Cristina Faus MG 9922LR1© Michal Novak.

Cristina Faus: "El cantante ha de ser, primero de todo, fiel a sí mismo"

Hablamos con la mezzosoprano valenciana Cristina Faus, una de las voces más conocidas de nuestro país y quien acaba de ser galardonada como mejor mezzosoprano de la temporada pasada por los Amics de l'Òpera de Les Arts. Al mismo tiempo, estrena nueva producción de Pan y toros en el Teatro de la Zarzuela, donde ha cantado ya cuatro obras del compositor, convirtiéndose en todo un referente de sus partituras. De todo ello, así como de la profesión y el arte de cantar, hablamos con ella.

Los Amics de l’Òpera y de les Arts acaban de concederle el galardón a Mejor mezzosoprano de la temporada pasada por su Suzuki en Madama Butterfly.

La verdad es que me siento muy afortunada. Que te reconozcan en tu casa es un regalo, le hace sentirse a una profeta en su tierra. Suzuki, siempre lo digo, es uno de estos roles que yo llamo "bombón". No es un principal, pero cae muy bien al público y las partes que canta son muy bonitas. Puccini, para mí, ¡es todo bonito! Cada vez que la he cantado, me ha generado muy buenos recuerdos. En Les Arts el público lo apreció mucho.

Yo asistí a esas funciones y lo cierto es que el rol parecía quedarle a usted como un guante.

Sí. Es que me sentía muy bien, muy a gusto con él. También ayuda que siento Les Arts como mi casa. En ese maravilloso coro yo estuve siete años. Tengo muy buenos amigos allá, así que siempre es como estar en casa, entre los tuyos.

¿Cómo es su Suzuki?

Primero es muy humana, obviamente, pero también, después, es espectadora de todo lo que sucede. Yo creo que ella, desde el primer momento en que conoce a Pinkerton, por más que quiera verle con buenos ojos, sabe lo que va a pasar. No se fia de él. Sabe que esa relación no va a llegar a nada. Sabiendo la vida que ha tenido Cio-Cio-San y cómo es de entregada, emocionalmente. Siempre que canto el rol le encuentro algo nuevo. Tanto en lo vocal como en lo escénico.

Cuando comencé a cantarla, era más sirvienta. Me refiero, más que nada, a cuando la debuté en Colombia, en 2007. Claro, era mi primera vez y estaba más a expensas de lo que me marcaba el director de escena. Entonces la trabaje como eso, como una sirvienta, pero con el paso de los años, según la he ido repitiendo y he ido cogiendo confianza con el personaje, la he hecho más humana. Suzuki es, sobre todo, humana y ves su relación con Cio-Cio-San.

Alguien me matará por esto, pero es como una Bernarda y una Poncia a la japonesa.

(Risas). ¡Exactamente! ¡Sí! Hay una relación humana entre ellas, no se limita sólo a servirla en su casa. Es un trato que también trabajamos así con Emilio López en Les Arts. Ellas tienen un vínculo, me resulta ya casi imposible no sentirlo así.

La última vez que hablamos usted y yo oficialmente fue hace siete años. En aquel momento me decía que lo más importante es sentirse cómoda con su voz. ¿Cómo se encuentra ahora?

Siete años... ¡y aquí seguimos! (Risas). Sigo pensando lo mismo, la verdad. Lo importante, para mí, como cantante y como intérprete, tanto a nivel vocal como técnico, es que te sientas cómoda. ¡Y nunca vas a decir que algo te sienta perfecto! ¡Porque siempre hay cosas que mejorar! Pero sentirte cómo en lo que haces y cómo lo haces, es fundamental. No considero que yo sea fiel a ningún maestro, sino que, creo, el cantante ha de ser, primero de todo, fiel a sí mismo. Es importante conocerte tú misma y aplicar las herramientas que has podido ir desarrollando a lo largo de los años, de un maestro u otro. Prefiero resolverme yo misma la papeleta que depender de un maestro... quizá haya quien me lo critique por exceso de confianza, pero no es eso... ¡es trabajo! Trabajo, trabajo, trabajo... conocerse a uno mismo.

¿De quien más se fia usted es de sí misma, entonces?

Sí, junto a la persona que está a mi lado, que es mi marido. Él es quien me escucha y tenemos un ensemble entre nosotros. No nos decimos cómo hacer las cosas, pero ponemos atención el uno en el otro y nos apoyamos, nos guiamos. Luego, además, tengo la ayuda de una maestra como es Svetla Krasteva. Siempre que tengo oportunidad le pido que me escuche y me critique en qué he de mejorar. Trabajar con ella es muy constructivo. Conoce muy bien mi voz y me fío muchísimo de ella, porque todo lo que me dice me viene bien.

¿El cantante se puede llegar a traicionar a sí mismo?

Sí. Completamente. Sí. En el sentido de dar por bueno cosas que no funcionan. Es algo que pasa mucho. A no ser que sea una persona de mucha confianza la que se acerque a mí a preguntar, para bien o para mal, yo siempre me reservo mi opinión. Muchas veces escuchas a compañeros que piensas para tus adentros: yo creo que esto sería mejor así... pero ellos están seguros con sus formas y no puedes ser tú quien les diga nada porque les desestabilizas. Sin embargo, yo siempre le digo a los demás: ¡dímelo, dímelo! (risas).

Saltando a la actualidad, tras Los diamantes de la Corona, El barberillo de Lavapiés, Galanteos en Venecia y, ahora, con Pan y toros, es usted todo un referente en Barbieri.

Fíjese, el otro día en un ensayo, viendo el cambio escénico entre el segundo y el tercer acto de Pan y toros, se produce una situación bellísima, no haré spoiler, pero bellísima. El caso es que fui consciente de lo afortunada que era por haber podido cantar todas estas obras, con la culminación de este Pan y toros como celebración de los 200 años de Barbieri. Es un broche maravilloso.

¿Quién es Barbieri?

Barbieri es el mejor compositor en cuanto a escritura vocal se refiere, que yo haya cantado en el Teatro de la Zarzuela. No el más bonito, el más rico o elocuente, porque hay músicas brutales: Chapí, Vives, Penella... pero en escritura vocal, Barbieri es magnífico. Cuidadoso, detallista... recuerda a la ópera italiana. Siendo español y con firma española, claramente, pero con ese recuerdo italiano.

Y usted viniendo, además, de Rossini, quien era prácticamente un Dios en esta ciudad en la época de Barbieri y aquién él tanto admiraba...

¡Claro! Siempre hay un reflejo de Rossini en Barbieri. En Barberillo, por supuesto, pero también en Galanteos, Diamantes... aquí, en Pan y toros, encuentras una calidad en los concertantes, en los conjuntos, en la escritura orquestal... brutal. Aquí, no obstante, también ves al Barbieri más donizettiano y más verdiano. Me gusta, me gusta mucho. La producción de Juan Echanove y la apuesta de Ana Garay con la escenografía y los figurines, es estupenda. Ana ha trabajado mucho con espacios limpios, abiertos... el último acto, con la colocación del coro, es una gozada.

Es curioso porque a Barbieri, en la Zarzuela, siempre se le dota de una elegancia...

Exacto. Yo he tenido la suerte de hacer Los diamantes de la corona con José Carlos Plaza, que aquello era maravilloso. Ese barco que se deshacía y se montaba de nuevo en los Galanteos en Venecia de Paco Mir; o aquellos paneles negros de Alfredo Sanzol para el Barberillo, que tanta gente criticó, pero que a mí me parecía una idea estupenda... Obviamente no veías el palomar como tal, pero hombre, como público también hay que dejar volar la imaginación, porque si no, no avanzamos. Ahora, en Pan y toros, ya lo verán, es una escenografía muy chula que impacta. Hay una mezcla maravillosa. ¡Y el personaje de Goya! Con una relevancia exquisita, elegante, con Gerardo Bullón que es fantástico. 

Siempre estamos diciendo que hay muchos prejuicios sobre la zarzuela, ¿pero no los hemos superado ya? ¿O estoy siendo demasiado naif?

En absoluto. La gente con la que tengo oportunidad de hablar cuando vienen a la Zarzuela, la escuchan y la ven como cuando van a la ópera en el Teatro Real o la Ópera de Viena. No la reciben desde ningún prejuicio o posicionamiento y le dan la importancia que tiene, que es toda. Creo que somos más prejuiciosos y caemos más en los estereotipos cuando montamos zarzuelas en pueblos pequeños. Y lo digo viniendo yo de un pueblo. En algunos sitios que quieren servir al género de cualquier manera y no. Esto es el gran repertorio. Para mí, lo mismo es Pan y toros en la Zarzuela que Evgeny Onegin en el Liceu que haré más tarde. Lo único diferente es que es repertorio español, como está también el italiano o el francés. Y si hay alguien con algún prejuicio, por ejemplo, durante las funciones de este Pan y toros, no se preocupe usted, en cuanto se levante el telón se le caen todos al suelo (risas).

Rizaré un poco el rizó: ¿y tenemos prejuicios el público, los críticos, los gestores, sobre los cantantes que cantan zarzuela?

No hace mucho tiempo, hubo una compañera que cantaba conmigo en una producción de zarzuela y me argumentaba, contínuamente: "claro, como tú cantas mucha zarzuela". Notaba en ella cierto además, como de que cantar zarzuela es más fácil o tiene menos valor que, qué se yo, cantar Ravel en un concierto. Hubo un momento en que le dije: "¡pero tú estás aquí!". Me vino a decir que el problema era luego en el repertorio, en el currículum. ¿Cantar zarzuela desmerece el currículum de un artista? ¡No! ¡Yo estoy encantadísima de cantar repertorio español! Siempre que tengo oportunidad de elegir el repertorio que canto en un concierto, por ejemplo, hay una pieza de aquí. ¡Siempre! 

Se acaba de ir nuestra admirada y queridísima Teresa Berganza, pero no dejo de tener la sensación de que se nos han olvidado tantas y tantas mujeres que están aquí todavía y lo han sido todo en la zarzuela: Ana María Iriarte, Mary Carmen Ramírez, Isabel Penagos...

¡Imagínese! Pero ya le digo, mire el ejemplo que le acabo de poner con esta compañera. Somos nosotros mismos, los del gremio, los que no apreciamos el género, los que no lo valoramos, en tantas ocasiones, como se debe. Se lo digo con el corazón en la mano: cantar Falla, Vives, Sorozábal... es como cantar Verdi o Massenet. La cuestión es que, realmente, no todos los que forman parte de la zarzuela la tienen, realmente, en la consideración que merece.