Celso Albelo: "No soy perfecto, no puedo gustar a todo el mundo y por fin estoy en paz con ello"
Tras casi veinte años en activo, el tenor tinerfeño Celso Albelo parece disfrutar de una dulce madurez, tanto por la estabilidad de su trayectoria como por la evolución de su instrumento. Conversamos con él en la antesala del concierto que ofrecerá mañana en el Teatro de la Zarzuela, junto a la Orquesta de Pulso y Púa de la Complutense de Madrid.
¿Cuándo surgió la idea de este disco, que ahora llevan al escenario del Teatro de la Zarzuela?
Los 'culpables' de este disco son los propios integrantes de la Orquesta de Pulso y Púa de la Complutense de Madrid. Antes de la pandemia contactaron conmigo, de manera muy elogiosa, para proponerme hacer un proyecto con ellos, varias décadas después del disco de rondallas que ellos mismos grabaron con Alfredo Kraus. Y me pareció una idea muy bonita. Solo les puse dos condiciones: escoger el productor y cantar una habanera en concreto, de la que el propio Enrique García Requena, el director de la orquesta, es el autor.
La pandemia se interpuso en los planes de la grabación, algunos miembros de la orquesta fallecieron, pero en cuanto pudimos retomar el proyecto, nos pusimos manos a la obra para ensayar y grabar. Y aquí está el disco, al que tengo un gran cariño. Para mí tiene una conexión personal muy fuerte con mis raíces y con mis orígenes. En el repertorio hay serenatas españolas, sudamericanas y algunas obras del repertorio zarzuelístico arregladas para esta formación.
Es admirable comprobar el sonido que obtienen, sus colores.. Hablamos de una orquesta de pulso y púa de más de ochenta personas. Todos tienen su profesión y son amateurs, dedican su tiempo libre a esto y se unen por puro amor a la música, con una devoción impresionante. Me emociona ver tanto cariño en la gente, no es algo tan habitual como pueda pensarse, ni mucho menos.
Este proyecto es especial porque dice muchas cosas de mí. Piense que yo descubrí la voz en la tuna, yo canté en muchas rondallas... este disco y este concierto son un buen resumen de las bases en las que yo empecé a desarrollar mi voz.
Más allá de esta cita en la Zarzuela, su agenda por venir presenta importantes novedades, como el debut con la parte de Manrico en Il trovatore, en Bilbao. De hecho acaba de cantar su primer Macduff en el Macbeth del Liceu y creo que tiene planes para seguir ampliando su repertorio en las próximas temporadas.
Sí, es una evolución natural que sobre todo me permite decir cosas nuevas. Incluso me parece atractivo por el morbo que pueda generar la duda de si seré capaz o no de cantar cierto repertorio (risas). Sabe, uno llega a una cierta edad en la que aprende a entender las señales del propio cuerpo, tú voz. Y también uno escucha lo que le dicen los directores, los compañeros, la gente que te quiere y te conoce. Y todo me dice que es un paso razonable y lógico. Ahora viene el Manrico de Il trovatore en Bilbao y después habrá Bohème, Cuentos de Hoffman, Butterfly... Todo esto sin renunciar al belcanto, por supuesto. Tengo 48 años y es simplemente un paso natural hacia un reperotrio más amplio.
Hace unos días escuché una entrevista con su colega, el también tenor Piotr Beczala, donde decía que para cantar Lohengrin como está haciendo ahora mismo en el Metropolitan de Nueva York, él necesita una voz flexible y eso lo consigue sin dejar atrás roles como Edgardo o el Duque de Mantua. Volver atrás para seguir yendo hacia adelante, digamos.
Sí, estoy completamente de acuerdo con Beczala en este sentido. Lo importante es encontrar la medida. Se trata de sumar repertorio sin restar facultades vocales. Yo quiero seguir cantando Lucia, Rigoletto o Elisir, al tiempo que asumo papeles como Manrico.
Lo cierto es que ya viene ampliando su agenda con roles de cierto peso. Pienso en títulos como La damnation de Faust, Il pirata, incluso el Percy de la Bolena tiene su enjundia.
Sí, así es. Pero el punto donde saltan las alarmas ahí fuera es cuando te planteas acometer ciertos roles fetiche como Manrico, donde parece que te vas a estrellar, algo que por cierto llevan diciendo de mí desde de que empecé a cantar hace casi veinte años, y aquí estoy (risas).
En su caso, anque el instrumento se ensanche en el centro, lo cierto es que no ha perdido ni un ápice de su facilidad en el agudo.
Yo diría que incluso que mi agudo se ha asentado, soy más consciente de cómo se resuelve, me siento más cómodo con la franja aguda desde hace ya un tiempo.
¿Es consciente, por cierto, de que es seguramente el tenor que más años ha logrado mantener I puritani en su agenda? Habria que mirar estadísticas con detalle, pero es muy probable que así sea.
Pues no, hasta ahora que usted me lo dice no había reparado en ello. Imagino que en época moderna puede ser así... Pero tampoco me importa mucho, si le digo la verdad, no cuento estas cosas. Yo he cantado Rigoletto con Bruson, con Juan Pons, con Leo Nucci... he cantado con la Gruberova, con la Devia... Quieras o no quieras, de gente como esta aprendes mucho, sobre todo a relativizar este tipo de cosas.
En varias ocasiones ha insistido en el físico como un asunto todavía muy relevante, y no para bien, en las decisiones de contratación que toman los teatros y sus programadores. Me gustaría que pudiéramos abundar en ello.
Yo estoy gordito, eso es un hecho, pero no porque esté enfermo, simplemente porque tengo tendencia a engordar y no me paso la vida a dieta. Pero soy perfectamente capaz de hacer todo lo que me pidan, físicamente hablando, en una producción. Si yo hubiera dedicado más horas de mi carrera a cuidar mi figura, quizá no tendría el legato que tengo. Ha sido una opción, mi opción, y soy reponsable de ello. Otra cosa es que haya personas tomando decisiones en algunos teatros que den más valor al físico que a otras cualidades artísticas. Ahí sí que tenemos un problema.
En cualquier caso, hay que vivir sereno con estas cuestiones. ha llegado un punto en el que lo llevo con deportividad, y no por resignación, sino porque estas son las reglas del juego, me gusten más o menos. Yo no dejo de ser un producto que los teatros contratan, y si hay alguien que encaja mejor que yo en lo que buscan, pues es lógico que le escojan a él y no a mí.
Le veo muy zen últimamente (risas).
Pues sí... (risas). Es que si un teatro no me quiere por mi físico, pues ya llegará otro. Qué le voy a hacer... En mi carrera más que mi peso creo que ha influido mi personalidad. Yo era un poco insoportable, yo tenía un pronto muy malo... Y afortundamente eso ha ido cambiando. Llega un punto en el que te das cuenta de que el mundo no gira en torno a uno mismo. A estas alturas de la vida y de la carrera, uno se acepta, se centra, asume que no puede gustar a todo el mundo, que no es perfecto, y uno encuentra mucha paz en ello. Yo estoy tranquilo. Otra cosa es que me tenga que enfrentarme con una injusticia, pero hay ciertas polémicas que no nos llevan a ninguna parte y en las que no me van a encontrar. Estoy más centrado en hacer las cosas bien.
¿En qué punto está ahora mismo su relación con los teatros españoles? Llama un tanto la atención su ausencia en algunos escenarios.
Bueno, ha habido una pandemia, cambié de agente, estoy ampliando repertorio... Quizá todo eso pueda despistar un poco. Pero aquí sigo y me siento estimado por los teatros españoles. Ahora me toca demostrar que soy solvente con estos nuevos roles que voy a cantar. Si en algún sitio no me quieren, es problema suyo; ya me querrán en otro lado.
¿Cuál es su agenda por venir, de aquí a final de año?
En mayo hago Trovatore en Bilbao, en junio haré Puritani en Menorca, debuto finalmente el Des Grieux de Manon en Oviedo y después me voy a Chile a hacer Don Pasquale y finalmente debuto Cuentos de Hoffmann en Lieja. Y entre tanto, muchas cosas más, muy importantes; el 8 de abril hago un concierto benéfico en Tenerife para el Banco de Leche. Tenemos que ayudar a estas iniciativas siempre, y más cuando se trata de niños.
Me gustaría terminar con una pregunta que a lo mejor le resulta demasiado reflexiva, pero creo que tiene sentido hacérsela. Usted ha sido siempre muy libre, pero creo que ahora lo es más que nunca. ¿Qué es la libertad para un cantante y qué precio tiene?
Imagino que cada cantante al que le haga esta pregunta le daría una respuesta distinta. La libertad para mí es estar sereno, seguro, tener la certeza de que cada paso que das tiene su razón, al margen de lo que otros digan. La libertad es también poder decir que no a una agenda repleta de cosas, para poder pasar tiempo con tu familia. Porque para un cantante la vida profesional no lo es todo. Llegado un punto, poder tomar tus propias decisiones con calma, eso es la libertad. Poder entender que no soy perfecto y hacer de mis defectos algo constructivo, eso también es libertad. Asumir tus imperfecciones, al fin y al cabo, te da mucha libertad.