Cuadrar el círculo
Bayreuth. 26/07/24. Bayreuther Festspielhaus. R. Wagner: Tannhäuser. Klaus Florian Vogt (Tannhäuser), Elisabeth Teige (Elisabeth), Irene Roberts (Venus), Markus Eiche (Wolfram), Günther Groissböck (Landgraf) y otros. Orquesta y coro del Bayreuther Festspielhaus. Tobias Kratzer, dirección de escena. Nathalie Stutzmann, dirección musical.
Los dieciséis minutos de ruidoso fervor con los que el público de Bayreuth premió el estreno de este Tannhäuser dan muchas respuestas sobre lo puede ocurrir en la llamada Colina Verde. Es el quinto año que se puede ver esta producción de Tobias Kratzer, premio Opernwelt al mejor director de escena del 2020 por este Tannhäuser bayreuthiano.
Kratzer consigue algo que parece complicado, esto es aunar la tan denostada y criticada concepción del Regietheater y triunfar de manera incontestable delante de un público, el de Bayreuth, que si bien está acostumbrado a las regies experimentales, poca manga ancha suelen tener con las modernidades teatrales.
La clave está en aunar inteligencia en el planteamiento, humor y complicidad con el público. Esos dos personajes inventados e introducidos por Kratzer, el enano Oskar y la drag queen Le Gateau Chocolat, comparsas de Venus, ya han pasado a formar parte del imaginario colectivo del Festival.
Además la dramaturgia, dinámica, combinada con proyecciones de cine y actuación en el primer descanso de la ópera en los jardines del Festspielhaus, exteriorizando la puesta en escena fuera del teatro y volviendo a jugar con el público cual happening sorpresivo, hacen que esta producción sea completamente irresistible.
Kratzer sabe tener sus puntos y guiños al espectador. Emotivo y precioso el recuerdo con foto en el video del inicio de la ópera, del malogrado Stephen Gould, -muerto el verano pasado y quien estrenó esta producción aquí en 2019-, que provocó un cariñoso aplauso espontáneo del público en plena interpretación de la obertura.
Otros detalles como enseñar el famoso pasillo con fotos de los directores que han protagonizado desde el foso la óperas aquí, mostrando a Valery Gergiev (ruso), al lado de Oksana Lyniv (ucraniana), no dejan de ser significativos y demuestran que Kratzer no da puntada sin hilo.
Una producción que funciona como un reloj, que demuestra que se puede jugar con el humor en Wagner más allá de sus Meistersinger, y que se ha convertido por derecho propio en la producción favorita del público de los últimos años, con permiso de la magnífica Meistersinger de Barry Kosky.
No fue bien recibido el debut de Valery Gergiev en 2019 con esta producción. Pocos ensayos, mal preparado y una dirección más bien errática, produjeron que no volviera más. Otro astro de la dirección estrellado en el complicado foso místico de Bayreuth.
Un hábil Kapellmeister, Axel Kober,dirigió la producción en 2021 y 2022, pero ha sido con la llegada de Nathalie Stutzmann en 2023, segunda mujer en dirigir en el Festival en su historia después de Oksana Lyniv, lo que ha hecho que este Tannhäuser vuele todavía más alto. Premiada con el el 2024 Opera Award, precisamente por su debut y dirección de Tannhäuser en Bayreuth el año pasado, esta edición todavía ha superado el resultado musical exitoso del 2023.
Stutzmann consigue insuflar un fraseo lleno de colores que le va a las mil maravillas a la partitura wagneriana. Dinámicas elegantes y teatrales, sonidos llenos de lirismo y un rico contraste en los tempi, tersura en el acompañamiento de las voces y una lectura general llena de riqueza entre las secciones, con una orquesta que responde con un sonido rico, matizado y espléndido. Otro verano que corrobora su éxito en Bayreuth.
Otro punto y no menos importante aquí es el elenco. La locura que produce siempre el cantante germano Klaus Florian Vogt (Heide, 1970), se escapa casi a la lógica. Favorito en la Colina Verde desde su debut aquí en 2007 como Walther von Stolzing en la producción de Katharina Wagner, ha mantenido un éxito continuo cantando prácticamente todos los grandes papeles de tenor de Wagner: Lohengrin, Parsifal, Siegmund, este año será Siegfried y fuera del Festival ha debutado ya como Tristan con Thielemann en Dresde.
Vogt, que viene de cantar la versión de Viena de Tannhäuser en el Festival de la Ópera de Munich la semana pasada, demostró de nuevo que la acústica del Festival le va a las mil maravillas a su timbre etéreo y color claro. Dueño de una técnica que le permite cantar con aparente desahogo, voz bien colocada, emisión homogénea y gran control de los reguladores, Vogt, le pese a quien le pese, sigue siendo el rey de Bayreuth.
Tannhäuser, junto con Siegfried y Tristan son los tres roles más comprometidos para cualquier heldentenor. Vogt, con su fraseo cuidado y su generosa extroversión escénica y canora, cumple más que meritoriamente con el rol del caballero que medra entre Venus y Elisabeth, cubriendo con matices y hábiles colores una particella que el propio y recordado Stephen Gould reconocía la más difícil, además de ser su rol favorito. A pesar de su tendencia a los sonidos fijos, a la dureza de un timbre que ha ganado en cuerpo pero también perdido brillo, Vogt rubricó otro éxito para el rey midas de los tenores y favorito del público de Bayreuth.
La soprano noruega Elisabeth Teige, volvió a triunfar como Elisabeth, también proveniente de las funciones de Munich como Vogt, con quien además hace una gran pareja escénica y empasta de manera grata tímbricamente. Teige domina el rol con su característico vibrato y color.
La sorpresa de la noche fue el triunfo atronador de la Venus de la soprano estadounidense Irene Roberts. Vista recientemente en las funciones del Tristan palermitano, Roberts desplegó un timbre muy bello, color aterciopelado y una frescura canora muy adecuada no solo al personaje, sino también a esta producción donde Venus se transforma en un alter-ego del protagonista, apareciendo en los tres actos. La seguridad técnica, la naturalidad del fraseo y sobretodo un generoso despliegue vocal, de emisión y proyección notorios, la llevaron a ser una de las claras triunfadoras de la velada.
Entre el resto del elenco, el siempre efectivo, de fraseo trabajado y expresión ajustada, Wolfram de Markus Eiche, volvió a convencer con su existencialista caracterización. Mucho más entero y con el rol bien asimilado el Landgraf de Günther Groissböck, que pareció recuperado del descalabro el día anterior, en su fallido debut como König Marke, en la inauguración del Festival. Con todo, una emisión huraña y una gesticulación extraña de boca torcida permanente hacen pensar que al bajo austríaco le ocurre algo y que no está en su mejor momento. El público lo aplaudió con notable cariño y aceptación.
Llamativo por el color dulce y solar el Walther von der Vogenweide del tenor sudafricano Siyabonga Maqungo y efectivo en su habitual enfoque rudo y sonoro el Biterolf de Olafur Sigurdarson, también muy aplaudidos ambos.
El griterio final del público en la tanda de saludos coronó de nuevo a la producción de Kratzer como un éxito incuestionable de lo que una buena producción modernizada de Wagner puede ofrecer al decano festival.
Fotos: © Enrico Nawrath