La fragua de un ídolo local
Bilbao. 15/10/2022. Palacio Euskalduna. ABAO. Bellini: I Puritani. Xabier Anduaga (Arturo). Jessica Pratt (Elvira). Andrze Filonzcyk (Ricardo). Manuel Fuentes (Giorgio). Laura Vila (Enrichetta). Alejandro López (Gualtiero). Josu Cabrero (Bruno). Euskadiko Orkestra. Coro de Ópera de Bilbao. Giacomo Sagripanti, dirección musical. Emilio Sagi, dirección de escena.
En tiempos de audiencias resentidas y mermadas, tanto por la pandemia como por la crisis económica, se hace más necesario que nunca contar con ídolos, cantantes icónicos que arrastren al público hacia las salas. Esto ha sido así siempre y hoy resulta más necesario que nunca, especialmente en plazas líricas como Bilbao donde el espectáculo operístico sigue siendo, ante todo, un trasunto de voces. En este sentido, todo apunta a que el descubrimiento de Xabier Anduaga por parte de los abonados de ABAO puede ser el inicio de una fecunda relación (en los muchos años que llevo viniendo al Euskalduna, diría que nada gusta más al público local que un buen tenor).
Lo cierto es que no hay tenor lírico-ligero que se precie que no se enfrente al rol de Arturo en I puritani, un papel con fama de imposible. En los últimos años hemos disfrutado de algunos absolutamente referenciales, como Celso Albelo, Lawrence Brownlee o Javier Camarena. En este sentido Xabier Anduaga representaba sin duda la gran expectativa de la velada, no exenta de cierto morbo, en su primera tentativa escénica con la parte de Arturo, un papel que ya había cantado en versión de concierto en un par de ocasiones (el año pasado en La Coruña y hace unas semanas en Nápoles).
En Bilbao el tenor donostiarra ha demostrado que puede con el rol: tiene las notas y llega fresco al final de la función (aunque visiblemente cansado). El timbre confirma una vez más sus extraordinarias cualidades: gran riqueza armónica, notable proyección, tercio agudo brillante (extraordinario en 'A te o cara'), centro muy sólido y una bellísima media voz, en la que debería abundar aún más si cabe.
Sin embargo, creo que hay aún margen de mejora para él con este rol y como cantante en general (algo totalmente lógico, dada su juventud). Tras haberle escuchado tres títulos seguidos en apenas unos meses (primero La fille du régiment en la Quincena, después Don Pasquale en el Liceu y ahora estos Puritani), creo que Anduaga ganaría en expresividad 'masticando' más el texto, contrastando más consonantes y vocales, pues su emisión gira en demasía en torno a estas últimas. Su Arturo puede ser más incisivo y contrastado.
Anduaga opta por una versión extensa de la partitura, sin cortes, lo que hace aún más meritoria su labor. A lo largo de la representación hay frases bellísimas en su canto como "Non parlar di lei che adoro", escrita sobre el paso y resuelta con asombrosa facilidad por el joven tenor vasco. Bello y ardoroso también el postrero dúo con la soprano, uno de los momentos de la noche.
El donostiarra tuvo un par de traspies con el texto y con una entrada a destiempo (corto la frase antes de lo debido en 'Della patria e il suo destin'), peccata minuta para una primera tentativa con un rol tan serio e imponente. Como actor también tiene margen de mejora, pero esto es cuestión de puro rodaje y mayor experiencia escénica. En materia vocal, hubo algunos ascensos al agudo un tanto desaforados, como en el dúo con Elvira ('Vieni, vieni fra queste bracia'). El esperado 'Credeasi misera' se resolvió con fortuna, aunque no sin tensión.
Habemus tenor, eso está claro. Y creo que tanto él mismo como los demás debemos darle tiempo para ganar experiencia escénica, afianzar recursos vocales, tiempo incluso para equivocarse, que es algo muy sano si se aprende de ello. Anduaga, si no me equivoco, es un tenor con potencial no solo por su instrumento sino también por su cabeza, templado y sereno, lejos de la consabida testa di tenore.
A su lado, ejemplar Jessica Pratt en una de sus especialidades, el rol de Elvira, que canta con una asombrosa facilidad y con un aire de naturalidad que resulta contagioso para el resto de elenco. No solo resuelve con destreza las mil filigranas belcantistas (notas picadas, sobreagudos interpuestos, saltos de intervalo) sino que convence en las partes más dramáticas y expresivas de su rol (O rendetemi la speme... Qui la voce sua soave), con un fraseo de amplio aliento, bien arropada aquí por Sagripanti, en manifiesta conexión entre foso y escena.
Desigual el barítono Andrze Filonzcyk como Ricardo, exhibiendo muy buenas intenciones en el fraseo, pero algo desfondado conforme avanzó la representación (caso de los respectivos dúos con bajo y tenor). El bajo Manuel Fuentes, en la parte Giorgio, confirma su excelente progresión, con una voz homogenea, de emisión intachable y de rotundo timbre. Fraseó con gusto su escena en solitario ('Cinta di fiori'). Impecable labor del resto de solistas: Laura Vila como Enrichetta, Alejandro López como Gualtiero y Josu Cabrero como Bruno Robertson.
En el foso buen trabajo de Giacomo Sagripanti, quien venía precisamente de dirigir este mismo título en Nápoles con Pratt y Anduaga. A pesar de un gesto un tanto grandilocuente y algo alborotado, presentó unos tiempos bastante nítidos, con espacio para respirar con los cantantes, estimulando su fraseo. Muy buena labor también la suya en los pasajes orquestales, que sonoron realmente teatrales y vibrantes (especialmente la introducción al tercer acto). Buen concertador en líneas generales, sin embargo no logró meter en cintura el importante dúo entre barítono y bajo (Il rival salvar tu dei... Suoni la tromba), con un cantante claramente por detrás del otro.
Solvente labor de Euskadiko Orkestra, especialmente las cuerdas, bien espoleadas por Sagripanti, expresivas y vibrantes. No cabe decir lo mismo de las maderas, más desiguales en su desempeño: mucho mejor flauta y clarinete que oboe, un tanto destemplado. Buen trabajo del trompa solista en su solo, en consonancia con el buen desempeño general de los metales. Esmerada labor también del Coro de Ópera de Bilbao, coordinado por Boris Dujin.
La propuesta escénica de Emilio Sagi, ya bien conocida, no pretende aportar grandes ideas sino contribuir a canalizar "la verdad dramática de la obra que radica en esa morbosa nostalgia de la melodía infinita tan propia de Bellini", en palabras del propio director de escena, según un texto suyo en el programa de mano. Lo cierto es que Sagi hace bien en orientar la propuesta hacia "un mundo abstracto de ensoñación", como él mismo apunta, pues cualquier tentativa realista a la hora de poner en pie la obra se habría de enfrentar al retrato sumamente tópico, reduccionista y misógino del personaje de Elvira, una cuestión muy problemática que o se afronta de frente o no admite medias tintas. Aquí se elude, por la vía de lo onírico, y el resultado puede antojarse blando, ese cierto, pero funciona dentro de una clave meramente estética, muy respetuosa con el devenir del libreto y sobre todo con el espíritu de la música. La propuesta de Sagi, que cuenta con escenografía de Daniel Bianco, fue aquí repuesta por Javier Ulacia.
Fotos: © E. Moreno Esquibel