Tosca, la injustificada
Múnich. 13/07/2018. Bayerische Staatsoper. Puccini: Tosca. Anja Harteros (Tosca), Joseph Calleja (Mario Cavaradossi), Zeljo Lučić (Baron Scarpia), Goran Jurić (Cesare Angelotti), Leonardo Galeazzi (SacristánEn), Kevin Conners (Spoletta), Christian Rieger (Sciarrone) Dir. escena: Luc Bondy. Escenografía: Richard Peduzzi. Vestuario: Milena Canonero. Dir. musical: Marco Armiliato.
La de esta Tosca es la historia de lo que pudo ser y no fue. Visto con la objetividad debida, la repetida presencia del titulo de Puccini esta temporada, tras una puesta en escena idéntica con la presencia de Anja Harteros, solo podía tener una justificación y la tenía, pero como quizás recuerden, todo se torció. Entró Vladimir Putin por medio, con su ineludible petición, y el que hubiese sido el debut europeo de Anna Netrebko en el rol, tras su primera tentativa en el Met, se vio frustrado por su participación en un par de galas de ópera al hilo del Mundial de marras. Conociendo en todo caso la puesta en escena de Luc Bondy, tan anodina como carente de compromiso dramático, bien podían haber hecho un esfuerzo tanto el teatro como Netrebko como para conducir la historia hacia un lieto fine.
Sea como fuere, la anunciada y vendida presencia de la diva rusa tuvo que ser anulada por imperativo legal, con la demanda (vinculada) de billetes ya realizada, y el intendente Bachler se apresuró en buscar sustituta que vistiese los paños de Floria sin perder al menos parte del divismo previsto en escena. La balanza no podía desde luego equilibrarse y aunque diva encontró, la función se encontraba ya en papel a años luz del hito anunciado.
Angela Gheorghiu, la sustituta, no es la que quiso ser, ni siquiera en sus portadas, y es evidente que su voz está lejos de aquella que voz nunca deslumbró ni por volumen ni por extensión, pero que sí creció bajo la fuerte personalidad de la soprano rumana, aquella tan apta para el merchandising que tan buen rédito trajo en su día a teatros y discográficas. Su Tosca tiene todos los defectos de quien nunca tuvo una voz idílica para el rol, sobre todo en su registro medio-grave. La solución que encontró es hacer aun más verista el verismo pucciniano y declamar con osada insistencia, cualidad a la que se le suma una sobreactuación casi televisiva, con intervenciones “a cámara” dignas de un Modern Family de canal de barrio.
Thomas Hampson es un Scarpia que se sustenta más por su aspecto noble que por sus actuales prestaciones. Quizás también movido por el impulso declamativo de Gheorghiu estuvo por ello menos atento a sus virtudes vocales que a las dramáticas, hecho que no dejó de proporcionarle una cálida ovación por parte de un público muniqués, reconocedor de la trayectoria de una de las mejores voces baritonales de las últimas décadas.
Joseph Calleja cumplió con su Cavaradossi, con un fraseo que tildaría de efectivo, no convincente ni por conducción ni distribución del fiato, aunque con un instrumento en general a la altura del personaje, que no es algo menor, hecho que le valió para alzarse con la distinción “protagonista con el medio en mejores condiciones” de los tres.
Si por algo mereció la pena este repetido título fue sin duda por la extraordinaria dirección de Marco Armiliato, una vez más debería decir, porque el italiano, de viso afable y gesto firme, no nos ha defraudado prácticamente nunca. Armiliato interioriza como nadie las fuerzas con las que cuenta para sacar el máximo rendimiento a la propuesta en ciernes, sin imponerse, simplemente equilibrando la balanza, a sabiendas de que, aunque haya quien actúe para sí mismo, la ópera es un arte colectivo en el que el éxito de conjunto está por encima del personal, aunque le pueda a alguna pesar.