Hamlet Paris23 f

Être ou ne pas être

París. 24/03/2023. Ópera Nacional de París. Bastilla. Thomas: Hamlet. Ludovic Tézier (Hamlet). Lisette Oropesa (Ophélie). Ève-Maud Hubeaux (Gertrude). Jean Teitgen (Claudius). Julien Behr (Laërte). Clive Bayley (Espectro del rey difunto). Frédéric Caton (Horatio). Julien Henric (Marcellus). Philippe Rouillon (Polonius). Alejandro Baliñas Vieites (Premier fossoyeur). Maciej Kwasnikowski (Second fossoyeur). Krzysztof Warlikowski, dirección de escena. Pierre Dumoussaud, dirección musical.

Hamlet, de Ambroise Thomas, fue en su momento un título muy importante en el repertorio francés. Pero quizá por su iconoclastia, por ser y no ser al mismo tiempo una grand opéra al modo parisino, la pieza cayó en desgracia durante el siglo XX, con muy puntuales repuntes siempre que ha habido algún intérprete valioso y meritorio para la parte protagonista (en la discografía nos encontramos con Sherril Milnes, 1983; Thomas Hampson, 1993; Simon Keenlyside, 2003; y Stéphane Degout, 2018). Precisamente tuve ocasión de asitir a esas representaciones de 2018 en la Opera Comique de la capital francesa, y ya entonces escribí lo que ahora reafirmo: estamos ante un título a reivindicar, tanto por su atractivo musical como por su consistencia dramática.

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Es obligado comenzar esta crónica loando al gran barítono Ludovic Tézier, sin duda el gran protagonista de estas representaciones parisinas. Y es que Tézier esta realmente imperial en un papel que pareciera escrito para él. Esplendor vocal, literal encarnación interpretativa, autoridad, oficio... Tézier lo tiene absolutamente todo para convertirse en un Hamlet histórico. Es tal el gozo que produce escuchar y contemplar su interpretación que cualquier cosa que escriba va a tender a la hipérbole. En raras ocasiones uno se siente tan afortunado de haber podido ver actuar a un artista en la cima de su plenitud.

Y a su lado impecable, simplemente impecable Lisette Oropesa -una vez más- en su desempeño como Ophélie, un papel que desgrana con insultante facilidad, campaneando su voz sin escollo algún por la gran sala de Bastilla, resolviendo las páginas más intrincadas y exigentes de su parte con una naturalidad abrumadora. La combinación entre el dominio de su instrumento y la frescura de su interpretación resulta realmente excitante.

Impresionante asimismo el trabajo de Ève-Maud Hubeaux, una mezzosoprano ya sumamente consolidada en su trayectoria, a pesar de su juventud (nacida en 1988). El pasado verano fue Amneris en  el Festival de Salzburgo, sin ir más lejos. Por su contundencia vocal, por la consistencia de su instrumento y por la resolución de su emisión, pero sobre todo por la madurez de su interpretación, realmente  estuvo espléndida en la parte de Gertrude, la madre de Hamlet.

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Sonoro aunque algo envarado el trabajo de Jean Teitgen como Claudius. Convincente y bien medido el Laërte de Julien Behr, con un instrumento algo limitado pero atractivo en su timbre. Impecable la labor del veterano Clive Bayley como el espectro del rey difunto, una parte especialmente considerada aquí en la producción de Warlikowski. Y en general desenvuelta y profesional la labor del resto de voces implicadas en la velada.

Qué grata sorpresa en el foso la presencia de Pierre Dumoussaud, reemplazando al originalmente previsto Thomas Hengelbrock.  propone una lectura realmente refinada, trabajada al detalle, de fraseo intenso, sumamente teatral, sin excesos, siempre próximo al texto, natural y brillante al mismo tiempo. Un fantástico trabajo, desde todo punto de vista; sin duda, una batuta a seguir de cerca en sus próximos compromisos. La orquesta titular de la Ópera de París estuvo en estado de gracia, sin duda en una de las mejores noches que les recuerdo; por la tersura y refinamiento de las cuerdas, por la expresividad de los metales, por la encanto de las maderas... en fin, no falló nada, en las más de tres horas de representación, y eso es mucho decir. Espléndido asimismo el coro titular de la casa, que confirma desenvolverse a un nivel altísimo, como ya apunté en mi crónica de Nixon in China de John Adams

Una vez más, y viene haciéndolo casi a título por temporada, la Ópera de París confió a Krzysztof Warlikowski la puesta en escena de este título. El regista polaco firma aquí uno de sus trabajos más medidos y logrados, sin demasiadas extravagancias, conectando verdaderamente con el tuétano de la pieza, moviéndose entre lo onírico y lo realista, entre los vericuetos de la psique y la crudeza de los acontecimientos. Con su habitual estética, Warlikowski resuelve la pieza con verdadera fortuna, comenzando la representación con una alusión al filme Les Dames du bois de Boulogne de Robert Bresson. Warlikowski pone el acento en la alienación y la demencia, aludiendo incluso a la ancianidad como contexto. El resultado es sugerente y resulta más o menos fiel al libreto original, pudiendo complacer por igual a espectadores más conservadores y a un público más avezado en estas lides dramáticas.

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Fotos: © Bernd Uhlig / OnP