RattleBerliner 

Como pez en el agua

Berlín. 18/02/2016. Philharmonie. Poulenc: Figure humaine. Koechlin: Les Bandar-Iog. Kurtág: Petite musique solennelle en hommage à Pierre Boulez 90. Ravel: Daphnis et Chloé. Berliner Philharmoniker. Rundfunkchor Berlin. Dir. musical: Simon Rattle

Siempre he sostenido que no es Rattle uno de esos maestros geniales, dueños de un talento innato y reconocible, sino más bien una suerte de operario concienzudo y firme de la batuta que también en estas lides, y a base de ahínco, se ha ganado el mismo rango de Sir que luce desde años asociado a su nombre. En este sentido, cada vez parece más claro que su huella en Berlín será más honda cuando se haya marchado; se le echará de menos precisamente cuando ya no esté. Y será así por programas como el que nos ocupa en esta ocasión, con un plantel valiente, arriesgado y diverso de obras, en el que Rattle debía mostrarse como un puro director de coro lo mismo que como un director con personalidad y dominio técnico.

Dentro de un año dedicado singularmente al repertorio francés, como ya hemos podido ver en anteriores programas de esta temporada, como el que Thielemann dirigió en enero, la Filarmónica de Berlín se enfrentaba aquí a una paleta genial y única, a la coreografía sinfónica de Daphnis et Chloé que Ravel pergeñó por encargo de Sergéi Diágilev y que fue estrenada en 1912 en el Châtelet de parís por los Ballets Rusos, bajo la batuta de Pierre Monteaux. Con en torno a una hora de duración, es una de las partituras más extensas, ricas y complejas del compositor y supone todo un reto interpretativo para una batuta y para una orquesta, precisamente por el rango de expresividad, tanto colorista como dinámica, que debe recrearse a lo largo de la ejecución.

Como pez en el agua y sin partitura, Rattle brindó una lectura sumamente convincente, seguramente el mejor trabajo que le he escuchado nunca subido a un podio, demostrando un magisterio y una afinidad con la obra verdaderamente dignos de elogio. Gozando con la obra, incidiendo una y otra vez en una comunicación fluida y natural con sus músicos, Rattle pinta un fresco voluptuoso y emotivo, con un juego exuberante de armonías, con un perfume voluptuoso, con un aliento pastoral y bucólico, amalgamado con una sensualidad que por momentos cobraba cuerpo y se apoderaba del espacio de la sala, con una orquesta que vivía la interpretación como acostumbra, con una entrega sin fin pero con una firmeza apabullante, de un sonido limpio, redondo y epatante. 

La obra de Ravel ocupó la segunda parte del concierto. Para la primera mitad se habían programado tres obras bien distintas, como son la obra coral Figure humaine de Poulenc -a cargo del Rundfunkchor Berlin-; Les Bandar-Iog de Charles Koechlin -un poema sinfónico sobre El libro de la selva de Rudyard Kipling-; y la Petite musique solennelle de György Kurtág en homenaje al 90 cumpleaños del ya fallecido Pierre Boulez. Rattle demostró aquí versatilidad y solvencia técnica en iguales dosis, transitando con destreza de la atención mimada y precisa que requiere la obra de Poulenc a la espectacularidad bien medida de las partituras de Koechlin o Kurtág, dos relativas rarezas que acertó a incluir en el programa, habida cuenta de su contrastada valía. La complejidad de las tres partituras, bien dispar, no fue en modo alguno un obstáculo para que Rattle se mostrase en todo momento cómodo y disfrutando de la ejecución.

De la obra de Poulenc, y como regalo al público podríamos decir, una vez ya terminado el programa oficial del concierto, se comunicó a los asistentes que quienes así lo deseasen podían permanecer en la sala para disfrutar de un arreglo para doce violonchelos de Figure humaine, a cargo de David Riniker. La calidad de la ejecución ofrecida está fuera de toda duda: como si se tratase de doce solistas de violonchelo, con un sonido riquísimo y con una auto-exigencia técnica de primera magnitud.