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Por el buen camino

Valencia. 11/02/2024. Les Arts. Dvorák: Rusalka. Olesya Golovneva (Rusalka). Adam Smith (El príncipe). Sinéad Campbell-Wallace (La princesa extranjera). Maxim Kuzmin-Karavaev (Vodnik). Enkelejda Shkoza (Jezibaba). Daniel Gallegos (El cazador). Manel Esteve (El guardabosques). Laura Orueta (El pinche de cocina). Cristina Toledo, Laura Fleur y Alyona Abramova (Ninfas). Cornelius Meister, dirección musical. Christof Loy, dirección de escena.

Estrenada en el Teatro Real en noviembre de 2020, entonces con una esplendorosa Asmik Grigorian, la propuesta escénica de Christof Loy en torno a la Rusalka de Antonín Dvorák llegaba ahora a Les Arts, contando para ello con la soprano Olesya Golovneva, quien ya participó de hecho en aquellas representaciones de Madrid, encabezando el elenco alternativo. Como ya comenté entonces, la propuesta de Loy es muy personal, sumamente original y se sale de la órbita habitual que uno podría asociar a este título, con la ondina transmutada en una bailarina coja. Dicho esto, y reconociendo nuevamente la valía intelectual de la propuesta, en Valencia tuve la sensación de que la representación perdía un tanto su magía al no contar como protagonista con la citada Grigorian, quien aportaba al espectáculo un plus de magnetismo y carisma. En ausencia del elemento mágico y romántico, del que Loy despoja a la pieza, se echó de menos precisamente una protagonista más carismática.

En el caso de Golovneva estamos a una soprano muy solvente, sin apenas fallas en lo vocal, pero menos magnética en escena; y eso me temo que se tiene o no se tiene, no se entrena. Golovneva maneja un instrumento amplio, un punto metálico y gutural, pero resuelto y canta con valentía y arrojo, sin arredrarse cuando llega el agudo. Brindó una hermosa y paladeada versión de la canción de la luna, llevada con tiempo pausado y sonoridad mullida por la batuta de Cornelius Meister. En escena se pliega a las mil maravilas a las indicaciones de Loy pero, ya digo, sin ese punto adicional de magnetismo que a veces tanto requiere la ópera y que tan raro es de encontrar, por otro lado.

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Acompañando a la soprano rusa escuchamos el príncipe de Adam Smith, tenor británico de voz fácil en el agudo pero con un centro algo hueco y falto de entidad. Actor implicado, fue convincente en su cometido aunque eché de menos, nuevamente, algo más de magia en su fraseo, unas intenciones un punto más románticas, como las que precisamente intentó resolver con desigual fortuna en su escena final, cuando muere en brazos de Rusalka.

Me sorprendió, y para bien, el excelente desempeño vocal de Sinéad Campbell-Wallace, una cantante con poderío escénico y con medios vocales sonoros, más que suficientes para dar vida a u a princesa extranjera de armas tomar. Una cantante a seguir de cerca, garantía de buen hacer. El Vodnik de Maxim Kuzmin-Karavaev volvió a sonar cumplidor, algo corto de medios pero siempre en estilo, mejor desde luego aquí que en su reciente participación en la Halka de Moniuszko del Teatro Real, en versión concierto. Enkelejda Shkoza aportó veterania y tablas con su irreprochable Jezibaba.

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Excelente una vez más el nivel de los comprimarios, destacando especialmente el guardabosques de Manel Esteve, artista siempre completo y sumamente teatral. Igualmente, Daniel Gallegos hizo gala de un hermoso instrumento en la parte del cazador. También brillaron con luz propia Laura Orueta como pinche de cocina y Cristina Toledo como una de las tres ninfas, junto a Laura Fleur y Alyona Abramova

En el foso Cornelius Meister optó por una lectura marcadamente sinfónica de la partitura, subrayando los climax orquestales y asumiendo que los cantantes son un elemento más del conjunto y no una voz en primer plano a la que acompañar. Así las cosas, lo cierto es que Meister no apostó por una Rusalka colorista y vivaz sino que cargó las tintas hacia la idea de un melodrama casi espirtual, menos teatral y dinámico de lo que estamos acostumbrados a escuchar en esta partitura, servida no obstante con suma transaparencia y seguridad. Muy solvente aquí una vez más la Orquesta de la Comunidad Valenciana, haciendo gala de unas maderas de primer nivel y con el colchón de unas cuerdas sumamente capaces; quizá fueron los metales, esta vez, los menos inspirados. 

Sea como fuere, esta Rusalka es un excelente ejemplo de lo bien que se están haciendo las cosas en Les Arts, apostando de tanto por un repertorio quizá menos popular pero servido con suma solvencia, con un elenco equilibrado, sin la necesidad de grandes nombres como reclamo, apostando por una buena batuta y haciendo pie en una producción valiosa. Una prueba más, en suma, de que Les Arts lleva ya varios años adentrándose por el buen camino. 

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Fotos: © Miguel Lorenzo | Mikel Ponce