Los latidos del belcanto. Parte II
Madrid. 07/07/2016. Teatro Real. Bellini: I puritani. Diana Damrau (Elvira), Javier Camarena (Arturo), Ludovic Tézier (Riccardo), Nicola Testé (Giorgio), Annalisa Stroppa (Enrichetta).
Junto al reparto protagonizado por Celso Albelo y Venera Gimadieva, el Teatro Real presentaba otro reparto de alto e indudable atractivo. Como Elvira, Diana Damrau -portada en Platea Magazine durante el pasado mes de junio- rinde por encima de las expectativas aunque por debajo del nivel de sus mejores días. Hacía de hecho varios años que no interpretaba esta partitura, en concreto desde 2011 en Ginebra. En un lustro su voz ha cambiado, como es lógico y natural, perdiendo cierto lustre en el sobreagudo, con una agilidad que es ya menos virtuosa, más dura en suma, si bien ganando algo más de centro. El resultado es una línea de canto más desdibujada de lo que debiera, menos cómoda en estas lides.
Damrau es en todo caso inteligente y dosifica sus medios, que anunció ademas mermados por indisposición. Su Lucia de 2015 en Munich, a las órdenes de Petrenko, presentó semejantes problemas; y no pareció mejorar su desempeño en Londres, protagonizando la nueva producción de Lucia firmada por Katie Mitchel. No obstante, si bien en lo vocal su hacer podría resumirse bajo la máxima de “quien tuvo, retuvo”, lo que más decepciona en su Elvira es en todo caso el tono generalmente sobreactuado con que presenta al papel desde su primera aparición: recargada e histriónica en sus gestos, retrata a una Elvira demasiado alocada y nerviosa, menos trágica y demasiado psicótica.
Tras una reciente y primera tentativa en México, en la que todavía no parecía haber asentado el rol completamente, se diría en cierto modo que Javier Camarena llegaba a Madrid para hacer su verdadero debut como Arturo. El resultado no ha podido ser mejor, con un Arturo bello y seguro. Y es que es ciertamente impresionante cómo Camarena hace suyo el papel, con una musicalidad a flor de piel, con un fraseo medido, plagado de acentos, inflexiones, dinámicas y contrastes, en modo alguno centrado en ofrecer un espectáculo pirotécnico, volcado al contrario en una caracterización sumamente romántica y sentida del rol. Apenas se advierte en su caso una leve fatiga mediado el tercer acto, hacia el final del dúo con Elvira. La versión musical ofrecida en estas funciones madrileñas, para ambos repartos, abre además numerosos cortes y repeticiones, lo que hace aún más fatigosa la gesta.
Tras un par de años con algunos problemas de salud, que repercutieron en su buena forma vocal, Ludovic Tézier presenta de nuevo unos medios dotados de un empaque y una prestancia reconocibles. Su porte escénico acompaña a la hora de retratar un Riccardo y el reproche viene más bien por la línea de canto, noble aunque ciertamente poco belcantista. Sumamente decepcionante a su lado el Giorgio de Nicola Testé, esposo de Diana Damrau, con un instrumento seco, una emisión imposible y una línea de canto deslavazada. Por último, intachable en su desempeño como Enriccheta la mezzo-soprano italiana Annalisa Stroppa, llamada sin duda a acometer encargos de mayor enjundia.
Sobre la producción firmada por Emilio Sagi y la dirección musical de Evelino Pidó me remito a lo ya dicho al hilo del otro reparto con Albelo y Gimadieva.