LadyMacbeth Shostakovich Paris19

Si esto es un hombre

París. 06/04/2019. Ópera Nacional de París. Shostakovich: Lady Macbeth. Ausrine Stundyte, Dmitry Ulyanov, Pavel Cernoch, John Daszak,  Sofija Petrovic, Wolfgang Ablinger-Sperrhacke, Oksana Volkova, Andrei Popov, Alexander Tsymbalyuk, Krzysztof Baczyk, Marianne Croux, Sava Vemic, Florent Mbia, Julien Joguet y otros. Dir. de escena: Krzysztof Warlikowski. Dir. musical: Ingo Metzmacher.

 

"El campo de concentración es una gran máquina para convertirnos en animales" (Si esto es un hombre, Primo Levi)

En el transcurso de la presente temporada de la Ópera de París, en ocasión de su 350 aniversario, hemos podido disfrutar de una ambiciosa selección de nuevas producciones, con dispar fortuna en cuanto hace a cantantes y puestas en escena: Les Huguenots de Meyerbeer, Les Troyens de Berlioz, Simon Boccanegra de Verdi ... Y llegaba ahora el turno a la Lady Macbeth de Shostakovich, en manos del polaco Krzysztof Warlikowski, un enfant terrible que a decir verdad tiene hoy ya poco de enfant y poco de terrible. Lo cierto es que pocas veces he visto aclamar de manera tan unánime y efusiva una de sus producciones, más allá de cuatro o cinco abucheos muy localizados que no parecieron entender nada de lo que había sucedido en escena. Verdaderamente estamos ante uno de los mejores trabajos de Warlikowski, quien sin escapar de su consabida y esperable estética, presenta un trabajo de una intensidad sobresaliente, planteado con mucha mano izquierda.

Su propuesta constituye una reflexión sobre el valor de la vida, reducida a mera mercancía. El escenario único que alberga toda la acción es un matadero de reses, que en el último acto de la ópera termina por convertirse en una suerte de campo de concentración para los presos del Gulag. Las personas tratadas como mera mercancía, deshumanizadas, muertas en vida. Ese es el hilo conductor de una propuesta de enorme fuerza visual e imponente tensión teatral, sostenida en el increíble desempeño escénico de los principales protagonistas, sobre todo Ausrine Stundyte y Pavel Cernoch, de quienes Warlikowski extrae un magnetismo electrizante. 

En 1947 salió a la luz el conocido conjunto de relatos Si esto es un hombre, obra de Primo Levi, quien lo escribió tras su cautiverio en el campo de Auschwitz, durante la Segunda Guerra Mundial. De alguna manera la producción de Warlikowski parece entroncar, con notable sutileza, con ese horror cotidiano, con ese clima de total deshumanización. El totalitarismo, bien lo explicó Hanna Arendt, terminó tratando la vida como pura mercancia. Y ante esa evidencia nos pone Warlikowski con este trabajo. Por otro lado, el director polaco trata la pasión sexual de los protagonistas con una crudeza casi salvaje, con tintes de brutalidad. Toda la velada transcurre además envuelta en una atmósfera opresiva y sofocante, más propia de un thriller que de una representación operística al uso. El resultado es una producción marcada por el sexo, el poder y la violencia, pero extrañamente también por la belleza, la pasión y la poesía, que interpelan al espectador de un modo ciertamente incómodo.

LadyMacbeth Shostakovich Paris19b

 

Nada de lo dicho se hubiera sostenido de igual manera sin la descollante participación de sus protagonistas. Ausrine Stundyte es un volcán. Su magnetismo en escena es incandescente. Desborda con sus capacidades actorales en la parte de Lady Macbeth. La voz no es descomunal, pero la fiereza y la extraña seducción que hay en su emisión le permiten resolver la parte minimizando las limitaciones que pudiera suponerle la partitura. El bajo Dmitry Ulyanov volvió a repetir en París su consistente interpretación del papel de Boris, como ya había demostrado hace dos años en Salzburgo. Voz grande y sonora, implicación dramática y muy buena compenetración con sus colegas en escena. Pavel Cernoch firma uno de sus mejores trabajos, con una emsión segura y bien resuelta, a pesar de la incómoda escritura vocal del rol de Serguei. En escena saltaron chispas cada vez que coincidía con Stundyte. Del extenso plantel de comprimarios cabe rescatar el buen hacer de John Daszak como Zinovy, la sobresaliente Aksinia de Sofija Petrovic, el contundente y burlón Pope de Krzysztof Baczyk o el sonoro jefe de policia de Alexander Tsymbalyuk.

Aunque pudiera antojarse un tanto académica y poco personal, la detallada y minuciosa dirección musical de Ingo Metzmacher tuvo la virtud de presentar un lienzo nítido y casi transparente, sobre el que la representación pareció alzarse con redoblada seguridad. Su enfoque, más bien analítico, tuvo sin embargo un impacto dramático muy notable, aunque pudiera parecer menos evidente. Y es que no buscó Metzmacher subrayar o redoblar los pasajes más virulentos de la música, sino más bien los instantes sinuosos, cargados de misterio y suspense, como desgranando un thriller de tintes cinematográficos que avaza con su propia inercia. La orquesta titular del teatro demostró flexibilidad, músculo para adaptarse con solvencia a repertorios tan dispares como los que está asumiendo a lo largo de esta temporada en el foso de Bastille. Como novedad, justo antes del último acto, pudimos escuchar la orquestación del Largo inicial del Cuarteto no. 8 de Shostakovich, en un arreglo de Rudolf Barshai. El contratse entre ese remanso de paz y la violencia ulterior de todo el acto en Siberia no dejó a nadie indiferente.