios le permitirían. Y eso es digno de elogiar.

Moviéndose entre los extremos, de una exagerada contención a un histrionismo desaforado, Bostridge concibió un viaje desesperado, desesperante y por momentos siniestro, muy inquietante. Su voz daba cuenta de un periplo marcado por la rabia. Como un caminante herido, casi enfermo, con instantes de una ironía lacerante, Bostridge tuvo el acierto de vivir, en sentido estricto, cada uno de los 24 lieder que conforman este ciclo, con contrastados gestos, posturas y ademanes. Se entregó con todo; voz, alma y cuerpo al servicio de un ciclo que terminó siendo una vivencia, casi una performance de imponente intensidad, puesto en escena sin necesidad alguna de atrezo.

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Suele decirse que este ciclo narra las cuitas de un joven ante un amor no correspondido. Sin embargo Bostridge trasciende esa lectura tan literal para dar voz a una desesperación mayor, a un desgarro más profundo y vital, como portavoz de una decepción y un inconformismo radicales, los propios de un ser cualquiera ante una vida que no le colma y que únicamente le lacera. 'Invierno, llévame contigo', parecía clamar la voz del tenor londinense, erguida en alter ego de ese Wanderer que, antes o después, todos nosotros somos. Schubert rara vez había sonado tanto a hartazgo y a impotencia. Con una palpable autoridad, Bostridge se atreve a presentarnos aquí un invierno figurado, alegórico, que trasciende marcos espaciales y temporales, de una modernidad extraordinaria e inaudita. Se impuso, en fin, el artista expresivo y hondo, dejándose la piel -y la voz- a jirones en cada verso.  

La labor de Igor Levit tuvo el mérito de sumar, sin eclipsar. Y es que sería fácil, para un pianista de su talento, buscar espacios donde primar el lucimiento personal. En cambio, apostó por la complicidad y el entendimiento, con una atentísima escucha a la vivencia teatral que Bostridge iba desarrollando. Levit supo marcar un pulso contenido pero dramático, haciendo gala de una finísima musicalidad. Su aproximación, como sucediera dos noches antes con Beethoven, huyó de un romanticismo grandilocuente. Levit conquista la intensidad desde la reserva, en lo que fue un contraste excelente para el desaforado periplo que Bostridge tenía previsto presentar. El piano de Levit fue así un lienzo de engañosa sencillez, sumamente calculado en realidad, contrapeso idoneo para la vívida lectura del tenor británico.  

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Fotos: © Fermín Rodríguez / Festival de Granada