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A vueltas con el poliamor

Madrid. 02/06/2023. Teatro Real. Rossini: Il turco in Italia. Sara Blanch (Fiorilla). Misha Kiria (Don Geronio). Alex Esposito (Selim). Edgardo Rocha (Don Narciso). Florian Sempey (Poeta Prosdocismo). Paola Gardina (Zaida). Pablo García-López (Albazar). Florian Sempey (Poeta Prosdocimo). Laurent Pelly, dirección de escena. Giacomo Sagripanti, dirección musical.
 

No es que Il turco in Italia sea precisamente el Rossini más burbujeante e ingenioso; su libreto, de hecho, se sostiene en base a convencionalismos teatrales bastante simples. Y su juego de enredos dista mucho del que se despliega en su ópera gemela, L´italiana in Algeri. Dicho lo cual, es cierto que fue una obra contestada incluso en ocasión de su estreno, por lo controvertido que resultaba exponer tan a las claras la ambición liberal de Fiorilla, la protagonista del enredo. "Non si dà follia maggiore dell'amare un solo oggetto”, canta a los cuatro vientos en su primera intervención, como en un alegato a favor del ‘poliamor’ (algún día, espero, se nos pasará esta moda tan tonta de inventar palabras para realidades que llevan siglos ya nombrándose de otra manera). 

La visión de Laurent Pelly, para esta nueva producción de Il turco in Italia que se estrena ahora en el Teatro Real, adoleció a mi parecer de un trazo un tanto superficial y näif. A partir de la realidad de las fotonovelas que inundaron la vida doméstica en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo XX, Pelly sostiene la representación con un tono más lastimero que burlón, de caricatura simplona y gruesa. Tuve una sensación general de déjà vu, con ideas y códigos plásticos que recordaban a su Falstaff, visto en este mismo escenario en 2019. Creo que Pelly podría haber sacado mucha más punta a los personajes principales, aquí reducidos más bien a arquetipos de trazo grueso.

Así las cosas, y a pesar del guiño cinematográfico que marca la acción, este Turco me ha parecido una propuesta un tanto complaciente y conformista, que dista mucho de las cotas de ingenio y brillantez desplegadas por Pelly en otros de sus trabajos, no ya sólo en su mítica Fille du régiment sino también en su genial Giulio Cesare, por ejemplo. Personalmente, ya digo, eché de menos un enfoque más mordaz y punzante, menos conformista, menos näif, sobre todo tratándose de una tragicomedia. Ojalá Pelly albergue algunas ideas geniales para los Meistersinger que tiene previsto escenificar en el Teatro Real la próxima temporada; el nivel de este Turco, bastante insípido, es fácil de superar.

En el rol principal de Fiorilla brilló con luz propia la soprano tarraconense Sara Blanch, quien confirma una vez más la indudable proyección de su trayectoria. Sin tener en realidad un instrumento descollante, Blanch lo tiene todo, bien equilibrado en su hacer: voz brillante, bien proyectada, de impecable resolución en las coloraturas y agilidades, con el remate de una presencia escénica fresca y desenvuelta. En suma, una belcantista de libro, y no sólo por su mezcla de aplomo y naturalidad, tan evidente en las páginas más brillantes, de virtuosismo vocal y contoneo escénico, sino también por su fraseo sentido y bien medido, de aliento amplio y expresivo, como dejó patente en su segunda gran intervención, ya en el tramo final de la ópera, "Squallida veste, e bruna”, quizá el mejor momento de la velada.

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Del resto del elenco, destacó el buen hacer de Misha Kiria en la parte de Don Geronio, haciendo buen empleo teatral de su amplia figura y manejando con soltura los recursos vocales rossinianos, con un sillabato de buena factura. Un cantante realmente profesional, con un timbre grato y una vis cómica equilibrada. El Selim de Alex Exposito fue solvente aunque algo envarado en lo vocal y demasiado circunspecto en escena.

Cumplidor el Don Narciso del tenor uruguayo Edgardo Rocha. El instrumento resulta algo limitado en todas sus dimensiones, por proyección y desenvoltura en la franja aguda; pero canta con gusto, resuelve la parte sin mayores tensiones y pareció siempre comprometido con la teatralidad de la velada. Muy bien en lo vocal el Poeta Prosdocimo de Florian Sempey, aunque algo sobreactuado en su vis cómica. Es muy interesante por cierto este papel de índole metateatral, que contribuye ciertamente a sostener la mera sucesión de números, otorgando una mayor entidad al libreto. Muy atinada la Zaida de Paola Gardina. Y siempre profesional y atento en todas sus intervenciones el Albazar de Pablo García-López.

En el foso, desigual labor de Giacomo Sagripanti, ciertamente esmerado en su trabajo con los cantantes, aunque eché de menos un punto más de chispa y vigor, en busca de ese punto fébril y burbujeante al que aspira siempre la música de Rossini. Sagripanti optó más bien por un sonido compacto, contenido, un punto seco, interesante sin duda, pero creo que la acción de Il turco reclama un punto más de desenfreno en las páginas cómicas.

Como el propio Sagripanti me explicó aquí en Platea en una reciente entrevista, se ha optado en Madrid por la versión original de Milán aunque sumando por un lado la cavatina de Narciso y por otro la amplia página de Geronio (“Se ho da dirla”), cada una en uno de los dos actos de la pieza. 

La orquesta titular del Teatro Real ha tenido mejores días; nada falló, pero nada deslumbró, con un sonido un tanto grisaceo para la música de Rossini. Convincente la labor del Coro Intermezzo, el coro titular del Teatro Real, como de costumbre implicado en su desempeño teatral.

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