NelsonsGewandhausorchester2018

El cénit de un idilio

Leipzig. 9/12/2018 y 22/12/2018. Gewandhaus. Obras de Bruckner y Wagner. Gewandhausorchester. Dir. musical: Andris Nelsons.

Andris Nelsons lleva ya un tiempo embarcado en el proyecto de dirigir la integral sinfónica de Bruckner con su Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig. Se trata de una empresa que tiene su correlato discográfico, en la medida en que conciertos como los que nos ocupan serán llevados al disco más tarde bajo el sello de Deutsche Grammophon, como ya ha sucedido antes con la sinfonías 3, 4 y 7. En esta ocasión pudimos escuchar las Sinfonías no. 6 y no. 9, precedidas ambas por sendas partituras wagnerianas: de un lado el Idilio de Sigfrido y por otro lado el Preludio de Parsifal y la música del llamado Encantamiento de Viernes Santo, de la misma obra.

Desde febrero de este mismo año que ahora termina, el maestro letón es el vigesimoprimer Kapellmister de la Gewandhausorchester, sumando su nombre a una célebre nómina que va desde el mismísimo Mendelssohn hasta Chailly o Blomstedt, pasando por Masur, Furtwaengler, Nikisch, Walter o Reinecke. Lo cierto es que desde la llegda de Nelsons el idilio entre su batuta y los atriles de Leipzig no ha dejado de engrandecerse; cada nuevo programa de abono es un triunfo, tan sereno como evidente. Y el público local parece igualmente encandilado, entregado a una batuta que está llamada sin duda a grandes cosas en un futuro inmediato.

Y es que lo que viven Nelsons y la Gewandhauorchester bien puede calificarse un idilio: la comunicación fluye de manera plácida y cómplice entre ellos. Bastan una mirada o un mínimo gesto para que todo se encauze; es habitual encontrar en Nelsons una sonrisa casi como de la de un joven enamoradizo quer mira a su pareja con deleite, paladeándo sus virtudes. Y no es para menos, porque hay que decir que la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig está en un momento de forma extraordinario. Me atrevo a parangonarla hoy en día con las grandes formaciones de Berlín, Viena o Ámsterdam, sin la menor duda. Su sonido posee un color genuino, personal, sumamente reconocible, a la vez terso y profundo, con un brillo muy matizado, como cobrizo, como si fuese de caoba. Sin duda, un sonido ideal para las partituras de Bruckner y Wagner que aquí escuchamos por partida doble.

Tal y como me explicaba Nelsons en la entrevista que mantuvimos el pasado junio en Londres, al hilo de su Lohengrin en la Royal Opera House, hay algo de catedralicio en la espiritualidad que habita las sinfonías de Bruckner. Pero sería un error -y no pocos han caído en él- confundir esa grandiosidad de ánimo con una grandilocuencia en las formas. Por descontado que la música de Bruckner es epatante y grandiosa; con esa orquestación no puede ser de otra manera. Pero sus sinfonías están cuajadas de remansos de paz. Como si sus partituras fuesen una prolongada caminata por el monte, se diría que son una concatenación de repechos y planicies desde las que se suceden paisajes inspiradores.

En coherencia con esto, el Bruckner que plantean Nelsons y su orquesta asombra por su belleza, desplegada a partir de un concepto nítido y dúctil del sonido. Nelsons es un maestro en el arte del fraseo, que engarza con una fantasía y una sentido sumamente coherentes. Es capaz con ello de iluminar con calma varios pasajes que a menudo hemos escuchado interpretados con más confusión y precipitación. Hay en su Bruckner una extraña y trascendente naturalidad, no reñida con la firmeza y la decisión; un extraño equilibrio preside toda su lectura, desvelando poco a poco una óptica casi infinita en los detalles, capaz Nelsons de conjugar lo mínimo y lo máximo al unísono. Extraordinarias, en fin, tanto la Sexta como la Novena que escuchamos en Leipzig, desgranadas con un apabullante nivel técnico por parte de la Gewandhausorchester.

Lo mismo cabe decir, en términos generales, de los fragmentos de Wagner que escuchamos. Más allá del precioso y contenido Idilio de Sigfrido, sorprendió sobremanera la madurez con que Nelsons desgrana los sonidos de Parsifal. ¡Qué belleza! ¡Qué genuina profundidad! ¡Y qué versión de esta partitura tiene aún Nelsons por exhibir! Qué lástima que se frustrará su presencia en Bayreuth hace ya un par de años para dirigir este título...