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Rutina y dignidad

Barcelona. 05/12/2021. Gran Teatre del Liceu. Verdi: Rigoletto. Christopher Maltman (Rigoletto). Olga Peretyatko (Gilda). Benjamin Bernheim (Duque de Mantua). Rinat Shaham (Maddalena). Grigory Shkarupa (Sparafucile). Laura Vila (Giovanna). Moisés Marín (Borsa). Mattia Denti (Monterone). Stefano Palatchi (Conte di Ceprano). Sara Bañeras (Contessa di Ceprano). Monique Wagemakers, dirección de escena. Daniele Callegari, dirección musical.

Regresaba a las tablas del Liceu la producción de Rigoletto de Monique Wagemakers que ya pudo verse aquí en marzo de 2017, entonces con las voces de Carlos Álvarez, Javier Camarena y Desirée Rancatore. Estrenada en Ámsterdam en 1996 y vista también en el Teatro Real de Madrid, entre otros coliseos, la propuesta funciona en sus líneas básicas, sin mayores estridencias ni pretensiones, nos guste o no su código estético, que es asunto menor en realidad.

Hay algunos buenos detalles de dirección de actores, que brillan sobre todo en manos de un gran actor como Christopher Maltman, aunque menos en el caso de sus colegas de reparto. Wagemakers no desvela nada nuevo en torno a la trama de Rigoletto, a la que sirve con discreta solvencia, a partir de una escenografía vistosa pero ya muy vista, con una plataforma móvil que va generando los distintos espacios. 

Sea como fuere, la propueta de Wagemakers es una buena opción para unas funciones de repertorio como las de este Rigoletto, que no aspira seguramente a ser otra cosa que una digna reposición, con un buen elenco y una batuta con credenciales. A menudo se nos olvida que los teatros no simpre programan lo que quieren sino lo que pueden. Digo esto porque estoy seguro de que Víctor García de Gomar habría querido armar un Rigoletto diverso, con otros mimbres, pero el realismo y las finanzas se imponen y obligan a mitigar los riesgos. Este Rigoletto es rutinario, sin duda, pero no por ello menos digno. 

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Tuve ocasión de escuchar el Rigoletto de Christopher Maltman en la Staatsoper de Berlín, en junio de 2019. Como comenté entonces, el barítono británico convence por su consumada teatralidad, amén de la solidez de sus medios. De timbre robusto aunque algo leñoso, Maltman frasea con exquisita dicción y extraordinaria nobleza, recreando a un bufón verdaderamente patético, en el mejor sentido del término, de una dignidad admirable. Aunque encontré a Maltman con una emisión algo más dura, el inglés se esfuerza constamente por brindar un canto cuajado de contrastes, coloreando cada frase con denuedo, resaltando casi cada palabra de este brillante libreto de Piave. 
 
Voluntarioso y esforzado, el tenor francés Benjamin Bernheim no ha brillado como cabría esperar en su debut con ópera escenificada en España -como cantante debutó ya en Peralada, este verano, con un recital en solitario-. Y es que el Duque de Mantua no es el rol donde mejor luzcan sus cualidades. Aunque frasea con esmero, Bernheim exhibió una indudable dureza en el tercio agudo, al que asciende con irregularidad, bordeando incluso el incidente vocal al concluir la célebre 'La donna è mobile'. El timbre es importante, sin duda la voz de tenor más relevante que Francia ha dado desde Roberto Alagna, pero la técnica, y con ella la emisión, no es todo lo redonda que cabría esperar. Nada que deba alarmarnos, pues Bernheim apenas tiene ahora 36 años de edad y lo mejor de su canto está sin duda por venir. 
 
La Gilda de Olga Peretyatko fue un ejemplo de oficio y solvencia. Si bien su voz camina ya por derroteros más líricos que ligeros, la soprano rusa resolvió la parte con manifiesta corrección, brillando especialmente en los dúos con Rigoletto y en 'Tutte le feste al tempio", donde la coloratura no le resulta tan ingrata como en el célebre 'Caro nome', donde sí sonó más esforzada. Cumplidor el resto del elenco, con la Maddalena de Rinat Shaham y el Sparafucile de Grigory Shkarupa, a la sazón pareja de la citada Peretyatko. Y buen desempeño de todo el equipo de comprimarios, con Laura Vila (Giovanna), Moisés Marín (Borsa), Mattia Denti (Monterone), Stefano Palatchi (Conte di Ceprano) y Sara Bañeras (Contessa di Ceprano).
 
Por último, rutina en el foso, con la orquesta titular del teatro a las órdenes de Daniele Callegari. La suya fue una versión resolutiva pero prosaica, ayuna en contrastes y poco elaborada en el fraseo, con tendencia al efectismo pero sin tuétano, incapaz por lo general de predisponer el drama desde los atriles, limitándose a acompañar a los solistas con buen oficio. 

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Fotos: © David Ruano