Consagraciones (I)
Berlín. 12/09/2021. Philharmonie. Musikfest Berlin. Obras de Neuwirth y Bruckner. Berliner Philharmoniker. Tölzer Knabenchor. Andrew Watts, contratenor. Jakub Hrůša, dirección musical.
Coincidiendo en el tiempo con el final de los grandes festivales de verano como Salzburgo o Lucerna, el Musikfest Berlin se ha convertido en una suerte de rentrée oficiosa en la nueva temporada. Y de un modo aún más significativo, si cabe, con esta temporada 21/22 que parece llamada a ser la de la reconquista definitiva de la nueva normalidad. Por si fuera poco, el Berliner Festspiele, en el que se enmarca el Musikfest, celebra este año su 70 aniversario, lo que convertía esta cita en un evento sumamente emblemático, una suerte de canto al futuro y a los valores que lo podrán sostener de aquí en adelante.
Para comenzar este programa con los Berliner Philharmoniker se presentaba el estreno mundial de Fotogramas clave para un hipogrifo, de Olga Neuwirth, que trata de los esfuerzos por "seguir siendo un alma libre en un mundo lleno de desesperación y dolor", en palabras de la compositora. Neuwirth, que ocupo numerosas páginas la temporada pasada, al ser la primera mujer cuya obra se escuchó en la Wiener Staatsoper.
La partitura de Neuwirth estrenada en Berlín es un encargo conjunto de la Filarmónica de Berlín, la Filarmónica de Nueva York y la Royal Stockholm Philharmonic Orchestra. De hecho, estaba previsto que hubiera visto la luz tiempo atrás, en plena pandemia, pero el covid-19 forzó que se terminase estrenando este mes de septiembre en la capital alemana, coincidiendo en el tiempo con el XX aniversario de los atentados del 11-S.
Con la intervención del contratenor Andrew Watts y las voces blancas del Tölzer Knabenchor, la pieza es un mosaico fascinante de referencias, tanto sonoras como literarias. Y es que la propia Neuwirth ha armado un texto a partir de versos de autores tan célebres como William Blake, Herman Melville, Walt Whitman, Emily Dickinson o Friedrich Nietzsche. La partitura, en homenaje a la memoria de la coleccionista de arte neoyorquina Hester Diamond, con la que la propia Neuwirth -que pasó un año estudiando en San Francisco- pudo tratar en su día.
En la música de Neuwirth resuenan multitud de ecos: nostalgia, incertidumbre, pesar, esperanza... La imagen del hipogrifo que da título a la partitura, esa criatura híbrida con cuerpo de caballo y extremidades de águila, recoge bien el espíritu polifacético que la compositora austríaca parecer querer trasladar con su música, de sonidos poderosos y tremendamente bien orquestada -en plantilla se incluye un saxofón, dos sintetizadores, una guitarra eléctrica, incluso bocinas de coche...-. La impresión general es inquietante, próxima al desamparo, como si un gran interrogante quedase sobre la mesa. Con partituras como esta Neuwirth parece consagrarse como una de las compositoras más solidas de su generación.
La idea del caligrama, una suerte de poema visual, figura también en el título de la obra e ilustra, a buen seguro, la pretensión general de Neuwirth, quien logra ciertamente generar imágenes a partir de sonidos, apoyándose a la sazón en unos textos donde no se deja de hablar, repetidamente, de libertad, solidaridad, hermanamiento y otros grandes valores fundacionales de nuestra sociedad, hoy en día tan amenazada en sus cimientos.
Impresionó el contratenor Andrew Watts con su parte, sumamente comprometida y bastate extensa. Se demandan de él registros muy variados y resolvió todos ellos con suma elegancia e idéntica solvencia. Lo mismo cabe decir del Tölzer Knabenchor, admirable en su compromiso con esta música.
Es obligado mencionar la impresionante labor del trompa solista, Stefan Dohr, no ya por su eficacia en cada nota sino por el pulidísimo sonido que logró obtener de su instrumento, regulando a placer la intensidad de un modo realmente apabullante.
Fotos: © Stephan Rabold